Seres al servicio del placer

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¿De dónde viene el principio del placer de las leyes como el sí es sí o la ley trans? Más allá de los fundamentos legales y pseudo constitucionales, existen otros que ponen los pelos de punta.

En este apartado cerraremos el concepto para que quede completamente comprensible. El sexo es fundamental en la vida de todo satánico al ser una de las formas de placer absolutas, extremas, desconcertantes y claves para nuestra especie, sobre todo para nuestra existencia futura. Pero, para los satánicos se convierte en toda una obsesión que les obliga a elaborar complicadas teorías. Nos centraremos en el apartado de la obra de Antón Szander, titulado “Sexualidad satánica” (pp 72-84) y en las aportaciones de autores como Foucault y precursoras de movimientos como el feminismo o el LGTBI, muy coincidentes y no por casualidad.

Comencemos: “El Satanismo aprueba cualquier tipo de actividad sexual que tienda a satisfacer adecuadamente todos tus deseos individuales ya sean heterosexuales, homosexuales, bisexuales e incluso asexuales, si lo prefieres. El Satanismo aprueba también cualquier fetichismo o desviación que enriquezca tu vida sexual, siempre que en ello no se vea inaplicado a alguien que no desee tomar parte en ello.” Si analizamos la expresión “cualquier tipo de actividad sexual”, es evidente que incluye todas y algunas no nombradas como la zoofilia, la pederastia o la necrofilia. Desde este punto de vista, todas las orientaciones sexuales son aceptables porque todas responden a la liberación de la líbido (en los términos del psicoanálisis). Recodemos que el bien y el mal no existen, para los satánicos son la misma cosa y todas estas preferencias eróticas, incluyendo todas las modalidades inimaginables, serian muestras del mismo elemento como expresión libre de que el ser humano se expresa sexualmente como  un animal instintivo que no se plantea si lo que hace es bueno o malo para sí mismo, sin moral alguna. Cuando nos señala “siempre que en ello no se vea inaplicado a alguien que no desee tomar parte en ello”, no nos habla del consentimiento o de la autorización, sino que el sexo es un ejercicio de libertad y quien lo practica lo hace en esos términos, suponiéndose que no existe ningún tipo de represión y que el fin de todas las desviaciones posibles es enriquecer la vida sexual en términos de asociar experiencias, conocimientos y aprender al fluir en el mundo del placer. Es este consentimiento, valga la redundancia, el que aparece reflejado en la Ley del Sí es sí de Irene Montero. Profundizaremos más en este aspecto.

“El Satanista no defiende la violación, acoso sexual a menores de edad, relaciones sexuales con animales, o cualquier otra forma de actividad sexual que implique la participación de personas que no se presten voluntariamente. Si eres consciente de todas las implicaciones, ventajas, y desventajas, y estés seguro que tus acciones no harán daño a quien no desee o se merezca dicho trato, no tienes razón alguna para suprimir tus preferencias sexuales”. Este párrafo es un auténtico delirio porque si hay seguridad en que la acción no va producir daño alguno en quien no desee (podemos violar a un niño, a un perro o a cualquier animal porque sabemos que la experiencia le va a ser placentera…), las razones para evitar dichas prácticas se anulan dado que no hay que sentir culpa alguna. Recordemos los miles de casos de curas y sacerdotes de la Iglesia católica que son y han sido pedófilos y las preferencias sexuales en las celebridades que figuran en el caso Epstein, como actores y políticos de tan alto calibre como Hillary Clinton. Pero aún hay más, señoras y señores…

“Si todo el mundo tuviese un momento y lugar con el único propósito de darse gusto y complacerse periódicamente en sus placeres personales, sin temor al reproche o a avergonzarse por ello, estarían lo suficientemente libres de llevar vidas sin tipo alguno de frustración en el mundo cotidiano”, es decir, nos habla de un derecho que han de tener todas las personas por derecho natural. En este sentido Judit Butler en su obra “El género en disputa, el feminismo y la subversión de la identidad”, nos detalla ejemplos de los cimientos satánicos antes descritos.” La teoría de Ia dimensión semiótica del lenguaje de Kristeva en un primer momento parece basarse en premisas lacanianas únicamente para establecer sus límites y para proporcionar un lugar de subversión específicamente femenino de Ia ley paterna dentro del lenguaje. Para Lacan, Ia ley paterna articula toda Ia significación linguística, denominada «lo Simbólico», y se convierte de esta manera en un principio organizador universal de Ia cultura. Esta ley genera Ia opción de un lenguaje significativo y, por consiguiente, de Ia experiencia significativa, mediante Ia represión de los impulsos primarios de Ia líbido, incluyendo Ia dependencia absoluta del bebé respecto del cuerpo materno. Así, lo Simbólico se hace posible al rechazar Ia relación primaria con el cuerpo materno. El «sujeto» que emerge como resultado de esta represión se transforma en un portador o proponente de esta ley represiva” (apartado “La política corporal de Julia Kristeva, p 173). Se introducen varios aspectos. Primero es la cultura como aspecto básico, en este caso como factor de represión cuando el recién nacido, niño o niña, se ve compelida a obedecer la ley del patriarcado, la misma que reprime toda forma de homosexualidad y, al mismo tiempo, impone la fuerza de la figura masculina por encima de la femenina. Para Lacán el sexo es poder, es un constructo cultural, esencial para entender las aclaraciones que luego vendrán al respecto. Mas, sin ir más allá, se emplea el término represión y autoritarismo o negación de la figura de la mujer y de todos aquellos sujetos que no se acojan al machismo dominante, que obliga, de acuerdo con esta versión cargada de odio hacia el varón, a adoptar la heterosexualidad como tendencia sexual lógica. Esta limitación rompe con la permisividad satánica, en la que todas las orientaciones son igualmente válidas e introduce un elemento de odio en el que hay que destruir al enemigo, al varón que defiende la cultura tradicional, aunque para ello haya que elaborar leyes que permitan que las minorías puedan desarrollar sus derechos. ¿No suena esto a la ley trans del ministerio de igualdad y a los delitos de homofobia y transfobia?

