Para Elisa

SÍGUENOS EN TELEGRAM

En una de esas aventuras cibernéticas, que están muy de moda en este siglo tan moderno, se me ocurrió investigar qué piensan las redes sobre los negacionistas. Hace tiempo que sabía que Psicólogos por la verdad tenía el honor de aparecer en esas organizaciones que tan poco gustan a los globalistas y defensores de la agenda 2030, lo cual me enorgullece muchísimo al demostrar que nuestro trabajo no ha sido en vano y que somos reconocidos como lesivos a sus satánicos intereses.

No obstante, para no ser tan vanidosos, analicemos en qué consiste el negacionismo, para que Elisa, la nueva ciudadana creada por el CNI, se dé por enterada de los fundamentos legales de lo que hace al espiarnos día y noche como obsesa perseguidora de los que infringen la buena moral del bien común, según ella, claro…

Según el artículo 510c del Código Penal, “tendrá una prisión de 1 a 4 años los que públicamente nieguen, trivialicen gravemente o enaltecen delitos de genocidio de lesa humanidad, contra las personas, o bienes protegidos en caso de conflicto armado, por motivos racistas, antisemitas u otros referentes a la ideología, religión, creencia, situación familiar, pertenencia a dicha etnia, nación, identidad sexual, sexo, por razones de género, enfermedad, etc…”.  Este artículo se fundamenta en el artículo 1 de la Decisión Marco 2008/913/AI del Consejo de Europa del 28 de noviembre de 2008, en su lucha contra la xenofobia. Señala que “cada Estado es responsable de la apología pública, la negación o trivialización sangrante de los crímenes de genocidio, crímenes de guerra […]”.

Pongamos unos ejemplos para entender esta norma. Imaginemos que estamos en el año 1940 y que sale Hitler alabando el uso de las cámaras de gas por ser beneficioso, estaría claro que estaría cometiendo un delito de odio del artículo 510 del código penal, pero imaginemos que nos gobierna el nazismo y que nadie osa criticarlo. Del mismo modo, viajemos en el tiempo y veamos a un periodista de la televisión bolchevique enalteciendo a los maravillosos campos de concentración para los presos en Siberia por crear una masa de buenos ciudadanos comunistas. Estarían cometiendo el mismo ilícito penal ambas personas porque están relativizando la muerte de miles de personas. Ahora, demos un paso más allá y pensemos que hay quienes piensan que estas acciones gubernativas constituyen un genocidio y tienen pruebas de ello, pero ellos son declarados negacionistas por Elisa, defensora de la buena moral que protege a la ejemplar democracia española.

Según el VAERS de los EEUU, a fecha de 20 de enero de 2023, el número de fallecidos por las vacunas covid asciende a 33.904 casos. No se disponen de cifras en España y para contar los resultados en Europa hay que ser un genio hasta el aburrimiento.  Los casos señalados ocurrieron pocos días después de ser inyectados. Los excesos de muertes en España ascendieron en 2020 a 68.172, en 2021 a 24.490 y en 2022 hasta finales de octubre a 32.949. Existen estudios que hablan de los compuestos de las vacunas, de sus efectos secundarios, de los casos de autismo y otras enfermedades en la infancia, de los miles de secuelas secundarias y otros datos que demuestran que la vacuna covid 19 es un arma de guerra creada años antes. No voy a extenderme mucho en este asunto pues la información está a la mano de quien desee tenerla. Está claro que es un delito de lesa humanidad y genocidio; sin embargo, tanto el Ministerio de Sanidad, como representantes políticos de diversos partidos, periodistas comprados, medios de comunicación generalistas y otras personas famosas han osado incluso a amenazar a quienes se dieron cuenta del delito que se estaba cometiendo contra la población, relativizando el hecho y presentando a los que se oponían a la doctrina de la secta covidiana como negacionistas, peligrosos e incluso criminales por cometer el famoso delito de odio. ¿No sería esa relativización de un hecho criminal, ordenado por el Foro de Davos, por Klaus Schwab, las farmamafias y las élites rothschildianas un delito de odio? ¿Qué pasaría si dentro de unos años se descubre todo este sangriento pastel y se juzga a los que mataron impunemente, bien sea porque pincharon el veneno sin saberlo o porque nos dijeron que las vacunas eran vida y, of course, seguras para todos? ¿No sería aquél que osara defender la bondad de la medida un negacionista y un criminal ante una acción delictiva practicada en casi todos los países del mundo, un hecho que deja el genocidio de los judíos a la altura de betún?

Mucho ojo entonces a lo que dice la ley, señora Elisa y a sus creadores del CNI, porque la norma está hecha de una forma que se puede dar la vuelta como un calcetín y será el gobierno el condenado por delito de odio, de acuerdo con el artículo 510 del Código Penal y el artículo 1 del Consejo de Europa, en la citada fuente internacional. ¿Cómo es posible jugar de manera tan torticera con una norma que, interpretada de acuerdo con el sentido común, convierte a todos esos periodistas que defendieron a las vacunas y las absurdas medidas de la agenda 2030, incluyendo a la ministra de igualdad, en delincuentes a sueldo de sus amos? ¿Están ciegos los jueces y abogados que no se dan cuenta de la grandísima farsa que se interpreta a favor de los sátrapas de turno, como se haría en la Alemania hitleriana en contra de quienes no fueran nazis? Porque, nos podríamos preguntar también, si las normas son hechas por quienes se quieren beneficiar de ellas, haciéndonos creer que sirven para el bien común, cuando se interpretan de una manera u otra, según la conveniencia de quien amenaza con su nauseabunda autoridad, tal como ocurrió cuando se aprobó la Liga antidifamación de los Rothschild en el año 1913, momento en el que, de acuerdo con el artículo 510 c, se defiende el sionismo a capa y espada y a todas las minorías que incluye la satánica Agenda 2030.

No se sabe, visto lo visto, qué clase de derecho internacional es este, ni tampoco la congruencia de sus normas, la cual se cae por las letrinas cuando nos inquirimos estos aspectos. Claro que, para hacerlo, hay que tener muchísima imaginación y, sobre todo, ser un negacionista muy, pero que muy peligroso para las élites.

Mejor publicar verdades como puños para que la Señora Elisa se sonroje de pudor y de escándalo antes que permitir todo este absurdo de autoridades sin moral, sin principios y sin conocimiento, comparados con los especialistas.

En resumen, señores, leña al mono que es de goma.