En el Manifiesto de Falange Española del de diciembre de 1933, ya advirtió el perspicaz y patriota partir por la grandeza de la Patria, José Antonio Primo de Rivera, que: “El germen destructor de España, de esta unidad lograda tan difícilmente, crece a sus anchas con la indolencia separatista. Pero piense el Gobierno que si España se le va de la mano, su negligencia llegará a unos límites comprometiendo ciertas cosas sagradas, ya se llamará traición. La Razón, la Justicia y la Patria, serán defendidas por la violencia justa, cuando por la violencia injusta se las ataquen”.
Sobran las interpretaciones ambiguas o dudosas sobre estas claridades morales, que inspiran doctrina incontestable y rotundamente exigible en toda concepción de lo que tiene que cimentar el ser y el destino de una Patria.
Llevando más lejos esos principios constitutivos de la fortaleza patria, llegamos a entender mejor la definición joséantoniana de nuestra Patria:
“España es una unidad de destino en lo universal”.
Sin aquella unidad de credo religioso purificador de venenos judíos y musulmanes, aniquilados por la Monarquía católica de nuestros Isabel y Fernando, no se hubiese logrado la fortaleza moral y económica que derivó en nuestro Imperio Español, providencial instrumento en la Historia de la Iglesia de Cristo, evangelizadora de casi medio mundo.
Mal se puede evangelizar sin el ejemplo de la unidad de fe religiosa que da consistencia a toda enseñanza conversora de infieles.
La misma que aportó la Monarquía Hispánica en la defensa de Europa y el mundo cristiano contra la expansión musulmana en la batalla de Lepanto en 1571, unida a la Liga Santa de San Pio V, junto con los Estados Pontificios.
La flota cristiana, con Don Juan de Austria, hermano de Felipe II, fue el genio militar de aquella empresa trascendental para la cristiandad, como lo fue nuestra Gloriosa Reconquista de ocho siglos.
Don José María Pemán llegó a decir que “Europa llega hasta donde llegó España”.
Sin ejemplo de unidad de fe, no puede haber unidad de seguridad nacional, de verdadero progreso integral, ni humanístico.
La definición joséantoniana se traduce en la misión trascendente, incluso fuera de los límites nacionales, hacia el bien común universal, como fue la apostólica cristianización de naciones paganas y bárbaras en las tinieblas de la ignorancia de la verdadera “libertad de los hijos de Dios” (Rom. 8), con su consiguiente humanización y progreso intelectual dignificante.
Todo esto, contra el paupérrimo concepto de los soberbios nacionalismos, encerrados en los cortos límites de su racismo ridículo, empobrecedor y a todas luces manejado por cuatro chulos que pretenden hacer un coto privado, contemplándose el ombligo de los intereses ciegos, cerrados a la amplitud del conocimiento intelectual de la verdadera cultura científica.
Lo malo que tiene la ignorancia, es que el ignorante cree que todo lo que él sabe, es todo lo que se puede saber.
La apertura al saber, no es el relativismo del que cree que todo conocimiento es inseguro, dudoso, elástico y por eso, inservible para toda toma de posesión aleccionadora y gratificante de seguridad en el ser y en el obrar. De ese relativismo viene la insensata autojustificación para la inmoralidad y el escepticismo más cobarde.
Y estos antiguos y modernísimos relativistas, nunca nos explican si su aseveración de que “todo es relativo”, es absoluta o relativa. La mentira, como el error mental, siempre acaban pillándose los dedos contra la puerta de sus contradicciones insalvables.
Unas patrias bien entendidas, tienen esa noble proyección a la comunicación con el resto del mundo en la aportación de toda riqueza intelectual, científica y humanística, que nos hace más humanos, en el concepto cristiano de la hermandad bajo la autoridad y filiación de un ser divino, principio y fin tan inteligente como amorosísimo de todo lo creado.
Al final, nada carece de sentido desde la óptica de la divina Providencia. Todo lo demás es ceguera, más soberbia que ignorante.
Las naciones por eso, tampoco son creación caprichosa ni casual, como si fuesen fruto de un error divino. Todo tiene su casuística sapientísima y su búsqueda de realización teleológica o de largo alcance (“teleos”, a lo largo).
Solo el ser humano, por tener inteligencia y libertad (consiguiente), es el que puede, de hecho querer y ponerse a la altura de lo que no le corresponde, torcer sacratísimos planes del Creador y complicarse su destino al crearlo sólo para su vecindario más cerrado. La soberbia con su afán de protagonismo de falso libertador y chulesco, es lo que puede frustrar su verdadero destino, adorando al becerro de oro, por no decir al oro del becerro.
La frase de José Antonio, tiene ese sentido trascendente, filosófico-teológico del destino en lo universal. No es una frase poética o de relumbrón: nos obliga a redescubrir el amor fundamental a Dios, a la Patria y al Mundo…, en la Justicia.
Próximo 20 de Noviembre: “Viva Cristo Rey y los Gloriosos Caídos por Dios y por España”.
Si más o menos,que aunque España fuese dividida geográficamente,el espíritu español seguiría vivo,pues es inmortal.
Habrá que pensar,más allá de nuestras fronteras,o de la presencia de los españoles alrededor del mundo.
Quizás Islandia sea ‘separada’,por una catástrofe geológica más o menos provocada por DARPA,lo que queda claro es que muchas fronteras van a cambiar,comenzado claro está por Ucrania,como el primer ejemplo,después vendrá Israel y Gaza y aquí en Europa harán más divisiones y veremos nuevos mapas del mundo,con otras distribuciones incluso en los EEUU.
Habrá que hacerse a la idea de que esta inmigración masiva no traerá nada bueno,y que lo más probable sea que Europa entre en una guerra civil,por qué, que pinta España ya en la CE?,donde está su soberanía?…es China la que adueña del mundo,y por eso la afluencia de partidos comunistas,nacionalistas,separatistas…tal vez EEUU ya no sea la primera potencia económica mundial,y ahora ya tampoco nos pueda proteger,como ha quedado patente con la Presidencia de Obama-Biden,vendidos al pcch.
Así que salvemos lo que quede de España,y unámonos como Católicos,pues ya no queda otra forma posible de Unión…y que sea lo que Dios quiera.
Luminoso artículo. La esencia de España: La nación como sentimiento, el catolicismo como creencia y el amor y la justicia como fuerza de ataque. Eso ha sido y seguirá siendo: ¡España! .