Se puede considerar que cuando alguien, ya sea en privado o en grupo, actúa de manera compulsiva obedeciendo una regla, una norma o una idea, lo hace por estos motivos, siguiendo la lógica: puede ser que la situación exija tal reacción por un peligro o la respuesta responde a un acto de devoción. Ya nos hemos referido al entorno de lo divino como razón por la que la capacidad de crítica y de observación queda completamente opacada por una necesidad urgente.

Imaginemos que el conocimiento fuese considerado un dios al que nuestro cerebro funciona de manera inconsciente y automática, sin mediar dogmas y rezos. ¿Nos encontramos con una nueva religión? Solomón Asch, en 1951, realizó un experimento en la universidad de Swartmore, en el que el que, mediante 50 sujetos y 50 rondas de experimento, expuso a los estudiantes a unas tareas lógicas en las que la respuesta era muy sencilla. Muchos de ellos fueron actores que conocían el fundamento del experimento y éstos dieron respuestas erróneas en el aula, en contrapartida con la correcta. El hecho de se dieran soluciones falsas, provocó que 37 de los 50 sujetos dijesen lo mismo, a pesar de ser conscientes de que era incorrecta. 

El grupo demuestra tal fuerza que, incluso una creencia falsa, provoca que todos los sujetos se alineen en la misma respuesta, sabiendas de su falsedad. Por supuesto que la inercia es superior a la intención de descubrir la verdad, realizar un análisis lógico o ver los fallos de razonamiento propuesto, aunque, en la mayoría de las ocasiones, este fenómeno se da en el marco de creencias prefabricadas de manera intencional; pueden ser informes pseudo científicos, firmados por autores o instituciones de gran peso para que las personas se lo crean: gobiernos, doctores de prestigio, tu propio sanitario, una enfermera, una persona exitosa, etc… En cualquiera de estos casos, no sólo no se cuestiona la conclusión, sino que, si los datos que explican cómo se llega al disparate se incluyen, los sujetos se quedan con “la carnecita” o conclusión hecha por otros sesudos, cuyas conclusiones se consideran misteriosamente divinas e incuestionables.

Hemos visto este hecho durante la plandemia covidiana: millones de personas se convencieron de la necesidad de seguir las normas del gobierno: no salir a la calle, evitar el contacto prolongado y frecuente con otras personas, usar el alcohol para limpiarse las manos de manera compulsiva, usar mascarillas en la vía pública, estar atentos a las cifras de muertos y contaminados, las cuales se constituyen en conocimientos sublimados y, la más importante, el beneficio de acudir a vacunarse por motivos de urgencia. Esta información, ofrecida en medios de comunicación a millones de personas, produjo el mismo efecto que el del experimento de Solomon Asch. Ellos ya sabían el modo en el que reaccionan los seres en esta situación, al entrar en una especie de trance hipnótico y se aprovecharon de estos conocimientos sobre el proceder de las personas.

La naturaleza del nuevo axioma es infinita, siendo la más peligrosa la asociada a la moral y al miedo a través del cual los sujetos se someten. Philip Zimbordo realizó un experimento en 1971 en la cárcel de Standford. Se seleccionaron 24 estudiantes a los que se les pagó 15 dólares diarios, 12 de ellos fueron prisioneros y los restantes guardias. Los prisioneros eran tratados como tales y todos los protocolos, incluidos los de desinfección y desparasitación. El esfuerzo de los guardias giraba en torno a no perder el control sobre éstos en ningún momento.  El segundo día hubo una rebelión y los guardias, en vez de actuar como antes, aplicaron castigos como castigos y humillaciones públicas; los sujetos ya no se rebelaron más y comenzaron a sufrir de síntomas de depresión y ansiedad; de hecho, hubo que suspenderse el experimento al quinto día. 

