erc vigilará pucherazo

Las mesas electorales nos dejan a veces desnudos ante la realidad. Todos los que hemos estado, bien, de apoderado o de interventor, hemos visto y denunciado “rarezas” en los escrutinios a la hora del recuento de los votos.  Muchos de estas dos clases de apoderados o de interventores que hemos estado en los centros electorales hemos visto algunos de estos, han metido las manos en las urnas, han cantado el voto y el confiado de turno de la mesa electoral lo ha ido apuntando según se haya ido entonado ¿es posible esto?  

Visto bajo mi presencia, lo he observado siendo yo apoderado. ¿Pero qué pasa cuándo un apoderado se sienta en el lugar del presidente de mesa y empieza a coger una papeleta y cantarla en el recuento?  ¿Cómo es? ¿Qué ocurrió con esta “confiada persona” que estaba “velando” cantando los votos? ¿Quién le ha dado autorización para sentarse en el lugar del presidente de la mesa? “Me la hado aquella persona”, me dijo, señalándome a aquel personaje que llegó a la hora de cerrar las votaciones. No le conocíamos, ni visto nadie hasta la hora de cerrar el colegio electoral.  

El pucherazo que se nos viene encima, no hay vuelta de hoja ni capote para torear el temporal. El pucherazo ha existido siempre. Aquí se hace verdad aquello que siempre hemos oído todos. Quien hizo ley hizo la trampa. Y…quien manda, manda. Todo este soterrado, manejado, torticero y extremada puesta en escena, lo denuncié en su día en que por última vez fui apoderado. Este engorroso con estos cambios de sitio y no reglamentario, creo yo, lo puse en conocimiento aquella misma noche. Lo único que me dijeron fue ¿Tienes pruebas? ¡déjalo! 

¿Qué pruebas podía tener?  Viendo lo visto, me lo tomé muy en serio. ¿Qué pruebas podía tener ante toda aquella parafernalia de teatro barato que había en aquella mesa? ¿O la hubo en otras de los demás colegios electorales? Inclusive cuando vi que, aquel que según parecía ser el “representante” de la Junta Electoral una vez terminado el escrutinio, le vi salir con un par de bolsas en cada mano y echarla en un contenedor. ¿Es este el encargo de un representante, creo yo, de la Junta Electoral? ¿O actuaba por su cuenta? Pues no sé. Pues podría ser. ¿Podría pasar toda esta parafernalia teatral en otros centros de votaciones? Pues podría ser. Los fraudes electorales viendo la amalgama y la mixtura de partidos que pasan de todo, solamente se podrían pensar que, ¿Es solo de un partido o estamos a expensas de que otros lo hayan amañado manipulando las papeletas adulterando el resultado de las votaciones? Pues podría ser, pensando en la afluencia de tragaldabas y tragones que tienen todos los partidos llegado el caso, pues podría ser. 

Podría ser verdad o podría ser pura engañifa todo este entramado, lo dejo a la elección de cada uno y que conste que no lo he soñado, los cuentos y fabulas ya pasaron por mis creencias hace muchísimos años, Ahora tenemos los “cuentos” de mayores, de los creídos del dominio público. De esos tragaldabas que abren las bocas como gorrioncillos esperando el maná, en este caso del padre gobierno.   A río revuelto y turbio ganancia de pescadores. Hoy por mí, y mañana por ti. Pues podría ser.

Dicho de otra manera, si la memoria no me traiciona, la mejor descripción nunca escrita de un pucherazo electoral nos lo relata Emilia Pardo Bazán en Los pazos de Ulloa. Resulta, incluso, divertido en medio de la tragedia política de su tiempo. Como se sabe, en las elecciones decimonónicas se depositaba el voto en un puchero. Al cambiazo del puchero legal por otro amañado, en beneficio del cacique de turno, se le llamó pucherazo. Ya ve. Si doña Emilia levantara la cabeza pensaría que nuestra vida política no ha superado el siglo XIX. Los atrezos del teatro político, son cada día más exquisitos o, mejor dicho, más insalubres y más grandilocuentes.  

Esto es algo que ocurrió no solo en la etapa del famoso pucherazo. También en la II República que algunos sacan a la palestra con orgullo. Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa García, dos historiadores de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid que acaban de sacudir la historiografía española contemporánea afirmaron que las elecciones del 16 de febrero de 1936 que dieron el triunfo a la coalición de izquierdas del Frente Popular no fueron limpias; la izquierda alteró los resultados finales a su favor en un clima de intimidación y violencia. Cinco meses después una parte del ejército dio un golpe de estado contra la II República. Comenzaba la guerra civil.

 Las modas siempre vuelven sean o no sean diferenciadas o específicas y si hablamos de elecciones, aquí es donde hay siempre leña para hacer fuego como para arder Troya. Estas prácticas siempre vuelven, aunque algunas de ellas no se fueron, siguen ahí al pie del cañón, los fraudes siguen existiendo, siempre hubo cantamañanas ¿Por qué no podemos pensar lo que se nos viene encima podría ser un nuevo pucherazo? Pues podría ser. Pues eso.

 

3 Comentarios

  1. El mejor pucherazo es el que se hace uno en su casa mientras la Borregada vota a sus amos

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