Las aglomeraciones intempestivas de pensamientos cuando dormimos, a veces se presentan inoportunas e inadecuadas. Pero mira por donde, cuando anoche me desperté me vi en una atropelladora aventura en todo el día hasta llegada la media tarde. Como se puede ver en el epíteto, cosa que he creído interponerlo en esta publicación.
La primera caída. Anoche, ya de madrugada, serían las 6 de la mañana, me caí de la cama, cuando me daba una vuelta de las que me doy durante mis ensueños. El golpe fue muy grande y aparatoso, en este desplome hacía el suelo de mi dormitorio, poco a poco me iba desplomando del lecho hasta darme un leñazo de muy señor mío. El cuadro que tengo de mi amada esposa en mi mesilla de noche se cayó al suelo, incluyendo el reloj -despertador, puesto que lo tenía a las 7 para ir al médico un servidor de ustedes para que me viera por primera vez el urólogo, propiciado por mi aventajada edad y pronosticada por mi médica de cabecera mi próstata, esa porción secretoria del aparato productor y muy masculino, situado en la parte delantera del recto en trato específico con la vejiga. ¡coño! que todo hay que decirlo. El dolor de esta caída fue morrocotudo, ya que mi noble cama y agradecida para el sueño y otros menesteres, está demasiada alta, ya que cuando intento sentarme en susodicha y benefactora felicidad que nos da el lecho, mis piernas se quedan cortas para dar en el suelo de la habitación. Como he dicho, el golpe fue grande y muy dolorido en el cuerpo, principalmente en el costado derecho y fuerte dolor del codo izquierdo. Pensé ir a urgencias, desistí de ello, puesto que ese mismo día iba a ir a que me viera como he dicho antes el especialista de las partes genitales, llamadas partes nobles, del hombre: y, si fuese necesario iría a urgencias.
La segunda caída. Cuando entré en la consulta del urólogo, mis piernas empezaron a aflojarse, no por el dolor de ellas, puesto que me estaba restableciendo del porrazo de mi primera caída. Un amigo me dijo unos días antes que, por mi edad, algo me encontraría el médico, cosa que le ocurrió a este compañero. El médico me dijo, una vez que hiso los preliminares, orine ahí, me presentó un orinal que había en el aquella habitación contigua y separada del habitáculo principal de aquel doctor, con una cortina de anillas. Cerré la cortina y me puse a orinar con gana, ya que me habían dicho que tenía que llevar a extremos el aguante de la orina. Mi pis fue enorme y sonoro estaba deseando salir de aquella cárcel, La pileta, el inodoro era de metal y al dar la orina daba un sonido aterrador en aquella sala del hospital. Me dijo que me bajara los pantalones una vez que estaban frente a él, me los bajé y me dijo vuélvete hacía atrás. Me quedé en paños menores, no así no, bájate las bragas, aunque eran muy pequeños los calzoncillos, le dije: no son bragas, son calzoncillos. Como era la primera vez, no es que desconfiara de aquel galeno, Ya que lo cosa no está para ponerse delante de nadie y a espaldas y con el desnudo o que se estaba cachondeándose de un servidor de ustedes. Díganme si no es para desconfiar. Mi desconfianza y mosqueo se fue acentuando, llegando al paroxismo de no comprender cuando me dijo: agáchate y te vuelves de espaldas. Inocentemente le dije: ¿para que me tengo que agacharme y volverme de espaldas? Lo dije con voz temblona y con miedo. Créanme. Aquel galeno estaba serio y con las palabras seguras, eso creía yo. Te voy a ver como tienes la próstata con un tacto en el recto, no te va doler, seré arisco, seré suave. Sin comentarios. No sé si, a esto se le puede llamar la segunda caída. Ya que la segunda caída viene ahora. Metete en la camilla tendido y déjate el vientre al aire que te tengo que hacer una ecografía prostática. Lo hice y se efectuó la exploración rápidamente. Me levanté de la camilla tan de prisa que, cuando puse los pies en el suelo, me caí, dándome en el suelo con el coxis, viendo las estrellas por la ventana, aunque el día estaba gris para llover. La caída fue ocasionada por los orines que eché en suelo cuando efectué mi meada en el orinal al dar con la fuerza necesaria dando en aquel´ metal y salpicando el suelo. Aquel resbalón no fue a mayores causas y contratiempos.
La tercera caída. Una vez en la escalera mecánica para bajar y terminar mi estancia en el hospital, por cierto, la escalera estaba sin funcionar, estropeada. Intente poner mis pies en los peldaños para bajar por mis pies, cuando la escalera empezó a funcionar de repente. Hete aquí que la caía fue de olimpiada. Me entró un dolor muy grande y repetidos en mí, al parecer, en las partes bajas de la tripa. Era tanto el dolor y el no poder andar por el daño escalofriante que tenía, me tuvieron que llevar en camilla para hacerme varias pruebas radiológicas dándome en el informe el diagnóstico siguiente: fractura rama ileopubica. Con reposo absoluto durante dos semanas y deambular despacio de forma progesiva cuando el dolor mejore. Dándome cita para un mes con radiografía de control. Estoy mejorando con una silla de ruedas, con el consiguiente mejoramiento de varias clases de comprimidos para el dolor y la inflamación y como no, con inyecciones de heparina. ¡Ah! Se me olvidaba, los datos clínicos que me dieron en el informe de urgencias se encabezan con un juicio final: FRACTURA DE PELVIS.
Recapacitando el dicho que dice: las desgracias nunca vienen solas y para que he dicho estas isometrías en estos desagradables accidentes que he tenido y darle el rango que deseo tener con ellos. Me veo en la actitud de darles a mis leyentes una parte didáctica, para que vosotros, juzguéis estos escritos acaecidos en un día casi macabro para mí, como puede ser también el discernir, llámeselo confusiones con un poco de anarquía. Lo que viene a continuación lo dejo a vuestro libre albedrio, es decir cada uno puede tomar sus decisiones.
Una de estas tres caídas es la verdadera, solamente Dios lo sabe y a él confío. Doy palabra prometiendo la verdad que solamente una de estas caídas es la verdadera y nada más que la verdad, con ello digo: lo dejo en vuestros pensamientos lo vivido en este día. Cosa que no se lo deseo a nadie, aunque, a decir verdad, mi mente se podría ir a varios personajes de la vida española dejando para ellos la caída verdadera. No sin antes decirles: La verdad y la justicia no siempre van de la mano. Pero hay veces que uno quisiera que lo que me ha pasado pudiera traspasarlo, pero no soy tan malo. En mi vida me he enfrentado a personas malas, traicioneras, diabólicas y muy perversas, como Judas, aunque se están vendiendo no por treinta monedas de plata, sino por miles de millones. Y… no deseo calentarme más. Juzguen y no se precipiten, sean justos y equitativos. Quien a hierro mata, a hierro muere. Además, lo he puesto fácil.
Menudo Via Crucis!.
La segunda