El universo es perfecto, aunque muchos no lo crean. Lo que es desde el conjunto lo es desde lo más pequeño. Algo muy similar ocurre en la sociedad actual: lo que impera en el sistema global es lo que ocurre dentro de las mentes que lo alimentan. Sería bueno conocer a fondo qué es lo que permite que tengamos presidentes y ministros con muy probables diagnósticos de psicopatía y narcisismo. Después de todo son los ciudadanos los que los votan y otorgan sus cargos, desde los cuales se dedican a insultar a nuestra inteligencia.
La mente encierra mecanismos oscuros que si fueran adecuadamente controlados, nos evitarían muchos problemas. Adentrándonos en lo más profundo de cómo descubrimos la realidad y reaccionamos frente a ella, descubrimos el maquiavélico juego de la disonancia cognitiva, cuyo fin es evitarnos el dolor e incluso justificarlo en el nombre de un futuro mejor. En muchas ocasiones tenemos pensamientos y sentimientos opuestos que resultan irreconciliables y la mejor manera de resolver el conflicto es ignorar uno de ellos y dar toda la fuerza al opuesto, con la intención de que no solo sea declarado ganador, sino que tenga la suficiente fuerza como para imponerse al vencido; es así como, gracias a la disonancia cognitiva, acabamos mutilando el 50% de nosotros mismos. Muchos de nuestros lectores pensaron y creen aún que el hecho de haberse puesto la mal llamada vacuna fue positivo, pero dicha acción es fruto de una contradicción: el Estado me obliga y el bien común (el premio es ser aceptado por mis congéneres y, por supuesto, amado) se opone a mis dudas de un remedio médico cuyos efectos no han sido aún demostrados, algo que el ciudadano nunca hizo antes; sin embargo, ante la inoculación del temor por parte de los medios de comunicación (miedos de incomunicación) y el rechazo ajeno que ocasiona semejante desobediencia social se optó por acceder al pinchazo. Dicha creencia, que oculta un conflicto irresoluble que nace de un proceso mental completamente irracional, nos hace creer que existe una verdad absoluta y que es indiscutible. Dichas ideas se expanden socialmente como un virus emocional; cuando la masa actúa de manera temerosa el individuo hace lo mismo, mimetiza y se deja dominar por el sentimiento que une a las personas en una sola visión, como si fuese el fin del mundo.
Esta idea es esencial para entender lo que es el pensamiento único, ya sea el covidiano, el que defiende el cambio climático, la ideología LGTBIQ+ o las creencias más marcadas e inconscientemente más capitalistas y egoístas. No olvidemos que las creencias son inmateriales y subjetivas, hasta el punto de que son reales en la medida en que sus consecuencias se fabrican, es decir, les damos forma y sentido por efectos inventados de nuestra propia fantasía. ¿Qué ocurre si dichas ideas se globalizan y quedan institucionalizadas inclusive por el poder? Partiendo de la disonancia cognitiva, que nos evita el dolor y nos desea hacer creer que vivimos en el mundo del placer y del disfrute, sin problemas que no se puedan resolver porque todo está a la mano, lo que finalmente una sociedad considera como asidero cultural o ideológico de un régimen, no es más que la suma de tantas incongruencias lógicas que el hecho de institucionalizar una creencia sirve para ocultar y justificar todas esas incongruencias; es decir, se trata de dar una imagen de homogeneidad en un discurso con un objetivo claro, cuando, en realidad, ni aquel tiene sentido ni puede tener un fin. Obviamente, quienes defienden este tipo de ideas sienten la superioridad de su ego, dado que, de algún modo, han logrado pasar por alto los efectos de sus peligrosas irracionalidades, bien porque tales conclusiones son incuestionables desde un punto de vista social o bien quienes los han sufrido han sido borrados del mapa. Para caer en este error no es necesario ser un político. Cualquier ciudadano que se alinee con posturas oficiosas cae en la trampa.