En el apartado “Foucault, Herculine y la política de discontinuidad sexual” nos señala en la página 198 esta interesante idea: “En Iugar del «sexo» como Ia causa continua y original y Ia significación de los placeres corporales, presenta Ia «sexualidad» como un sistema histórico abierto y complejo de discurso y poder que genera el termino equivocado de «sexo» como parte de una táctica para esconder y, por lo tanto, mantener las relaciones de poder”. Si el sexo es una forma de poder e identificarse con uno de ellos, masculino o femenino, es una manera de someterse al poder del patriarcado cultural y manifestarlo, en sí el acto de identificación no responde a las necesidades del sujeto en los términos vistos de acuerdo con el satanismo, es decir, que, del mismo modo que el cristianismo es considerado un enemigo de todo lo luciferino, igual ocurre con la cultura que crea la fantasía de que alguien se crea hombre o mujer. En este caso, nos podemos preguntar si existe alguna solución para esta incongruencia que deja, automáticamente, al sexo libre de contenido, al ser éste de naturaleza prefabricada e impuesta.

En el apartado “Monique Wittig: desintegración cultural y sexo ficticio” comienza argumentando: “Simone de Beauvoir afirmó en El segundo sexo que «no se nace mujer: llega una a serlo». La frase es extraña, parece incluso no tener sentido…¿Cómo puede una llegar a ser mujer si no lo era desde antes?…”(p 224); “Obviamente, Beauvoir únicamente quería decir que Ia categoría de las mujeres es un logro cultural variable, una sucesi6n de significados que se adoptan o se usan dentro de un ámbito, y que nadie nace con un género: el género siempre es adquirido” (p 225). Por lo tanto, lo que se adquiere no es el sexo, sino el género y éste es cultural. ¿Hasta qué punto el sexo biológico es independiente del género? “Por ejemplo, si el sexo y el género son radicalmente diferentes, entonces no se desprende que ser de un sexo concreto equivalga a llegar a ser de un género concreto; dicho de otra forma, «mujer» no necesariamente es Ia construcción cultural del cuerpo femenino, y «hombre» tampoco representa obligatoriamente a un cuerpo masculino. Esta afirmación radical de Ia división entre sexo/genero revela que los cuerpos sexuados pueden ser muchos géneros diferentes y, además, que el género en si no se limita necesariamente a los dos géneros habituales. Si el sexo no limita al género, entonces quizás haya géneros -formas de interpretar culturalmente el cuerpo sexuado- que no estén en absoluto limitados por Ia dualidad aparente del sexo”. Es decir, que un hombre puede ser por género hombre o mujer y ésta lo mismo, de modo que su sexo biológico no determina absolutamente nada. Y va más allá cuando anula la dualidad aparente del sexo, postulada por la cultural patriarcal. En esta suerte de delirio satánico, que va más allá de la biología más elemental, lo que se busca es extremar la expresión del deseo sexual porque no ha de tener límite alguno y cada cual puede ser quién desee ser y, de este modo, disfrutar de todos los placeres, siguiendo los principios del satanismo. Si para ello hay que sobrepasar cualquier criterio científico como el ADN XX o XY  y si es necesario imponer estos principios diabólicos en los centros escolares explicándoles a los niños que su sexo biológico no es determinante, que pueden sentir placer cuando tienen contacto con niños o niñas de su mismo sexo y que pueden optar por el género que deseen, estando el Estado obligado a proporcionarles tal posibilidad mediante el cambio en la forma de vestir, de nombre, la hormonación de acuerdo con el género deseado y, finalmente, la mutilación del clítoris y los pechos, en el caso de las niñas, y del pene de los niños, nos encontramos con que, ante la existencia de leyes que instauran estos principios del satanismo  en las normas que regulan los currículos de los estudiantes de manera longitudinal (en todas las asignaturas), lo diabólico es lo que ordena a los gobiernos que su falsa ideología de bandera haya de ser impuesta sí o sí. Si además de ello, se incita a la masturbación desde muy temprana edad, así como se les invita a la pornografía y a la adicción al sexo, nos encontramos con la puesta en práctica del satanismo en la misma identificación del sujeto, el cual está facultado para ejercer su derecho y no es personal, sino que es impuesto por las normas penales, en el nombre de la no discriminación. ¿Quién da más en esta realidad que hace realidad los postulados que nos propondría el mismo Lucifer, bajo la orden de ministerios como el de igualdad o de la agenda 2030?

