Es evidente que todos los seres humanos, desde siempre, somos iguales en cuerpo, inteligencia, razón, voluntad, sentimientos, afectos, alegría, tristeza, … Si bien la diferencia está en el grado de cualidad y de nuestro comportamiento, que nos hace diferentes y no hay dos iguales, la combinación son miles de millonadas.
Es evidente que lo común está en coincidir en grados de inteligencias, en la razón común, en voluntad, en mismos sentimientos y en afectos, en alegría y en tristeza, … y la diferencia está en los comportamietos personales, es decir en la combinación y gradación diferente de los que nos hace común.
Y los comportamientos están en función de la libertad individual que nos hace libres, y su uso nos lleva a estar alegres o tristes. Y en ellas, las hay en grados, de más a menos.
Una persona alegre máxima es una persona con paz, que elige el bien para él y para los demás en todas las circunstancias de su vida, y le viene porque su bien máximo es Dios. Se manifiesta en la humildad, en la caridad, en la generosidad, en la gratitud y verdad …, en su familia, amistades, vida laboral y social.
Una persona triste, es todo lo contrario, no elige a Dios sino al demonio, en su vida y en todas las circunstancias de su vida, niega a Dios. Se manifiesta en la soberbia, en la envidia, en la avaricia, en el odio, … en su familia, amistades, vida laboral y social.
Sus caras y sus palabras son consecuencias, en un caso u otro contrarias, o de alegría o de tristeza respectivamente, en sus diferentes grados. Que se soluciona con pedir perdón a Dios y al otro. Y entonces se ama a Dios sobre todas las cosas y a los demás como a tí mismo en toda circuntancia vital de gozo y sufrimiento, salud y enfermedad, familia y afamila, amistades y enemistades, trabajo y desempleo, y sociedad cívica e incívica.