Mas, al hilo de todo ello, nos podemos preguntar, de quién es la propiedad de todo ese supuesto conocimiento. Dado que todo este asunto encierra muchísimas claves para entender cómo funcionan las sectas, no olvidemos que nos referimos a estructuras cerradas y que, al formar parte del andamiaje cultural del grupo, pasan de mano en mano, según diga y repita el discurso oficial, es decir, que aquél que lo transmite no solo garantiza su validez, sino que adquiere el compromiso de protegerlo, como un soldado. No es extraño ver esta reacción en quienes se consideran dolidos cuando alguien los cuestiona porque creen que atacan al colectivo al que declaran pertenecer. Con lo cual, si el dueño del conocimiento no es nadie en concreto, pero se sabe que sí lo tiene, es como si hablásemos de una entidad divina que nadie ha visto, pero que se sabe que existe. Por ello, si osamos criticar las vacunas ante una autoridad lo considerará un ataque directo no solo a él sino a todo su sentido de pertenencia social. ¿Delito de odio? Todo empieza a encajar. Además, el mero hecho de entrar a cuestionarlo genera tal sentimiento de culpa y desasosiego que no se admite ni entiende que otro lo haga delante de nuestras narices.
Cuando la idea es lo suficientemente fuerte y está legitimada (ha sido validada y se cree que la sostiene una mayoría, aunque no sea así), surge la estructura de la hermandad caracterizada por la sensación de pertenencia que compensa el miedo y el abandono, pasando el otro a ser una extensión de nuestro yo, entrando en un proceso de alienación en el que la respuesta a lo que somos queda desnaturalizada y el sujeto se fusiona con su entorno. Se llega al extremo de que no importan los fundamentos de nuestros conocimientos porque otros los atesoran y protegen y la función del individuo no es otra que proteger a los que guardan cada una de las razones por las que llegar a ciertas conclusiones es de sabios, siendo de estúpidos y negacionistas negarlas. Por lo tanto: por un lado, las cabezas de las sectas son las únicas que permiten que alguien tenga el conocimiento de las causas de tales acerbos ideológicos y, por otro, el mero hecho de que el resto de los mortales las defienda, confiados y licuados en una identidad de dichas características, convierte toda esa necesidad de protección y seguridad en moral y buenas costumbres, es decir, respeto a la sociedad. El amor, en estas circunstancias, queda completamente distorsionado ya que se convierte en una forma de control entre los individuos en formas de abrazos en la espalda y respaldos, al tiempo que se desarrollan apegos emocionales en quienes se creen que nunca van a realizar un acto de traición, aunque el encuentro social sea tan placentero que se cree vivir en la mejor sociedad posible, a pesar de sus crisis.
Por lo tanto, a mayor incongruencia e irracionalidad, mayor autoridad por parte de quien cree tener el conocimiento y la tendencia al no cuestionamiento será la tónica general. De este modo podemos escoger dos posturas: o aceptamos la unidad cósmica y actuamos de acuerdo con las reglas de verdadero amor, o cada uno de nosotros se cree un dios en miniatura que busca argumentos que solucionen problemas aplicando medidas urgentes. Dado que todo el pensamiento político y lo visto hasta el momento coincide con la dualidad de Hegel o la lucha de los opuestos para tener el conocimiento, en el que el proceso hacia el mismo se da cuando se aplica tanto el bien como el mal (según ello, para alcanzar lo bueno hay primero que hacer lo malo), nos podríamos preguntar si quedan justificadas acciones individuales guiadas por el ego, la falta de empatía o el capricho infantil en personas que tienen la edad adulta. Las metas, supuestamente racionales, tratan de paliar el temor ante nuestros potenciales fracasos y nos hace huir de nuestras verdaderas necesidades. No es lo mismo lo que como individuos pedimos a gritos que lo que nos demanda la sociedad y, la mayoría de las veces, se opta por complacer a desconocidos para los que no somos importantes, en vez de escuchar a nuestra conciencia.
