Desde aquel 14 de marzo de 2020, fatídico día en que se decretó el arresto domiciliario de toda la nación española, hasta el día en que comienzo a escribir estas líneas, 9 de diciembre de 2022, han transcurrido exactamente mil días de pregonada nueva normalidad.
Lo corrobora el comportamiento temeroso e indolente de una sociedad desprovista tanto de espíritu como de alma que aplaudía incesantemente desde los balcones con la única finalidad de conservar ese mezquino estado del bienestar una vez que fueron bien aprovisionados tras esquilmar los supermercados.
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Era tal la evidencia del atropello jurídico que el tribunal constitucional prefirió tomarse el tiempo necesario para no perturbar el masónico plan.
En esta tesitura, en ausencia de justicia, proclamar la verdad resulta peligroso parafraseando al genial Quevedo. Y en este punto me veo en la obligación de rememorarlo:
Pues sepa quien lo niega y quien lo duda
que es lengua la verdad de Dios severo,
y la lengua de Dios nunca fue muda.
Son la verdad y Dios, Dios verdadero,
ni eternidad divina los separa
ni de los dos alguno fue primero.
Si Dios a la verdad se adelantara,
siendo verdad, implicación hubiera
en ser, y en que verdad de ser dejara.
La justicia de Dios es verdadera
y la misericordia, y todo cuanto
es Dios, todo ha de ser verdad entera.
Existe una gran polémica sobre si estamos ya inmersos en los tiempos de la tribulación apocalíptica. Si así fuera, en una interpretación literal de este libro, no sería descabellado pensar que los dos testigos, reflejados en la jurisprudencia del Antiguo Testamento que ordenaba al menos dos testigos para condenar un crimen (Deuteronomio 19:15), estarían dando fe actualmente de las atrocidades sobre la población en nombre de la agenda satánica.
Son ellos los representantes del Señor en la tierra durante la tribulación para contrarrestar el mal de la bestia y el falso profeta.
Los dos testigos son representados por un candelabro y olivos. El candelabro ardía brillantemente, y los olivos producían el aceite que se quemaba en el candelabro.
Así pues, uno de ellos, es el combustible que, inagotable, se suministra a fin de que, el otro, el candelabro, ilustre los entendimientos con fecunda sabiduría.
Esta imagen se traslada a Apocalipsis 11, que revela que estos dos testigos del final de los tiempos “brillarán en la oscuridad de la tribulación y serán alimentados por el aceite del Espíritu Santo”.
Llama la atención que “si alguno quiere dañarlos, sale fuego de la boca de ellos, y devora a sus enemigos; y si alguno quiere hacerles daño, debe morir él de la misma manera”. Lo que viene a indicar la fortaleza fundamentada en una verdad indemne a toda crítica, menosprecio, insulto o amenaza.
También se dice de ellos que tienen poder para cerrar el cielo, a fin de que no llueva en los días de su profecía, así como sobre las aguas para convertirlas en sangre, y para herir la tierra con toda plaga, cuantas veces quieran lo que supone hacer referencia, veladamente, a la libertad de pronunciarse, con carácter general, al margen de condicionamientos ortodoxos, de reglas generalmente aceptadas como axiomas y, más en concreto, a su capacidad de advertir sobre todo tipo de calamidades que se ciernen sobre el género humano.
Van vestidos de cilicio, lo que puede tomarse tanto en un sentido literal, es decir, que visten con poco lujo o sobriedad, como en un sentido figurado concerniente a sus formas comunicativas adustas o severas que claman a los cuatro vientos contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.
Es probable que algún lector perspicaz haya intuido la conclusión de este artículo y sí, me refiero a ellos, que llevan atestiguando sin desfallecer por mil días o más, con la verdad como guía de sus esclarecedoras investigaciones, profetizando lo que racionalmente ha de acaecer con espíritu valiente y perseverante determinación tratando de alumbrar a sus semejantes a fin de que no perezcan por su falta de conocimiento.
Y dice el profeta Oseas:
“Mi pueblo perece por falta de conocimiento; y como tú rechazaste el conocimiento, yo te rechazaré a ti de mi sacerdocio; por haber olvidado la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos.”
No es un Dios vengativo que castiga a una inocente descendencia, sino, por el contrario, es la lógica consecuencia de la negligencia de los padres por la inobservancia de la ley natural.
Hasta un más que sospechoso Bertrand Rusell no dejaba de reconocer que “la buena vida es una vida inspirada por el amor y guiada por el conocimiento”
Pienso que, así mismo, esa ley olvidada no es otra que vivir apartado de la consciencia de fragilidad que comporta la luz de la verdad y preferir la seguridad en la tiniebla de la mentira y, ciertamente, esta nueva normalidad, forzará, a unos antes, a otros después, cada uno a su tiempo, incluso a los más reticentes, si es que no la han adoptado aún, a una crucial decisión.
Gracias, gracias, gracias.
Hispanos, Resistencia.
El CNI y RTVE se confabularon para elegir a Pedro Sanchez,en otras palabras las elecciones fueron amañadas y robadas.
Que se debe hacer con algo tan terrible?,debemos dejar que alguien que fue elegido con trampas y fraude,permanezca en el cargo y siga destruyendo nuestra querida España?.