Asumieron la norma de la obediencia, como se asumió el conocimiento de respuesta incorrecta del experimento anterior y los síntomas reflejaban sentimientos de culpa. Siendo los guardias actores, cualquier persona que desarrolle el rol de inquisidor con un grupo de personas genera una relación en la que la regla de igualdad se rompe por completo y el maltrato queda completamente normalizado.

Ello también afecta a la consideración de otros grupos. Jane Elliot realizó un experimento en un centro educativo en 1968 sobre los comportamientos de discriminación. Dividió a los sujetos en dos aulas: los que tenían los ojos azules y los que los tenían de color oscuro. Expuso que, según un estudio, los del segundo grupo eran más limpios e inteligentes. El resultado fue que en este grupo se alinearon para mostrar la superioridad y dejar en mal lugar al otro grupo, en el que se elevó la inseguridad y bajó el rendimiento académico. Obviamente el informe que sirvió de fundamento era totalmente falso, pero fue más que suficiente para crear un sentimiento de superioridad de un grupo sobre otro. En plena plandemia, los que utilizaban mascarilla se sentían tan superiores a los que no se la ponían que, incluso, en una muestra de su poder, llamaban a la policía para denunciar al disidente. El mismo experimento, el mismo resultado.

En el caso de las respuestas de protección colectiva, éstas incluso desaparecen. John Darley y Bibb Latané (1968) descubrieron cómo las acciones de aviso de daño ajeno o de peligro se veían entorpecidas en grupo. Cuando un sujeto estaba en un aula para rellenar un cuestionario y salía humo, no dudó en avisar del peligro de manera rápida, pero cuando era un grupo la respuesta lógica era sorprendentemente mucho más lenta; igual ocurrió cuando, hablando con alguien por teléfono, éste, un actor, le comunicó que estaba en una gravísima alerta sanitaria: el sujeto aislado respondió sin dudar, pero no ocurrió lo mismo cuando se hizo en grupo.

 Es decir, que, en los casos anteriores, a mayor seguimiento de un conocimiento colectivo, los sujetos pierden su capacidad de protegerse frente a los peligros, incluso si son evidentes. Son muchas las personas que creen que “las vacunas son vida”. Cuando escuchan que alguien se ha muerto o ha tenido graves secuelas por haberse inyectado, se da una falta de reacción total, llegando al extremo de negar lo que escuchan o ven. 

La manipulación mediante información fantasma, en forma de conocimientos que siguen los protocolos científicos, aunque todo sea una farsa, tiene su efecto en los tres experimentos anteriores. ¿Cuántos informes no han justificado el uso beneficioso de mascarillas, la seguridad de las supuestas vacunas covidianas, la conveniencia de protegerse ante futuros brotes pandémicos u otros peligros que están por venir, sin que la población se haga un planteamiento crítico, todo porque, como siguen tales procedimientos, dichas conclusiones se consideran ciencia? Y la ciencia, en sí, es lo que guía el quehacer de muchas personas, al adoptar dichos postulados como necesarios, al estar demostrados en supuestas evidencias que se dan por hechas, aunque no se hayan mostrado nunca. 

Todo ello demuestra varios hechos de muy especial relevancia: primero, la existencia de una religión a nivel cognoscitivo; segundo, que ésta no tiene ni un solo rito que no sea la fuerza que da que la masa sostenga un mismo principio de adaptación y protección a una situación real o hipotética y, tres, que todo juicio lógico a esta conclusión se da por supuesto, hasta el punto de que, cada cual, saca sus propias conclusiones, de acuerdo con sus miedos e inseguridades. Así, algunos creerán que es mejor creerse que todo lo que diga el gobierno tiene un propósito y que éste actúa así por alguna razón muy poderosa que va saliendo a la luz y otros se basarán en los fundamentos científicos de los grupos profesionales (médicos, abogados, jueces…), como conclusiones de sesudos muy preparados.

El peligro es la generalización de la estupidez, hasta niveles infinitos, para crear una sociedad fanatizada y, al mismo, tiempo, generar mecanismos de protección de dichas creencias que quedan sublimadas a niveles muy preocupantes.