Imaginemos ahora que todo esto es un montaje litúrgico en el que, en el nombre del orden divino, los seres humanos somos puestos a prueba para descubrir la verdad, que podemos llamar divinidad. Si dicho conocimiento se enmarca en el contexto de una estructura de secta, es de sabios preguntarse si nos acercamos al bien o al mal. ¿Si viajásemos miles de años hacia atrás, cuando aún no existía el cristianismo, se correspondería nuestra crisis actual con las de aquellos tiempos tan primitivos y olvidados? De ser así, la humanidad no ha avanzado, pero si deseamos el cambio, habremos de darnos cuenta de estos sencillos detalles, darles la vuelta, analizarlos, criticarlos y ver en qué fallamos. El mundo que vivimos es el resultado de lo que nos es cómodo creer.
El diálogo, el respeto, escucharnos entre nosotros sin juzgarnos y poner en cuarentena cada una de nuestras creencias es esencial para tener una sociedad democrática, que parte del modo en el que las personas se relacionan, sin que medien ni elecciones, parlamentos, ni presidentes ni partidos políticos. Los ciudadanos somos cómplices de lo que ocurre a los demás y no podemos poner un parche. La clave reside en ser conscientes y actuar de acuerdo con ello.
La mejor forma de dar empleo a los psicólogos es turbando la infancia de los niños en los colegios de primaria,cuando crezcan todos necesitaran ayuda.
………..
Hasta hace solo unos años, se pensaba que el abuso infantil consistía principalmente en golpear a un niño, matarlo de hambre, encerrarlo en un armario, no alimentarlo adecuadamente o participar en prácticas sexuales con él (métodos del s.XX).
Ahora el abuso infantil ha dado un salto cuántico. El abuso infantil ahora incluye envenenar y mutilar a un niño para que parezca un miembro del sexo opuesto, a menudo aprovechándose de la confianza del niño en uno de sus padres.
Robar la infancia de un niño debería ser un delito punible con medidas graves. Todo ser humano tiene etapas normales de crecimiento. En términos generales, esas etapas son la infancia, cuando depende totalmente de los padres para sobrevivir; la etapa de niño pequeño, en la que depende de los padres para evitar que prenda fuego al perro o a la casa; la primera infancia, donde comienza a afirmarse en su propia personalidad; la adolescencia, donde el niño inevitablemente lo sabe todo y sus padres no saben nada; los años de juventud; y la edad adulta.
Los padres “progresistas” sexualmente obsesivos están interfiriendo y desviando el proceso normal al infligir sus propias nociones perversas de la sexualidad a los niños indefensos e ingenuos que confían en ellos.Los padres, necesitan atención. El padre que aboga por el “cambio de sexo” en un niño debe querer desesperadamente ser notado por sí mismo, no específicamente por el bien del niño. Y sí, por lo general son las madres, no los padres, quienes lo promueven.
……..
Están presentes así, dentro de algunas sectas: el lavado mental, el lavado de cerebro, el control mental, la persecución, la explotación humana y sexual, la esclavitud y diversas formas de abusos. Desde el punto de vista sociológico, es un grupo de personas con afinidades comunes (aculturales, pesudoreligiosas, políticas progresistas, etc). Habitualmente es un término peyorativo, frente al que ha surgido el de nuevos movimientos religiosos.
La solución es siempre acudir a un psicólogo o a un psiquiatra,cuando será la solución multar a los acosadores o meterles en la cárcel?.Por que no erradican las sectas?,por qué las dirigen los mismos gobiernos.
Me reservo un comentario más amplio para más tarde pero, de momento, sólo señalar que me parece mejor decir “disonancia cognoscitiva” que “disonancia cognitiva”. Hace hace años aprendí lo que era con la primera denominación y me parece mejor porque la disonancia misma no conoce. Es más, la disonancia cognoscitiva no es el mecanismo de defensa sino que lo es la reducción de la disonancia cognoscitiva. La disonancia cognoscitiva sólo es la constatación de la congruencia entre los componentes de toda actitud, a saber, el cognoscitivo, el emocional y el conductual. La reducción de esa disonancia se efectúa mediante la modificación de la parte cognoscitiva en el compuesto actitudinal.