Por otra parte, abrir la posibilidad al sexo no binario es hacer saltar la caja de Pandora y crear todas las opciones de género que se les ocurra a la ONU y a todas las organizaciones privadas que establezcan como, en función de cada deseo, existe uno distinto. Dado que para Witting “no se nace mujer” (p 227) (ni hombre tampoco…) y que  “una lesbiana va más allá, según ella, de Ia oposición binaria entre mujer y hombre; no es ni mujer ni hombre; pero, asimismo, no tiene sexo; trasciende las categorías de sexo”(p 227) y que igual se aplicaría este principio a un gay, con mayor motivo estos grupos han de ser protegidos al dejar de ser binarios por los delitos de homofobia y transfobia cuando son cuestionados o sientan que alguien lo hace, al violar un principio luciferino.

Por otra parte, la noción del cuerpo ha quedado vaciada de contenido si se concibe el sexo, tal como lo han explicado ciertos autores sectarios, como manifestación del poder y de la noción cultural que representa éste, acudiéndose al concepto platónico que separa al cuerpo del alma y dando muy poco valor a aquél. Nos dice Foucault en su obra Vigilar y castigar: “No se debería decir que el alma es una ilusi6n, o un efecto ideol6gico. Pero sí que existe, que tiene una realidad, que esta creada de manera perpetua en torno, en la superficie y en el interior del cuerpo por el funcionamiento de un poder que se impone sobre aquellos a quienes se castiga” (p 264). Siendo el alma la prisión del cuerpo, la cultura crea una ideología política sobre éste, que acaba por hacer que exprese tal concepto, es decir que lo que se considere pecaminoso depende de la definición socialmente admitida, si se lograra, de acuerdo con Foucault, liberar dicha alma, abrirla a su ser natural, a la búsqueda de su satisfacción plena y absoluta, siguiendo normas sagradas, el cuerpo sería una expresión de ésta, de modo que su definición no ha sido aún plasmada. Esta sublimación de lo físico como representación de lo espiritual no sólo supone para estos autores un hálito de libertad absoluta, sino el reconocimiento de la verdad que ansía el alma y, por ende, nuestro cuerpo. ¿Tiene ello algo que ver con los tratamientos hormonales a los adolescentes que desean un cambio de sexo y las mutaciones para realizar el paso transexual? Es evidente que ambos conceptos guardan un relación conceptual muy estrecha y esta idea sería la noción ontológica que explica muchos de los aspectos que los países ponen en práctica para postular la igualdad sexual, términos que no guardan ninguna relación lógica, tal como ya sospechará mi estimado lector y que sirve para estipular una idea sagrada por parte de quienes deseaban revolucionar la sociedad, anclada en principios victorianos y de naturaleza cerrada, para crear otros basados en el despropósito de los pagano y la burla de la ley natural más básica que protege y da vida al ser humano.  

Para finalizar, el Feminismo o igualdad de hombre y mujer, sería una expresión de la libertad con que el odio satánico porque se considera que es justo vengar el abuso de la cultura patriarcal en una guerra social entre hombres y mujeres, de modo que los primeros son consideraros enemigos y sospechosos de defender postulados que van en contra del satanismo, razón por la que se crean leyes como el plan contra la violencia de género, denominada “viogen”, el establecimiento de tribunales especiales para varones, los cuales son considerados culpables de los delitos que pudiesen cometer si son acusados por una mujer o cualquier otro disparate que se le ocurra al gobierno en esta contienda donde el odio convierte a todos en enemigos, sin entrar en investigar detalles. Por supuesto que el resto de las víctimas desaparecen y las estadísticas se centran sólo en los feminicidios por muy pocos que sean en un año. 

Este fenómeno da paso todo lo anterior, abre una puerta hacia el movimiento wok y todo lo relativo a la libertad sexual  y énfasis de la felicidad en este aspecto, de un modo obsesivo y destructivo, los mismos principios de los protocolos educativos en muchos países occidentales que amenazan con acabar con la cordura e imponen la locura en forma de felicidad y libertad infinita, como forma de activar  las formas de manipulación de masas para que la entidad estatal pueda crear el pensamiento único.

Se observa, a modo de conclusión, como la filosofía en sus diversas formas, los principios de liberación sexual iniciales y lo señalado en la biblia satánica coinciden en todos los aspectos. En este sentido nos podemos preguntar dónde comenzó la secuencia, si fue Hegel el precursor de estos principios o si él bebió de ellos y ya existían no desde hacía poco sino milenios atrás. Establecer una estrecha relación entre estos aspectos es esencial para entender que todo es en realidad una unidad indivisible y que el análisis crítico de la realidad es ahora más necesario que nunca.

Por este motivo todas las leyes de Irene Montero, así como las aprobadas por las Comunidades Autónomas han de ser derogadas. De lo contrario ya sabemos muy bien quién manda en todo esto: Satanás.