El conocimiento social tiene entonces ese ingrediente hipnotizador e irresistible que las élites utilizan. Si, además, cambian el significado de las palabras a sus opuestos, crean nuevos términos que se ajustan a los nuevos dogmas sociales y castigan a quienes no compartan estos puntos de vista, ni la sabiduría, ni la intuición, ni la crítica, ni el análisis lógico ni la resistencia se produce, más bien lo que se intensifica es la resiliencia ante el daño provocado por estas ideologías satánicas. 

Pensemos en la agenda 2030 y sus 17 pilares y entenderemos que los seres humanos han de superar este nivel de primitivismo colectivo, para aprender a pensar por sí mismo y decidir con qué idea se queda y cuál no cree. Salir de esta tendencia es obligatorio para no caer en las perniciosas trampas de la pereza mental de quien incurre en prácticas cognitivas propias del lado más oscuro.

 

4 Comentarios

  1. “Es la Ley” responde La Borregada y/o los Tecnicos del Sistema, similar a la “Palabra de Dios” que dicen los Curas y demas, como si con eso estuviera ya zanjada la cuestion,

    Esto pasa si te resistes al Bozal actualmente y antes con El Secuestro, los Pinchazos debilitadores,,,,,etc

    Una cosa es que sea Legal y otra Justa, por ej, antes hablar mal del Rey te podia costar la cabeza por traicion o si decias algo cuestionando la Doctrina Catolica te podian hasta quemar,

    Los Verdugos dirian como buenos Tecnicos del Sistema que ellos solo cumplen la Ley y si el descabezado o el incinerado hubiera hecho lo mismo, el no hubiera tenido que ejecutar la sentencia, la culpa es de la victima siempre,

    La Ag2030 es la Hoja de Ruta que una Elite muy oscura y malvada mas alla de todo limite que ha decidido llevar a cabo un reseteo de La Humanidad basado en Despoblacion a traves de las VKNs, Transgenicos y Geoingenieria principalmente ademas de Liberticidio/Control Total

    • No es ni legal es aparentemente legal pero no lo es.
      Es la ley ¿no? la ley del más fuerte diria yo pero a veces el perro muerde y ese perro ya es lobo.

  2. Estando de acuerdo con el artículo, no podría rebatirlo puesto que así funcionan las sociedades y los grupos, ya dijo alguien que no recuerdo que “en los grupos solo se suma la estupidez”

    El problema o la virtud de la naturaleza humana es que es inmutable, por lo tanto éste comportamiento dura y tiene su efecto hasta que contraría a la propia naturaleza humana.

    Es indudable por tanto que el mecanismo de control más efectivo en una sociedad es por tanto apropiarse de la espiritualidad y su consecuencia material, la moral. La expectativa de un crecimiento personal infinito dentro de unas reglas morales. Como vemos el asunto está inventado y aplicado hace mucho tiempo.

    ¿En que se diferencia éste mecanismo de control social del actual? En la aceleración del tiempo y la artificialidad moral e intelectual hasta el punto creer posible el oxímoron”inteligencia artificial”.

    La expectativa espiritual es lenta en el tiempo, la expectativa material es acelerada en el tiempo.

    La nueva moral impuesta a la fuerza provocará la depresión de la sociedad. Según mi teoría la depresión es un mecanismo natural que sirve para recordamos que nos hemos apartado de nuestra esencia, y por lo tanto destinada a forzarnos a buscar la plenitud partiendo desde cero. Sólo los.mas fuertes lo consiguen, pero eso también es esencia de la naturaleza universal que condiciona al humano frente al indefinido orden cósmico.

    El hombre nace pleno en si mismo, congenitum ingenierum, “conócete a ti mismo”, todo lo demás son subproductos.

    • El conocimiento de uno mismo permite recuperar los talentos innatos (congenitum ingenierum) desperdiciados en el camino por las creencias.

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