Si tuviera que aparentar lo que no soy sería igualito a un compañero de profesión. Cierto día este me dijo: Pepe, a ver cuando vienes a mi despacho, eres de los pocos que aún no has visto lo bonito que ha quedado. Mañana voy-le dije-si me pones una cerveza. Te espero mañana sobre las siete de la tarde. Vale. 

Mis otros compañeros me habían notificado algo sobre la delegación que, a afecto de embajada me hablaron sobre la tan glorificada ubicación, la cual estaba en una calle centrada en la Córdoba de mis sueños. 

El timbre de llamada de la calle a su despacho de trabajo, era lo más burlesco que había visto un servidor que, por mi profesión ha visto muchos miles de avisadores de pisos. La numeración de aquél elevador, de aquellos domicilios era normales, las de siempre, pero la de este compañero era distinta: la segunda planta derecha, la de mi compañero, a su alrededor tenía una corona de laurel pequeña bordeándola.  dorada como el color del oro. No tenía timbre en la puerta de llamada, aquella puerta, eso sí, era algo chapucera, una mano en forma de aldaba con la mano extendida y abierta hacía mi cara. Esta fue la primera bofetada de mi compañero de profesión.

Siéntate en mi butaca, es muy buena, me la han traído de Amberes de uno de los mejores comercios, explicación que duró unos quince minutos de hablarme del comercio de la madera más genuina de Bélgica. Me senté en su lugar de trabajo, desde aquel estrado entarimado, por cierto, no le pregunté si lo había comprado en Amberes. Ante mis ojos, en mi vida había visto tantos cuadros juntos, todos con los mismos colores de marco. Te pongo una cerveza, me dijo. sin yo quererlo la butaca en que estaba sentado al yo moverme un poco, mis ojos, vieron los más cuantiosos nombramientos que un ejército de mamelucos y aprendices de nada pudiera tener. Me puse en pie para observar los nombramientos y calificaciones de aquel compañero de compromiso y saldo.  

Me quedé en suspenso, alcé mis pies para ver un título que no atisbaba ver. No creía que aquél título lo tenía la persona que venía con una cerveza echada en un vaso cóncavo en forma de taza y unas enclenques patatas fritas. Al percibir que estaba en puntillas me dijo: si no lo ves, ¿cómo no verlo,  si estaba junto al techo de aquella esperpéntica habitación? Ese que miras es el que me concedieron este preclaro título, fue en un viaje que hice a Marruecos, concretamente a la ciudad de Tánger sobre lenguas bereberes y aquel otro que hay a tu izquierda, me lo dieron en Arcila muy cerca de Tánger, allí me encontré que había un simposio sobre la colonización portuguesa en esta ciudad. Toma del frasco Carrasco.

Ven Pepe que te voy a enseñar el más catedrático de todos, es este me dijo señalando a un cuadro donde estaba montado esta polímata con culturas de diversas metodologías y métodos y enseñanzas desconocidas, un Leonardo da Vinci.  El cuadro que estaba viendo de este personaje y raro ser, se veía un camello y subido en su montura estaba la figura de este decaído acaparador de titulitos donde se especificaba en el centro. Académico profesional sobre la vida del camelus ferus. Además de otro que decía:  Erudito en el arte de echarse a la boca un vaso de agua. Quisiera que no pensarán que estoy contando mentiras, incluso si no tenía más de 100 titulitos, marcos titulados a su nombre, eso sí, ninguno era de facultades, universidades, corporaciones y academias, todas, todos los cuadros con esos “nobles diplomas” de asistencia a los mismos, con reconocimiento y participación al certamen, sin saber de que huevos eran, si de personas o de individuos cuyos egos los tienen sobrepasados, estos los hay en cantidades infinitas e imperecederas en el tiempo.   

Ca uno es ca uno y Dios en la to.  Cierto día, me encontré con un amigo que, desde hacía tiempo no lo veía, iba con un joven, le pregunté si era su hijo, me asentó con la mirada, diciéndome. Aquí lo tienes, no ha querido estudiar, pero tiene una carrera que muy pocos la tienen desarrollada y mi hijo la puede escribir en un libro, la ha perfeccionado como nadie. Mi hijo tiene la Carrera de la Vida. En esta vida de mi hijo están todos los títulos habidos y por haber, el único que le falta es el último, el de los premios de fin de curso. La existencia y la objetividad de esa vida le ha enseñado una conducta que, en esas academias de estudio, de tesis y monografías que están escritas, ajadas y borroneadas por el tiempo,  mi hijo, este que ves aquí, tiene matrícula de honor, con el Summa Cum Laude con todo sufrimiento en todo cuanto a fuerza de patadas por unos y olvidos de otros, tiene la mejor de las calificaciones, cuyo título ha sido lo enseñado en la calle, cuyas vivencias, experiencia y compromiso ha tenido con orgullo en el trabajo, esa para mí  ha sido la mejor universidad y facultad, cuyo título lo lleva y yo lo enaltezco cada vez que tengo oportunidad de hacerlo.

Su vida ha sido un tobogán muy largo, donde no ha tenido que agarrarse en ninguna curva de ese artefacto que es la vida. La fama y fortuna, las dejó pasar, no se ha parado nunca junto a él, pero la pobreza y riqueza las conoce muy bien. La persona que no ha conocido la pobreza nunca sabrá asimilar la riqueza, la arrogancia no la conoce. Mi hijo es legal a sus principios, nunca se puso el traje de serpiente, las escamas de su piel son las mismas de su nacimiento, siguen en su cuerpo a pesar de las aventuras que da la vida.

Este compañero que no veía desde hace tiempo, me seguía diciendo: el rompecabezas de su vida lo tiene bien puesto en el cuadro de su existencia, no se le perdió ninguna pieza del puzle que le han puesto aquellos que descuellan y destacan haciendo a los demás la vida imposible, absurda y mezquina. La miseria humana-me seguía diciendo mi amigo- no tiene límites, estos modelos de personas solo son los engreídos, las personas con una petulancia que se la pisan, son los sujetos sin escrúpulos ni avenencias algunas. Gracias a Dios que aún hay personas moderadas y humildes que sobrepasan a aquellos que su soberbia y presuntos saberlo todo, se creen con ese endiosamiento ser superiores a los demás, incluso a los que tiene titulitos hasta debajo de la cama. 

Los modales y la crianza del hijo de aquel amigo, me dejó con los brazos abiertos, solamente abracé a aquel colaborador mío de antaño, a su hijo no pude bordearlo con mis brazos, estos se achicaron de tal manera que no había manera para abrazarle como se merecía. La elección de la vida no es entre fama y fortuna, ni pobreza y riqueza, sino entre el bien y el mal. Historias para no dormir hay muchísimas, pero esta nos puede dejar pensativos hasta el día siguiente. ¿Verdad? Pues eso. En este mundo hay muchas polímatas de engaño. ¿me entiendes? Pues claro que sí.