Bloque de derecha – Partido Popular

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Si alguien me pregunta cuál sería la política que seguirían SUMAR o VOX si obtuvieran el triunfo electoral, lo tengo absolutamente claro: Han sido transparentes y sinceros en el planteamiento de sus idearios, otra cosa es que gusten o no, pero en ningún caso nadie podría sentirse engañado.

Si la interpelación fuera sobre el PSOE de Pedro Sánchez, que no ha dicho nada hasta ahora para no perseverar en la mentira constante, apostaría por otro gobierno sanchista, comunista y de independentistas, en el que tendría que ceder ante la demanda del ERC de un referéndum de independencia camuflado como consulta popular; el protagonismo de Otegui, que sabe de su importancia: “se da la gran paradoja de que no hay Gobierno de progreso en el Estado español, si los que nos queremos marchar del Estado español y además somos de izquierdas, no lo sostenemos” …”Sin vascos y catalanes independentistas de izquierda, no hay Gobierno PSOE en el Estado y eso nos ofrece la posibilidad de negociar cosas”; el desaforado nuevo aumento de la deuda para subvencionar a ociosos perennes propuesto por Yolanda Díaz, a la que no considera una líder política de extrema izquierda pero que, en el triunfo o en el fracaso electoral, va a ser su enterradora política; y seguir legislando leyes injustas, entendiéndose por tales las que se hacen para beneficio exclusivo de una parte o un sector de la ciudadanía, en la que es el acusado quién tiene que probar su inocencia, como en los tiempos de Franco, típico de países autócratas.

Pero dónde estoy absolutamente perdido es en el programa del Partido Popular, que lleva diez años dando bandazos sin una definición ideológica definida. Núñez Feijóo es un político avezado, con el colmillo retorcido, que no sabes si sube o baja, nacionalista gallego que, sin aspavientos de ningún tipo, empezó a rotular en gallego y no en castellano las rúas, museos y organismo públicos, denunciado por incumplir las medidas a favor del español del propio programa de su partido, que privilegia (el privilegio no es signo de igualdad) a los transexuales en los incentivos para la contratación y apoya imponer la “perspectiva de género” en los planes de salud, que se siente cerca ideológicamente de la “nación de naciones” del BNG, que ha propuesto en diferentes ocasiones aislar a VOX de la política (incluso hay quien ha escrito, sin que nadie haya salido diciendo que es un bulo, que han existido conversaciones con el grupo Atresmedia para que excluyan a esa formación política de todos sus programas), que retiró el monumento a Juan Pablo II en el Monte del Gozo del Camino de Santiago, que ha declarado en varias ocasiones que lo ideal sería un “entendimiento” entre PSOE y PP, “ni sirvas a quién sirvió ni mandas a quién mando” dice un refrán español, que no sé si ha comprendido que España es algo más que Galicia, en dónde hasta hace poco los hombres estaban en la mar y las mujeres eran las pastoras, las vaqueras y el sostén en tierra de las familias, todo bajo el control del cacique del pueblo, hasta que Manuel Fraga dio carácter universal al invento de la barca de piedra que navegaba y el Camino de Santiago, y los jóvenes huyeron a las ciudades, volviendo únicamente en las romerías y fiestas patronales.

Influenciado por los anteriores presidentes del Gobierno Aznar y Rajoy, quiere abarcar un centro amplio que pretende sea desde los descontentos del Partido Socialista hasta el último de los votantes conservadores, cuando la experiencia ha demostrado que en España el “centrismo político” ha fracasado desde el primer momento de la Transición, en todas sus formas y siglas.

El comentarista político David Mejía escribe: “Si el PSOE es un líder sin partido, el PP parece cada vez más un partido sin líder, una diligencia que arrastra sus caballos. A estas alturas, es evidente que el problema del PP no es Vox, sino la ausencia de un liderazgo tenaz y de un proyecto consecuente que aviste en el horizonte algo además del fin del sanchismo”.

