No es una casualidad que en los últimos días, mientras se especula con el final de la plandemia –después de tres años de bozales, bocazas, bocachanclas, “bucos”, bucéfalos y buitres—, estemos asistiendo aterrados al comienzo de lo que aparenta ser la escalada final del conflicto de la guerra de Ucrania.

Opiniones recientes vertidas en los medios por los expertos habituales, como la del jefe de la UCI del Hospital Donostia, Félix Zubía: “Estamos en el final de esta pandemia como gran problema de salud pública”, son empleadas, a modo de pregón preinstitucional (antes de que se pronuncie la OMS), con la intención de persuadirnos de que el otrora siniestro, cruel e indiscriminado “virus del pangociélago” –le damos este nombre ante el desconocimiento confesado por las autoridades competentes sobre su verdadera identidad—, después de tres años de miedos, hipótesis rocambolescas y experimentos en carne ajena, parece que ya va pensando en retirarse por ¿dónde ha venido?

¡Y aquí no ha pasado nada! “Borrón y cuenta nueva”. Esta parece ser la consigna. “Ahora les quitamos el bozal en el transporte público y en los dispensarios médicos y ¡tutti contenti! –parecen querer decirnos—. Solo les faltaría darnos otro motivo para tenernos bien asustados, et voilà!, ya tendrán la fórmula magistral que ha de permitirles transportarnos, como ganado sumiso, hasta ese fin de trayecto que se anuncia en la solapa de la chaqueta de todos los “nominados” a los premios de la Agenda 2030.

Porque, ¿acaso dudan de que el conflicto de Ucrania no se trate de una película muy bien dirigida e interpretada por una élite sin escrúpulos que, copando los papeles protagonistas –los generales no suelen morir en las guerras—, manipulan a todo un ejército de extras a los que se les paga a golpe de idealismo patriótico y se les cobra con su propia vida?

Llevan proyectándonos la película de la guerra de Ucrania a través de la “caja tonta” durante todo un año. Nos despertamos con bombas y casas destruidas y nos acostamos con las retinas vidriosas ante la repetición de unas escenas similares. Porque, el hecho de colarnos por el salón de nuestras casas una presunta guerra en directo, más que atender al derecho del ciudadano a ser informado, podría tener una finalidad diametralmente distinta: desde hacernos insensibles al sufrimiento ajeno hasta provocarnos un estado de intranquilidad permanente, pasando por la idea de señalarnos quién es el bueno y quién el malo de la película.

Antiguo antecedente del primer cine (mudo para más señas), las sombras chinescas proyectaban una ilusión óptica sobre una pared en función de la habilidad del artista para reproducir una figura reconocible mediante el empleo de sus manos y objetos varios. ¡Pasen y vean! La función está a punto de comenzar. Delante del foco, unas siniestras manos se retuercen en una contorsión imposible. Mientras, sobre el muro más o menos sucio, se reproduce una sucesión de engendros bélicos nacidos de las mismas manos orientales que proyectaron las primeras sombras.

Sí, supongo que ya habrán deducido de qué estamos hablando, porque, todo apunta a que la primera película de terror con la que nos secuestraron la realidad (¿la plandemia del coronavirus o apocalipsis zombi?) está tocando a su fin. Se hace necesario, en tal caso, una nueva película para mantener al público inmóvil en su butaca, bien atiborrado de palomitas insectívoras y refrescos transgénicos.

El productor de la película es el mismo y la temática terrorífica también. Ahora es preciso cambiar al director, el escenario y a los actores. Además, se cuenta con la ventaja de que el público ya ha visto un buen trozo del filme, por lo que se encuentra suficientemente sugestionado. Solo queda  proyectar el desenlace final.

Comprometidos con todas las víctimas inocentes de ambas partes, juzgamos una obligación denunciar la manipulación a que las naciones implicadas en el conflicto están siendo sometidas. Porque, si esto no fuera una escenificación, horrenda y cruel, previamente planificada al detalle, ¿creen ustedes que los planes de un ejército para derrotar a su contrario iban a ser expuestos, con todo lujo de detalles, a través de los televisores de sus casas? ¿Sabían que el elemento sorpresa es una de las armas más valiosas a la hora de inclinar la balanza en cualquier conflicto bélico que se precie?

Por lo visto, ha trascendido de manera involuntaria la noticia de que Rusia está planeando una gran ofensiva antes del verano. Por otra parte, el gran Zelenski, el gran actor cómico metido, por exigencias del guión, en el papel de presidente de Ucrania, ha pedido al general responsable de la OTAN más misiles. Según comentan, con intención de apuntarlos a Crimea y a la propia capital de Moscú que, según fuentes bien informadas, ya se encuentra reforzando sus defensas mediante misiles tierra-aire.

