Okupas

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La suerte de tener okupas (ojo, no simples ocupas de toda la vida) es todo un lujo en estos tiempos de la agenda 2030, cuando hay tantos propietarios que precisamente no se atienen a las reglas constitucionales y del bien colectivo, tan desprotegido tras siglos de ignorancia e ignominia y son todo un desafío para el relato del derecho oficial. La razón reside en que las leyes, tal como las hemos conocido hasta la fecha, han de reseteadas del mismo modo que Klaus Schwab nos relata la urgencia del reinicio de la economía con la moneda única y cibernética y la prohibición penal de ir con un billete de cinco euros para comprar el pan, sin duda un auténtico crimen para los nuevos sacerdotes del satanismo.

Para que el milagro se produzca se necesitan nuevos inquilinos que hagan un mejor uso de las instituciones públicas, relacionado con los 17 objetivos de la agenda 2030 que, luego y de manera inevitable, habrán de convertirse en inquilinos  morosos que no pagarán ni un euro y se lucrarán con quienes pusieron a su disposición, de manera inocente, sus escaños, parlamentos, ministerios y toda suerte de otras instituciones y derechos como el derecho a la vida, a la dignidad, a la libertad de pensamiento y de desplazamiento por el territorio español. Dado que el cambio es urgente (llevamos dos siglos con un sistema aburrido que no se reinventa, a menos que le pongamos un poco de pimienta con la inteligencia artificial y políticas guiadas por el chat AGPT, muy instruido y que opera como consejo de expertos…), los okupas han de entrar primero y luego quedarse.

Aún recuerdo aquel 15 de mayo de 2011 cuando surgió el movimiento 15M, que criticaba arduamente tanto al PSOE como al PP y proponían formas de sistema que estaban fuera de las reglas capitalistas. El ardor revolucionario de aquellos tiempos, sin duda memorable, inundó de ilusión a todos los ingenuos que creían que un mundo mejor era posible; por fin hubo una reacción del pueblo o de una parte del mismo contra los gobernantes de esos años. Desde entonces, a alguien se le ocurrió crear un partido político para esos menesteres y de esas ideas surgió Podemos, el que conocemos hoy, el de Pablo Iglesias, Irene Montero, Ione Belarra o Ángela Rodríguez Pam. Mucho ha llovido desde esos tiernos años de romanticismo y de sueños y hémoslos aquí, delante de nuestras narices.

Todo okupa es pobre. Si ocupa una propiedad es porque, primero no ha tenido la oportunidad de hacerse con un una, bien por mala suerte en los trabajos, como en muchos casos por salarios bajos, o bien porque no ha dado un palo al agua en su vida y así no se llega a ninguna parte. Una vez que ésta es controlada o se engaña al casero pagándole un mes de garantía y otro de alquiler y a partir de ahí “si te he visto no me acuerdo”, ocupar la vivienda descaradamente, haciendo que los gastos de luz y de agua, así como el IBI y otros los pague el dueño, que para eso quiso serlo, es tarea fácil. La nueva ley de vivienda permite no sólo que se quede, sino que no se le pueda echar, siendo obligación del propietario legitimo demostrar que el inquilino no está en situación de necesidad. A nadie se le puede negar un techo, a nadie se le puede decir que duerma debajo de un puente mientras otros tienen cinco casas vacías para sus diversas vacaciones en medio mundo. Las viviendas son sagradas y quien las ocupa se convierte en poseedor. La justicia de la agenda 2030 ya se encargará de alargar y aburrir a los propietarios indignados por tanto abuso.

No es extraño que la idea de dicha ley sea de Podemos porque ellos de okupas sabían mucho en los tiernos años del 15M. Ya estaban a favor de estos movimientos en aquel entonces cuando luchaban encarnizadamente contra los capitalistas, al estilo sindicalista de principios de siglos, azuzando con la hoz y el martillo por la justicia nunca reconocida. 

