Está de moda un nuevo orden: el orden globalista. Yo diría el globalismo uniforme.

Una manera graciosa de globalizar la poesía estriba en uniformar a los poetas. Los vistes con mandilón institucional, los encasillas en un carnet y los unces al  yugo de una capital como Vetusta, porque es Vetusta, no Oviedo, la capital mundial de la poesía.

Una vez consumido el trámite, ¿cómo vivir, respirar fuera del encéfalo vetustino? Difícilmente. El poeta se verá obligado a vagar por el averno de la desconsideración. Su voz sonará ruda ante el rebaño de las musas de jardín.

El poeta uniformado se asemeja a una vaca lechera después de parir.Tendrá quien mame sus versos en actos públicos, tendrá un editor en cada lechería, tendrá abundante publicidad ganadera y las alabanzas necesarias para comprobar que, pacer gratis, no es tan nefasto como temía. 

En el nuevo orden global uniforme, el cantor bala, la poesía rumia y el poeta, responsable, calla o retoldica, como en este diálogo contra  la heroica ciudad de la siesta.

DIÁLOGO ENTRE UN POETA Y LA CAPITAL MUNDIAL DE LA POESÍA.

POETA

Jamás pude imaginar que siendo tú tan errante,

te anquilose el más pedante

lorito de capital.

POESÍA

¡Ay!, tanta envidia rezuma

tu impúdica vanidad,

que por ser yo de ciudad,

rústica vuelves la pluma.

POETA

Soy rústico como un vino,

pero mi musa no es manca,

prestómela Salamanca,

no la Biblia de Calvino.

POESÍA

¿Qué utilidades predica

el Dios que te da alimento?,

la fe que me da sustento

me absuelve y me justifica.

POETA

Te recuerdo los agravios

de Vetusta a la Regenta,

la fe que en ti se asienta

fue el sapo que agrió sus labios.

POESÍA

La soberbia en ti se acusa,

no en mi interior capital,

mi conciencia espanta el mal

con la industria que la impulsa.

POETA

Impulsa una y roba dos,

roba la señal del cielo,

roba las leyes del suelo,

roba en la Ciudad de Dios.