Agenda 2030

Al margen de las estrategias políticas, que pretenden vendernos ideologías en papel de regalo con olor a rosas y petunias, es un hecho que las mentiras, que nos hacen escuchar e incluso nos hipnotizan, tienen las patas demasiado cortas. Existe una dicotomía entre la verdad y la mentira que siempre se pasa por alto con el cuentazo aquel de que toda creencia es cierta por el mero hecho de que se crea que es así, sin que hagan falta ni cuestionamientos ni análisis de sesudos analistas. Ya Husserl lo explica en las corrientes fenomenológicas, lo cual ha prostituido a carrera del conocimiento social y científico, haciendo que las falsedades se cuelen por doquier, envenenando vilmente nuestras almas y nuestras mentes.

Uno de los signos es la relatividad con la que se definen tanto el bien como el mal, haciendo creer que el primero se corresponde con el interés global del planeta, por encima de las prioridades humanas y de los seres humanos que tienen derecho a cubrirlas. Y no refiero sólo a las necesidades económicas, sino propias, espirituales y de salud mental, vivir en un mundo donde puedan experimentar el amor y la unión con sus semejantes, para así superar diferencias que son absurdas y estúpidas por sí mismas. Basta con que defender esas ideas globalistas tan bonachonas dividan a los seres humanos en colectivos y frentes opuestos para percatarnos de que lo que domina en estos intentos ideológicos no es la buena intención, sino la opuesta, es decir, la perversa, mediante el engaño y aprovechamiento de nuestra ingenuidad infantil.

En este sentido, lo bueno y lo malo se separan de manera drástica y está claro qué es lo que necesitamos y qué no, lo que es verdadero y nos conduce a la comunión con el sentimiento humano que nos une con nuestra especie y lo que es falso en sus fundamentos porque nos separa de nuestros semejantes y de nosotros mismos, lo cual nos conduce a autodestruirnos psicológica y emocionalmente hasta límites infinitos en nuestra existencia.

La gran pregunta es cómo se articula el mecanismo que pueda diferenciar las agujas envenenadas del trigo que nos alimenta y la respuesta es bien simple. Somos nosotros mismos los que encendemos la luz de la esperanza y la colaboración humana, esa a la que las élites tienen tanto terror (por eso intentaron aislarnos durante la plandemia, autorizan manifestaciones y encuentros según les conviene o hacen que las relaciones humanas sean tóxicas y conflictivas, al funcionar las personas como miembros de sectas dispares). Y es que la sociedad tiene un poder absoluto, es ese consenso secreto e inconsciente que el poder no detecta nunca el que sentencia a la muerte o libera, un acuerdo que está fuera de control y que está en la esfera íntima de cada uno de nosotros y con cada uno de nuestros allegados, donde la ideología del poder se dinamita y se fragua la desobediencia civil hacia las estructuras estatales.

Si realizamos una exégesis de lo ocurrido y las acciones de los gobiernos, podemos observar que el ritmo de imposición de la agenda 2030 no es fijo; en algunas ocasiones nos amedrantan y martillean con Reales Decretos día y noche, muchos de los cuales son secretos y expresados en términos tan vagos e ilegales que permiten a los de siempre desarrollar sus sucias jugadas con alevosía criminal, en otras nos dicen que acudamos a las urnas para les votemos y no para que los botemos (no sólo es la b la que marca la diferencia) y, en otras, cuando entramos en cuadros de pánico colectivo, aprovechan para vendernos su ideología de inspiración pseudo satánica, para someternos, porque es lo que pretenden. Está claro que el fin es siempre el mismo, engañarnos y programarnos como hacía Skinner con las ratas hace 100 con sus experimentos con crueles descargas eléctrica, pero el ritmo varía y se hace más lento cuando perciben que nuestra capacidad, muy superior a la suya (no olvidemos que somos 8 mil millones de personas y que ellos son cuatro gatos), puede ponerse en su contra. De hecho, uno de los mayores temores de quienes elaboraron los Protocolos de los sabios de Sion es precisamente que si los ciudadanos se dan cuenta de lo que desean hacer con tanto ardor, ellos automáticamente desaparecen. 

