Mi hijo el nini habla como un obrero. Pero no como uno de la acomodada y terminal socialdemocracia del siglo XXI en el que vivimos, no. Habla como si fuese un peón de fábrica de Liverpool de 1830, con el rostro y los pulmones llenos de hollín y las manos empedradas de callos, que tras una jornada interminable de duro curro físico vuelve extenuado a una casa insalubre donde se hacinan sus hijos asilvestrados y asediados por enfermedades sin tratar a los que apenas puede ofrecer una escudilla de comida y una pizarrita para que vayan al cole con un chusco de pan hasta que entren en la fábrica con once o doce años. O venga, va, para no exagerar digamos que habla como un obrero desesperado de Reinosa y Sagunto a finales de los ochenta, de cuando los políticos acometieron la “reconversión industrial” (convertir a no industrial) para que nos dejasen ser europeos con unas palmaditas.
Le pido que ordene y adecente su habitación con sus suaves manos y sus piernas depiladas, que arregle ciertas gestiones para las que se le está acabando el plazo, que busque trabajo o estudie algo, pero está demasiado ocupado con el activismo de la lucha social, la ecológica, la feminista, la antirracista y la antifascista. Sospecho que pasa demasiado tiempo escuchando a otros autopercibidos obreros extenuados, como ese de esas desgarradoras fotografías de sus clases de equitación de cuando era niño, o el internado de lujo al que lo enviaron de adolescente. Sí, aquel que durante el secuestro estatal covidiano salió a una ventana a gritar furiosos gritos de desprecio y de reivindicación “de clase” a otros secuestrados que simplemente hicieron sonar el himno de su propio país. Un tal Yago no sé qué, una vida sacrificada ejemplar y unos modales exquisitos, con su última versión de iPhone en regla.
Que a todos esos “concienciados de clase” luego los escuchas y lees razonar con gran desprecio que el mapa de voto en EEUU o el de Castilla y León de hace tres años lo que reflejan es la abundancia estadística de toscos e ignorantes habitantes de campo asociada al color del voto. Que en los estados cultos donde se encuentran las universidades “prestigiosas” (cría fama…), los urbanitas cosmopolitas y las grandes industrias donde la herramienta fundamental de trabajo es una parte aislada del cerebro (tecnológicas, financieras, del entretenimiento, la comunicación) están los intelectualmente evolucionados, por encima del bien y del mal, que por supuesto son los que saben votar y saben lo que les conviene a esos paletos de la “América/España profunda” mucho mejor que los propios paletos. Y oiga, cuando les haces la observación de que sus comentarios rezuman un clasismo “fascista” y prejuicioso hacia las personas que- según sus teorías- no han podido cultivarse como ellos por las razones que sean, o les recuerdas el detalle de que Castilla y León siempre queda arriba y destacada en el informe PISA, te bloquean o silencian. Ni siquiera te queda ocasión para enviarles los vídeos de las calles saturadas de personas “sin techo” y destruidas por el fentanilo en esos estados de divinos seres intelectuales, cultos y moralmente superiores que votan como Dios (¡oh, no, Dios no, por supuesto!) manda, eso sí, en sus barrios tranquilos inaccesibles para los indigentes y los zombies fentanílicos.
¿Y mi hija?
Mi hija habla como una joven de una aldea yemení, afgana o del Congo, impedida de ir a la escuela, casada en la preadolescencia y pariendo sin descanso, con la violación y la violencia a la vuelta de cualquier esquina y con la guadaña del crimen de honor silbando cerca de su cuello por defecto. Habla a diario de “más derechos”, como Groucho Marx pidiendo ¡traed madera!, pero no es capaz de precisar y concretar qué derechos son esos que necesita fervientemente. Venga, de nuevo para no exagerar dejémoslo en que habla como una mujer española de 1920 que madrugaba para acarrear leña y carbón y lavar a mano en el río los pañales de su prole sin posibilidad de elegir otro destino para su vida.
En este caso sospecho que pasa mucho tiempo escuchando a alguna influencer de pelo planchadito, maquillaje impecable, cejas perfiladas, camisetas con escote, deje pijo y expresión facial de autoestima ilimitada que también dedica tiempo a convencer a las jovencitas y no tan jovencitas de lo oprimidas que están y lo desdichadas que son, y lo necesario que es que consagren sus existencias a “cambiar la vida de la gente”, como dijo cierta ministra extralimitada que organizaba caros viajes feministas pagados con dinero público a una zona turística y comercial de Nueva York y no a una carretera rural de Pakistán.