Esto me lo dijo la señora Paca, vecina del tercero B. La pobre anda bastante asustada con esto de la guerra, pero lo que más le preocupa es que ha escuchado en la televisión que iban a quitar las mascarillas. Ella dice que no se la piensa quitar, digan lo que digan…

 

3 Comentarios

  1. Nos pasamos a veces de escépticos. La guerra es bien real, pero no empezó el año pasado sino en 2014. A finales de 2013, el presidente ucraniano Yanukovich se disponía a firmar el “Acuerdo de Asociación” con la Unión Europea, pero cuando tuvo el documento delante y comprendió que aquello era una estafa, se negó a firmarlo. A partir de entonces, los medios occidentales dejaron de llamarlo “presidente” y pasaron a llamarlo “dictador”, así por las buenas. En Kiev y otras ciudades del centro y el oeste de Ucrania estallaron manifestaciones “espontáneas” y “pacíficas” que exigían la firma del Acuerdo de Asociación como paso previo a la integración de Ucrania en el Paraíso Europeo. Y allá corrieron raudos todos los mandatarios occidentales a apoyar a los manifestantes. Sí, los mismos que luego se quejan de “injerencias rusas” en sus asuntos.

    En febrero de 2014, las fuerzas de choque de la revuelta, compuestas por militantes nacionalistas (entre ellos, los del futuro batallón neonazi “Azov”) consiguieron derrocar al gobierno. Lo primero que hizo el nuevo gobierno pro-occidental fue ratificar el “Acuerdo de Asociación” con la UE. Pero la República Autónoma de Crimea, ante la perspectiva de que se les impusiera una nueva dirección política, ideológica, social, lingüística y cultural totalmente ajena, inició su propia revuelta, que tuvo eco en las regiones rusohablantes del sudeste, sobre todo en Járkov, Donetsk, Lugansk y Odessa. De nuevo se produjeron asaltos a los edificios gubernamentales, solo que esta vez ya no eran “revolucionarios buenos” según nuestros queridos medios occidentales, sino “revolucionarios malos”, agentes de Putin. En mayo de 2014, los revolucionarios buenos quemaron vivas a unas 60 personas en el edifico de los sindicatos de Odessa, y nuestros inestimables medios occidentales callaron, o bien publicaron titulares como éste (aún lo recuerdo): “Enfrentamientos con prorrusos causan medio centenar de muertos en Odessa”.

    Y así hasta hoy.

    Bien, no me enrollo más. El golpe de Estado que Occidente dio frente a las narices de Rusia en 2014 fue la gota que colmó el vaso. Ahí fue cuando Putin, que venía advirtiendo desde 2007 (!) de que no se acercasen más a sus fronteras, dio el puñetazo final sobre la mesa. No, la guerra de Ucrania no es un paripé pactado entre dos colegas, sino un conflicto muy real. Y, me atrevo a decir, de una importancia transcendental para el mundo entero. Pues está claro que forma parte de los mismos procesos geopolíticos que hemos estado viviendo (y sufriendo) en los últimos años. Pero todo esto solo lo entenderemos bien con la perspectiva del tiempo.

  2. Siempre interesante lo que nos cuenta nuestra amiga Swaruu al respecto

    ” Veo la posibilidad de una guerra larga y sangrienta, de desgaste, como la de los Balcanes, como la invasión a Afganistán Rusa de los años 80′ y como Vietnam para USA. Porque eso tendría mucho sentido para los controladores, claramente no humanos por sus reacciones extremadamente crueles y poco empaticas. Lo que desean es desgastar a Rusia y al Occidente moral, económica, y militarmente, y ¡qué mejor para eso que una guerra en medio de una plandemia!”

    “En un conflicto es claro: confrontar a Rusia con el Occidente hasta dejar a ambos diezmados para luego acabar todo con la maquinaria militar he industrial de China. Dejando a China como la única potencia, industrial, militar y cultural de la Tierra.”

    “Es decir, el acabar con el pensamiento Occidental de libertad, de individualidad, es fácil si se expande con la población China y su forma de pensar, como han sido condicionados y adiestrados a ser sumisos y obedientes”.

    “Le veo sentido a todo esto. Conectando los puntos. Si tienes dos enemigos, no luchas directamente en contra de ellos. Primero haces que luchen entre si y luego aniquilas al vencedor, ya que esta débil.”

    https://www.swaruu.org/es/transcripts/conflicto-en-ucrania-porque-comentarios-de-athena-swaruu-x

  3. Añado:
    ¿donde está la mayor o una de las mayores acerias del mundo?
    Creo que en Zarapoia en Ucrania.

    ¿Como deshacerse de los inutiles carros de combate?
    Pues enviandolos como chatarra a dicha fabrica. Lo más cerca posible para ahorrar en transporte y combustible.

    ¿No será Sra Ministra de la Indefensa que está usted jubilando anticipadamente lo que los españoles han pagado con sus impuestos para la supuesta Indefensión de España? ¿ Han encontrado nuevas armas extraterrestres? ¿Van a desaparecer esos carros de combate como las mascarillas inexistentes, vacunas tiradas a la basura, respiradores de marca automiovilística fantasmas,…..?

    NO es ningún delito que el Cura robe las incuestionadas aportaciones religiosas de sus fieles.
    Para eso tienen FE.

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