Un director de lidia en Las Ventas de Madrid es aquel que, además de torear, lleva la responsabilidad de colocar a los peones, marcar los tercios y hasta indica cuál es el puesto que deben guardar sus compañeros de terna. La semana pasada se presentó en un mano a mano ante un morlaco colorao, bravucón, de cuello alto, alzado, orgulloso de su cornamenta, que presentaba puntas de asta despuntadas por anteriores peleas en la dehesa, peligroso por el pitón izquierdo con el que tiraba derrotes tratando de enviar al torero a la enfermería, y un pitón derecho que se revolvía bruscamente a cada pase buscando, una y otra vez, gacho siempre, la arteria safena del diestro, provocando constantes interrupciones en la faena, que el lidiador solventó dándole la distancia precisa, sin ceñir el riesgo a su cintura y sin que la plaza sintiera la adrenalina del verdadero riesgo, dándole muerte, después de gritar al respetable que para acabar la corrida “no contaba con los extremos”, tras un pinchazo y estoconazo un tanto caído a la izquierda. El lidiador cortó una oreja, que ya es un buen triunfo en la primera plaza de toros del mundo, mientras el toro era silbado en el arrastre, incluso entre el ganadero, el mayoral y los que habían acompañado el desencajonamiento del astado.

Cuando llegué a mi casa reflexioné que no siempre los toreros tienen de compañeros de terna a quienes ellos hubieran deseado y que Feijóo, pese a atacar, en algunos sitios sin piedad, a VOX, es el clavo ardiendo al que muy probablemente se tendrá que agarrar si quiere dormir en la Moncloa, y hará que tenga que deglutir sus propias palabras por el mismo sitio que Camilo José Cela succionaba el agua de un barreño, prueba a la que ya ha sido sometida la nueva presidenta de Extremadura. Un verdadero líder delega funciones, pero nunca la responsabilidad derivada de esa delegación.

La ambigüedad de Feijóo tanto en temas nacionales como internacionales, es manifiesta y, al menos yo, no sabemos por dónde va a salir, si va a mantener un país subvencionado y gasto expansivo o si su objetivo es controlar la Deuda Pública y tratar de encajarla dentro de los parámetros europeos -qué lejos queda el 60% del PIB establecido en el Tratado de Maastricht-, si va a tomar o no decisiones impopulares o pretender quedar bien con Dios y con el diablo, luciendo en su solapa el PIN de la Agenda 2030, horterada parecida a la que era de uso común en la España de los años cincuenta y sesenta del siglo pasado con los escudos de los clubs de fútbol como símbolo de locura desmadrada en defensa de unos colores, el mismo que lleva el rey Felipe VI, Pedro Sánchez y tantos otros políticos partidarios de la nueva dictadura del capitalismo controlado por muy pocas personas en todo el mundo en un, cada día, más evidente Nuevo Orden Mundial.

Núñez Feijóo juega un catenaccio a la italiana, poblada defensa delante del portero, un líbero que despeje el juego y un punta al contraataque tratando de pillar desprevenido al contrincante, en resumen, una táctica netamente defensiva, sabiendo que el triunfo en el partido vendrá más por los errores del contrario que por los méritos propios.

Durante las últimos días transcurridos he venido exponiendo, de la forma más sencilla posible para que me entiendan personas de todos los niveles culturales, sin apasionamientos ni pertenencia a ninguna formación política, únicamente con mi libre albedrío y tratando de ser notario de lo que significa cada  sigla de las que se presentan a las próximas elecciones generales a nivel nacional, qué es lo que verdaderamente nos jugamos los españoles en esa cita electoral, en un mundo cambiante día a día en el que la democracia es el mejor de los sistema políticos conocidos, siempre que a su vez se domine el arte de subsistir dentro de ella, anteponiendo la libertad a cualquier otro condicionante que, enmascarado o no, alguien pretenda vendernos como el bálsamo de Fierabrás. Que usted lo vote bien.