En cualquier caso mi hija tampoco dedica nada de tiempo a colaborar en casa, pues tiene una vida social muy activa, y además está ocupada también comprando a diario sushi, aguacates, mangos, tofu, semillas de chía y ese tipo de cosas. Porque la chica afirma tener una gran conciencia ecológica y de salvación del planeta, razón por la que no seré abuela, pero casualmente se decanta por todos esos alimentos que se traen del quinto carajo. Será por eso que cualquier conversación sobre la terrible situación del campo español no llega a ninguna parte con estas jóvenes generaciones concienciadas de clase, inclusivos y ecológicos sin fronteras a las que les importa muy poco dónde y cómo se cultivan los alimentos que consumen, y cómo se transportan, o cómo se fabrican los móviles cuya última versión siempre deben poseer o los trapitos de moda que tienen que renovar cada año para no deprimirse.
Pero lo peor de todo es que mi hijo y mi hija hablan como un híbrido de Hitler, Stalin, Franco y Xi Jinping. Sí, tal vez influidos por el pijito de la equitación o la oprimida maquillada o algunos intelectuales moralmente superiores que viven literalmente de los estudios de género, la “lucha” de clases, el observatorio tal, el panfleto cual, la organización no sé qué financiada por no sé qué misántropos (filántropos, se hacen llamar) y demás entelequias, sugieren, o más bien preparan el terreno para ello, censurar en las redes a todos esos internautas “de extrema derecha reaccionaria” -etiqueta adjudicada por ellos- que sorben el seso de los hijos de otros con la preocupante consecuencia de que acaban “hablando como un señor de VOX”.
Pero oiga, psst, psst, entre nosotros. Lo que les pasa a estos chicos y a sus gurús de referencia, los pijines “progres” y los asalariados y subvencionados del activismo falaz, es que nadie les ha tosido nunca, que lo han tenido todo, que vivían muy cómodos y triunfales en los recientes lustros de dictadura de lo políticamente correcto donde el estatus moral-social se adquiría automáticamente a costa de repetir como loros determinadas cosas, donde la gente racional y analítica se autocensuraba o donde había muy pocos lugares y ocasiones para expresar las opiniones propias y reales. Y ahora que se oyen voces que hablan con bastante libertad desde la racionalidad, la inteligencia, el realismo y la noción de lo justo más puros y libres, estos activistas que son incapaces de articular una frase que no sea una consigna prefabricada o una palabra mordaza -que han perdido pólvora, lo cual los desespera- están tan desarmados dialéctica y argumentalmente que lo único que pueden hacer es insistir en sus palabras mordaza con chillidos cada vez más agudos y exigir CENSURA. Como buenos dictadores intolerantes y supremacistas.
Cuando el diablo no tiene qué hacer, con el rabo mata moscas.
Nota: estos hijos-tipo son ficticios en el caso de la autora, no lo intenten en sus casas.
Los agentes de los illuminati han tomado el control mental de nuestros hijos y han logrado engañarnos para que no lo advirtamos
La falsa izquierda que en realidad es la extrema Derecha neoliberal depredadora es la mayor basura que hemos tenido que aguantar. Ya queda menos para que todo cuaje y se acaben las tonterias.
Es otra realidad,a los jóvenes les han labado el cerebro,y sin ser del todo conscientes practican la adoración al satanismo,en una verdadera aversión hacia el Cristianismo,tampoco se les puede culpar,cuando la situación en general es tan difícil para todos.
Si reflexionamos sobre el enorme esfuerzo realizado durante años por los comunistas y marxistas es decir la izquierda radical en la educación pública y en las redes sociales…unida al aborregamiento de las masas perpetrado por unos medios vendidos al control mental,entendemos que los padres tampoco es que estén en mejor situación.
Que no pueden ni alquilar una vivienda?…siguen votando a las izquierdas…que no se pueden casar ni formar una familia?,siguen emperrados con el feminismo…que tienen empleos precarios o escasos,etc …siguen obedeciendo a sus controladores de la ingeniería social.
Votar a sumar?…hasta que precio serían capaces de subir por ejemplo el precio de la electricidad?…nuevos récords mundiales?…pues aún así les votarían.
Y ahora entendemos lo de las amistades peligrosas como la de Sánchez y Macron.
Telégrafo
Macron pide a todos los ciudadanos que paguen impuestos a la élite global para subsidiar la “agenda verde”
El presidente francés y joven líder mundial del FEM, Emmanuel Macron, ha pedido un nuevo “sistema fiscal global” debido a que la élite global subsidie la agenda verde y luche contra el cambio climático. En su discurso en la cumbre…
Nuestros impuestos además de abusivos,siguen estando dirigidos para subencionar la agenda genocida 2030…por qué ya no les quedan fondos.
Y por eso España no puede decir adónde han ido a parar los fondos del rescate financiero artificial de la falsa pandemia…a los españoles?,va a ser que no.