Jacob Schiff, nacido en el seno de los Rothschild, viajó a los EEUU a los 18 años para instaurar la Banca central de esta familia, o Reserva Federal, pero sus planes eran otros. En 1865 tenía como objetivos crear grupos antagónicos en todos los países, destrozar la religión cristiana y buscar a hombres encantadores de serpientes para imponer su plan. Volviendo al divisionismo, es una variable constante en la historia: izquierda y derecha, PP y PSOE, gays y heteros, LGTBIQ+ y delincuentes de odio, buenos ciudadanos y disidentes, blancos y negros, gays y musulmanes, etc… Las dicotomías son tan amplias como disparatadas, pero la gran pregunta es a qué responden.

Los que profesan estos principios adoptan la religión del satanismo de manera pura y cruda. Tanto los Illuminatii, como los masones y muchas sectas secretas practican estos dogmas, que no son principios ni ideológicos ni políticos, como muchos podrían creer, sino espirituales. Este aspecto es el menos estudiados de quienes defienden la agenda 2030, una manifestación ante la sociedad de estas sectas que adoran a Satanás.

Uno de los principios básicos es que tanto el amor como el odio son sentimientos legítimos y que, por tanto, el rencor no ha de ser reprimido sino liberado como se hace con la lívido, a través de la sucia ideología LGTBIQ+ y otros impulsos mal nacidos. Dado que sus sentimientos son crueles y están guiados por intereses puramente personales, sólo es posible que funcionen de acuerdo con la hermandad de la revolución francesa que ellos crearon cuando todos persiguen lo mismo y están unidos porque pertenecen a la misma secta; ello no excluye que existan conflictos entre ellos y que se maten si es necesario, teniendo en cuenta su escasa capacidad para resistir la frustración o la contra de otros, especialmente en situaciones donde su poder depende de otros.

No podemos olvidar que su poder reside en que nosotros les alimentos con nuestro odio, nuestro miedo y desesperanza, que no son más que manifestación de falta de fe en el amor, lo que más le aterra porque no lo poseen ni lo entienden. Necesitan, como mayoría, de un pueblo dividido y enfrentado en segmentos, técnica muy peculiar al ser utilizada por los regímenes fascistas y comunistas, que son lo mismo, que fue llevada a los EEUU tras los juicios de Nüremberg en el proyecto Paperplik para instaurar el nazismo en todos los lugares del mundo, por sus éxitos de manipulación de masas y ahora seguimos en lo mismo. 

Vuelvo a repetirlo, ellos son cuatro gatos y nosotros millones, pero estamos divididos y eso es la puerta de que, sin saberlo, acabemos adorando a su misma luciferina deidad. Algunos ya nos hemos dado cuenta de ello, pero faltan muchos. Actualmente ocurre lo mismo; los partidos políticos son manifestaciones de estos movimientos sectarios e ideológicos en el marco de la indefensión del ciudadano que no sabe que pueden autogobernarse de manera solidaria, ignorando a un grupo de sátrapas esclavizantes que nos someten a la estupidez. Todo es una representación teatral, un guion tan viejo como los masones desde que se fundaron en 1713 en Londres y el fin no es otro que ellos sigan con el poder, con el poder espiritual porque piensan que su religión, la satánica, es la mejor y más perfecta, por lo que nos tratan como infieles e ignorantes, peor que a mascotas de experimento. Simplemente nos desprecian y se ríen de nosotros cuando actuamos de manera tan torpe e ilusa.

Pero entre ellos no gobierna el amor, como antes dije, sino la competitividad al más puro estilo del capitalismo salvaje y, a la hora de mostrarnos sus bellos disfraces de corderos inocentes, no saben como engañarnos y, mientras más despiertos estemos, más difícil lo tienen. Es por eso que vemos como se sacan los ojos ante nuestras narices y muchos aplauden como focas, como gozaban los romanos cuando veían matar a los cristianos o esclavizaban a los enemigos. Nada ha cambiado realmente.

Los últimos eventos en Podemos, absorbido por Sumar, es un ejemplo: las puñaladas traperas en la llamada izquierda de los derechos son un clamor y eso que no han perdido las elecciones; las peleas entre PP y PSOE por reclamar su falso terreno ideológico o las discusiones dentro del PP entre quienes optan por Vox y quienes los odian es un grito de guerra que los corroe desde dentro. Estamos asistiendo a un espectáculo de odio entre sectas que no tiene nombre y, si ninguna de ellas es capaz de salirse de sus rencores personales y guardan su venganza debajo de la manga es porque actúan como les recomendaría el mejor de los satanistas. Después de todo, a los que dirigen el mundo y controlan el poder económico y el político no les interesa los pequeños grupos que crean para sus fines, son usados y pasan por la guillotina (ver artículo anterior). Los destrozan sin más.

La gran pregunta es si podemos confiar en quienes no piensan en otra cosa que no sea sus intereses corporativos, a los que obedecen como zombis sin corazón y, por supuesto, mucho menos van a tener en cuenta el bienestar común. Todos los procesos electorales son un fraude de principio a fin y todos han de quedar desangrados porque hay que convencer a una masa que creen ignorante y el espectáculo debe ser lo más llamativo posible (nos tratan como niños y muchos son los que lo permiten). Es el reino del odio en el que el espectador goza y, de paso, imita y acuchilla por la espalda a quien le han dicho que es su enemigo, ya sea en las redes sociales o a través de las denuncias falsas. De este modo, actuamos como ellos lo hacen, sin amor, sin respeto, sin tolerancia y de manera tan salvaje que a muchos les da ese gustito de sentirse vivos cuando expresan sus opiniones descerebradas y fuera de lugar. Es así como al final el pueblo condenado a su lamentable suerte escoge a sus verdugos de turno, bien pagados y guiados para nos sigamos matando entre nosotros para hacerles el trabajo más fácil, porque a ellos les cuesta mucho trabajo y necesitan de nosotros: son torpes, ambiciosos, malos y se equivocan tanto que ni sus planes demoniacos les salen a la primera.

Por todo lo anterior, qué se saquen los ojos hasta quedarse ciegos y que nos dejen actuar al margen de su narcisismo psicópata y retorcido, empleando nosotros el amor y la solidaridad. Cada una de sus víctimas, entre sus ataques viscerales con ellos mismos, es una gran noticia y nos demuestra que nosotros tenemos el poder y que podemos emplearlo para que se vayan de una vez al infierno.

Sirvan estas palabras de reflexión y seamos uno solo porque ellos están divididos en seres que se destruirán algún día. ¿Lo vamos a hacer nosotros como ellos también?

4 Comentarios

  1. … Y ahora ya nos tienen preparada y a punto la Tercera Planguerra Mundial. Nos dirán cualquier sinrazón para justificarla y, si no conocemos la carta de Pike a Mazzini, seguiremos sectarizados, fanatizados, tragando bola tras bola, enfrentados y matándonos al servicio de los genocidas banqueros satanistas

  2. No son “cuatro gatos”. El 10% de la población, digamos “humana”, son demonios (los profanos los llaman psicópatas). Esto explica, en gran medida, las desgracias por las que pasa la Humanidad desde hace milenios. Es decir, ahora sobre este planeta hay unos 800 millones de demonios. Y en España, unos 5 millones. Como podemos ver, los números cuadran.
    Hispanos, Resistencia.

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