¡Cómo nos ama el demonio, Dios!

SÍGUENOS EN TELEGRAM

“Con espíritu fraterno, me uno a este mensaje de esperanza, en un futuro más luminoso. Gracias a Dios y al trabajo de muchos, hoy tenemos vacunas para protegernos del covid 19. Ellas traen esperanza para acabar con la pandemia, pero sólo si están disponibles para todos y si colaboramos unos con otros. Vacunarse con vacunas autorizadas por las autoridades competentes es un acto de amor y ayudar a que la mayoría de la gente lo haga es un acto de amor, amor a uno mismo, amor a los familiares, amigos, amor a todos los pueblos. El amor es también social y político, hay amor social y amor político, es universal, siempre desbordante en pequeños gestos de caridad personal, capaces de transformar y mejorar la sociedad. Vacunarse es un modo sencillo, pero profundo, de promover el bien común y de cuidarnos unos a otros, especialmente los más vulnerables. Le pido a Dios para que cada uno pueda aportar su pequeño grano de arena, su pequeño gesto de amor. Por más pequeño que sea el amor, siempre es grande: aportar esos gestos por un mundo mejor. Qué Dios los bendiga y muchas gracias”. 

El papa Francisco, ese hombre tan lleno de amor por la humanidad, representante del mismo Cristo en la Tierra, nos dijo estas palabras no hace mucho para recordarnos a sus pecadores qué habría que hacer en estos tiempos para cumplir con la palabra de Dios: vacunarnos.

Una detenida lectura de estas declaraciones, se pueden dividir en varios aspectos, pero vayamos por partes: en primer lugar, cuando habla de un “futuro más luminoso”, es refiere obviamente a su Dios, al mismo Lucifer, la representación de la divinidad de la luz que proviene del latín Lucem facens, o hacedor de la misma; no tarda en pasar a describir cómo es esa deidad terrorífica que nos describe cuando habla de las vacunas como salvación de la humanidad y luego remata su discurso masónico diciendo que ellas nos traen esperanza, cuando llevan millones de muertes y afectados en todo el mundo algo a lo que su Satánica Santidad no le importa, como no podría ser de otra forma.  El colmo del cinismo llega cuando nos explica como a niños ignorantes que ello es posible “si colaboramos unos con otros”, es decir si en nuestras relaciones sociales adoptamos esta sarta de mentiras que conducen a la muerte.  Ni el frío asesino de cualquier película clásica llegaría a tal extremo. “Vacunarse con vacunas autorizadas por las autoridades competentes es un acto de amor”, es decir, que el suicidio es un acto de amor, como aquel caso en el que alguien se vacunó, se murió y el seguro no quiso dar los fondos del seguro de vida porque el sujeto se había suicidado, o sea, que su Satánica Santidad nos invita a que nos matemos a nosotros mismos, inyectándonos grafeno para crearnos infartos, tumores, coágulos, parálisis, enfermedades mentales y toda suerte de gracias divinas y papales. 

Todo ello lo confirma cuando nos menciona el amor a uno mismo y afirmar con toda esa jeta papal que está al nivel del amor a los familiares. Su Satánica Santidad no sabe, y alguien tendría que explicárselo, que el amor a uno mismo es respeto y aceptación a lo que es cada ser humano, tolerarse y amar al prójimo como a uno mismo, tal como nos dijo Jesucristo. ¡Y este monstruo nos viene ahora diciendo lo contrario! Y no feliz ni orgulloso con tanta verborrea de sucia bula vaticana, lo extiende al amor a los amigos y a los pueblos.  Como el diablo es muy visible cuando se le conoce, no tarda en decirnos aquello que sabemos que va a decir: el amor social y político, a toda una sociedad corrupta a democracias dictatoriales, donde prima la mentira y el escarnio para los que no están de acuerdo, es la pasión que su Satánica Santidad nos propone, es decir, obediencia ciega a sátrapas, delincuentes, asesinos y seres viles y mentirosos que se visten con piel de cordero y condenados al infierno para toda la enfermedad por defender la muerte, el sufrimiento y el dolor humano. Es decir, la agenda 2030 en todo su esplendor y todos sus diabólicos planes para esclavizarnos y reducirnos en número. ¿Qué casualidad? Estos seres no merecen ni respeto ni compasión.

Y luego, para justificar nos dice que “este amor es universal y siempre desbordante”. Lo será para su Satánica Santidad. Sabemos que el Banco Ambrosiano del Vaticano pertenece a los Rothschild desde 1821, supongo que se referirá a las ganancias económicas que da estar en el lado oscuro de la pasta y de los satánicos. Dime con quién andas y te diré quién eres, Francisco. Porque el fin no es otro que “nos cuidemos unos a otros”, que nos unamos a ese Dios al que cada cual aporta su grano de arena, como cuando en la antigüedad se sacrificaban niños primogénitos al Moloc, del mismo modo que hoy en día trafican con millones de niños que desaparecen en todo el mundo para jueguecitos sexuales, sacarles los órganos, matarlos en sacrificios, obtener el adrenocromo con el que disfrutan los sacerdotes y miembros de su secta. ¿Lo recuerdas, Francisco, ¿de tú a tú y sin cojones de Santidad?

Cada muerto por ese veneno, reconocido ya como arma biológica de forma abierta, es una ofrenda a tu dios, por más pequeño, como dices, el acto de pincharse, porque todo es para un mundo mejor y, fíjate, cómo en eso te doy la razón, Francisco, porque queréis quitarnos del medio para repartiros el mundo vosotros solos y, mira por dónde, te utilizan y te convencen los gurús del satanismo para que nos des esas lecciones de moralidad papal, que en el fondo son las mismas que las de todas las bulas papales, incluyendo las de Gregorio VII o las de Bonifacio VIII, donde se erige como representación de Noe y de la salvación del hombre, condenando a quienes no profesen su fe divina, perfecta e infalible, haciendo de cada persona, persona muerta por el hecho de existir. Quizás por eso nos quieres matar, Francisco, porque somos pecadores. ¿Sabes lo que te digo? Primero contempla su alma ennegrecida y putrefacta, y luego nos hablas de Dios, porque ya no sabes ni qué es el amor, ni la misericordia, ni la empatía, sólo sabes a servir a tu amo, a Lucifer.

1, Juan, 2:22 nos dice: “¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es el anticristo, el que niega al Padre y al Hijo.” 

1, Juan, 4:3 señala: “Y todo espíritu que no confiesa a Jesús, no es de Dios; y este es el {espíritu} del anticristo, del cual habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo.”

1, Juan, 2:18 advierte: “Hijitos, es la última hora, y así como oísteis que el anticristo viene, también ahora han surgido muchos anticristos; por eso sabemos que es la última hora.”

Y, Mateo 24:24: “Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y mostrarán grandes señales y prodigios, para así engañar, de ser posible, aun a los escogidos”

Basten estos textos del nuevo testamento para demostrar que tú, Francisco, eres uno de los anticristos, como fiel servidor del señor de las sombras y a ti no debemos obediencia, ni sometimiento, ni fe ni consideración. Qué Dios cuide tu alma cuando mueras, aunque vivirás muchos años para nuestra desgracia porque te has inyectado agua salada en vez de ese veneno que nos recomiendas para ser buenos cristianos, pero tranquilo, Dios es grande y nunca olvida las afrentas que cometemos en esta vida. El tiempo pasa rápido, más de lo que piensas. Amén.