Podemos tiene en su sangre la cultura de los okupas. Se consideran víctimas del sistema, no perdonan los ataques que se hicieron a la clase obrera y tienen entre ceja y ceja a aquéllos que les impidieron hacer lo que ellos deseaban, guardando los ases debajo de la manga para asestar el golpe de la manera más rápida e inesperada.  Todo ello cuando la ocasión lo permita, de modo que cuando llegan al poder ocupan todas las instituciones que pueden (el congreso, el senado, el ministerio de igualdad, el gobierno, el Tribunal Constitucional, el Tribunal Supremo, nuestra cama, nuestra comida, nuestros hábitos, nuestros pensamientos considerados de odio si no coinciden, etc…) y lo hacen sin pagar un duro y sacando tajada a través de ayudas públicas, tanto de España, como de ONGs o de organismos internacionales como la ONU. Si, finalmente, están dispuestos a cumplir órdenes (y en esto no se diferencian del gobierno, al servicio del satánico Klaus Schwab, o de sujetos tan despreciables como George Soros y los mismos sionistas y satánicos Rothschild), entonces el plan es perfecto. Reciben su dinero a cambio de convertir España en un jardín donde se hacen cosas chulísimas y muy novedosas y sorprendentes para el mundo y al pueblo ni una miga de pan. Al pueblo, el poseedor de la democracia y en el nombre de quien se gobierna por el verdadero bien común, nada de nada: sólo promesas y cuentos para niños de cinco años que sueñan con ser princesas y niñas que quieren ser valientes príncipes porque el gobierno es tan bueno que, por fin, alguien les cumplirá sus sueños. 

Finalmente, como buenos okupas, no sólo no se van, sino que se benefician descaradamente de sus cargos con un orgullo propio de los dictadores y los sátrapas hambrientos de poder y llenos de la ira de sus tiernos años revolucionarios, cuando soñaban con erradicar lo que llamaban la casta. Y en estos tiempos, como no podía ser de otra forma, las leyes impiden que se vayan, porque, si todo sale mal, el señor Tezanos hace un pucherazo para que su amiga Yolanda Díaz los aúpe nuevamente y así estén cuatro años más viviendo de gorra, a costa de todos los españoles que trabajan hasta que se pone el sol, mientras ellos se dedican a hacer propaganda política y sueltan todos los disparates ideológicos que se les pasa por la mente….

No son extrañas entonces leyes como la ley trans, hecha para convertir nuestros país en un burdel para adoctrinar con la demoniaca cultura de con el sexo vale todo, la ley de la vivienda, para que otros puedan hacer lo que ellos hacen, ocupando un piso para vender drogas, lucrarse sin pagar ni un euro de impuestos y vivir de gorra en un país de gente muy generosa y otras que se les ocurra, porque para ser ministra de igualdad sólo hay que tener un poco de chispa o imaginación, sin importar lo inteligente que se sea. Eso, como de ministra no le gana nadie, ha de defender su cargo con una soberbia vomitiva.

¿Y esto hasta cuándo, señores? Hasta que el pueblo se abroche bien los pantalones, los heterosexuales de toda la vida se armen bien sus partes y los manden a rodar por donde han venido, hasta que no les hagamos ni puñetero caso y les planifiquemos un reseteo mental para ver si cambian sus estructuras mentales distópicas y psicóticas y, en caso contrario, les volvemos a enviar de donde han venido, de los ideólogos sionistas y de la masonería de toda la vida para que nos dejen en paz de una vez.

Podemos es el mejor ejemplo de la candidez de una población ingenua, que se deja de engañar por cuentos infantiles de hadas a lo Pam y de ensueños ridículos, y que prefiere vivir en la comodidad del delirio de la postmodernidad, siendo vigilado 24 horas siete días a la semana y con un bono social para llenarse el estómago, sin tener que pensar y esperando que el gobierno les solucione todos los problemas, algo que siempre han querido y que, por fin, Podemos, albricias, les ofrece de la mano de tres estupendas mujeres: Ione Belarra, Irene Montero y Yolanda Díaz.

¿Hasta cuándo vamos a soportar semejantes y tétricos personajes?