Los seres humanos tenemos un poder inimaginable. A pesar que no podemos ser dioses (creérnoslo sería caer en el primer postulado ideológico del satanismo puro y duro), si tenemos una facultad espiritual que a ellos se les escapa y que nunca podrán entender, al ser seres sin alma porque vendieron su voluntad a un ser oscuro e infernal, a cambio de poder y gloria, poder y gloria que son tan efímeros como las bellas flores de sus lujosos palacios. La vida es un proceso de inercia perfecto que conduce al crecimiento y al perfeccionamiento. Los seres humanos no sólo no aprenden de sus errores, sino de los ajenos y saben, en el fondo de sus corazones y sus conciencias, no sólo que les diferencia de otros inmorales y sin principios humanos, sino cuál es el propósito de sus existencias y qué huella han de dejar para el resto de la humanidad y de la historia. Intuyen que estar en este plano sólo para sufrir y ganar dinero es un fin demasiado estúpido y simple, teniendo en cuenta la complejidad del cosmos y de la inmensa verdad espiritual que fabricó sus esencias. El propósito no es sólo mucho más complejo, sino que requiere el concurso de nuestros semejantes. La vida tiene sus propios procesos y es indestructible. Dios no puede ser vencido, ni por fuerzas oscuras.

Por ello, en esta fase de la humanidad, en la que la mentira se nos muestra más desnuda y horrible que la misma verdad, en la que ésta se abre paso entre la mala yerba, haciéndonos creer que somos cuatro locos los que creemos en estas ideas románticas e infantiles, para muchos que piensan que el mundo es competitivo para todos, la consecuencia de nuestros errores y sesgos de juicios nos demuestran cuán equivocados estábamos al creernos el cuento de que lo mejor es obedecer. No, lo mejor es hacernos seres libres que deciden vivir en su misteriosa existencia, respetando la vida y actuando con amor con el resto de los humanos, sin que nadie gobierne a nadie y desarrollando nuestras capacidades analíticas y racionales para cumplir con las reglas de la vida, de la ley natural que nos sostiene por el mero hecho de ser seres vivos de este planeta con capacidad de inteligencia.

Es esa fuerza social la que ellos temen, es ese despertar el que no permiten porque saben perfectamente que, cuando la sociedad despierte de su falso sueño y se ponga en pie, los Estados y las siniestras manos que los mueven, cuyos dueños no dan la cara por sucios cobardes, se les acabará el juego y se impondrán las reglas de la democracia, las reglas de la mayoría.

Despierta entonces, abre tus ojos, mira bien a tu alrededor, abraza a tu enemigo porque el enemigo es otro que no conoces y ellos solos arderán en su propio infierno. Nadie puede desafiar las leyes de la vida y sí, existe una justicia divina.

 

1 Comentario

  1. “El Bien Comun”, es la falsa excusa del Poder para metertela doblada, otra cosa es que el presunto “Bien” sea bueno o malo o inexistente,

    Te quitan Libertades, Dinero, te agobian con infinitas Leyes , Multas, Obligaciones,,,,,y la excusa es siempre la misma el quimerico “Bien Comun”,

    Con la Distopica Ag2030 esto se ha visto muy claro, al menos para una pequeña minoria de “Puras Sangres”, esto es no VKNDs, sus 17 puntos hay que leerlos al reves y se podrian resumir en tres, DESPOBLACION , CONTROL y LIBERTICIDIO.

    En cuanto a los famosos “Protocolos de Sion” parece ser que fueron un invento Jesuita, una de las organizaciones que forman el Deep State y que en los tiempos actuales lleva la voz cantante, por encima de la Mafia Jazara, Nobleza Negra, Casa Reales,,,,y que actualmente no solo controla el Vaticano con El Papa Negro sino que tambien El Blanco, doble peligro, recuerden “Los Sacrificios son necesarios” nos dijo el actual sabiendo lo que iba a pasar con lo del Gamusino 19,

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