La denominación de nuestra última guerra civil, como las de todas, no es asunto baladí, porque forma parte de la guerra psicológica, propaganda y del relato.
Evidentemente, el nombre de “Guerra Civil” es insuficiente a la vista de las varias que hemos tenido. Sería una labor encomiable numerarlas como se ha hecho historiográficamente con las guerras púnicas o carlistas, así poder cuantificarlas y verificar que no han sido tantas, comparativamente con otras naciones históricas, como divulgan los que nos achacan un espíritu cainita.
La designación como la Guerra de España es más propia de extranjeros o de internacionalistas, porque reconocen que sobre el suelo patrio lucharon poderes antagónicos supranacionales; en este caso fascismo y comunismo. Aunque tampoco sería la primera vez, pues ya lo hicieron poderes dinásticos rivales (borbones y Austrias) durante nuestra Guerra de Sucesión, y los británicos designaron como Guerra Peninsular, a su lucha que, contra la Francia napoleónica, desarrollaron sobre nuestro territorio, y que nosotros denominamos Guerra de la Independencia.
También, se puede diferenciar de otras guerras civiles con el término de la Última Guerra Civil Española, mientras no haya otra, o indicando simplemente la fecha: Guerra Civil (1833 – 1840) para la Primera Guerra Carlista, o Guerra Civil (1936 – 1939) para la que ahora nos referimos.
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Los socialistas, anarcosindicalistas y comunistas libertarios no se consideraron que estaban en guerra, y así lo plasmaron en sus escritos del momento. La lucha abierta comenzada en julio de 1936, la consideraron y denominaron la Revolución Española, enlazada directamente con las revoluciones rusa y alemana de 1917, y como continuación de la de Octubre o de Asturias del año 1934.
Consecuentemente el gobierno del Frente Popular no reconoció el Estado de Guerra hasta el 23 de enero de 1939; no en Madrid, ni siquiera en Valencia sino cuando ya estaba en Barcelona, con todo ya perdido y con un pie en Francia. Sin embargo, los militares alzados lo primero que hicieron fue declarar, mediante bando reglamentario, el Estado de Guerra el 19 de julio de 1936.
La Cruzada.
El bando nacional, y la gran mayoría de sus combatientes, consideraron que participaban en una Cruzada contra el comunismo internacional genocida. como lo demuestra sobradamente incontables testimonios y simbología de la época.
La carta colectiva del episcopado español, en 1937, reconoció que los alzados en armas lo hicieron para salvar los principios de la religión y la justicia cristiana. Además, en 1938, el cardenal primado, los obispos de Pamplona, Zaragoza y Santiago de Compostela, expresaron de forma específica que se trataba de una Cruzada. Es de suponer que los 13 obispos asesinados por los “gubernamentales” serían de la misma opinión.
También, es seguro que esta guerra tuvo más fundamentos y motivos para considerarla cruzada que las convocadas por los papas católicos de Roma, que tuvieron por objetivo, durante la Edad Media, recuperar la Tierra Santa; tanto por la finalidad como por los procedimientos empleados.
Aunque, tuvo como antecedente más inmediato (década años 20) el intento de destrucción de la Iglesia Católica en Méjico, con la persecución y asesinatos de religiosos y fieles católicos y la destrucción de iglesias y santuarios, que trajeron consigo la correspondiente reacción, dando lugar a la guerra Cristera o Cristiada (1926 – 1928).
Nuestra última guerra civil tiene muchas connotaciones con la Cruzada concedida y predicada por el Papa Inocencio III a la coalición cristiana que se opuso a la invasión almohade, que tuvo como colofón la Batalla de las Navas de Tolosa (1212), punto álgido de la Reconquista y en la “liberación” de España del yugo musulmán. Los tres reyes de la España entonces (Castilla, Aragón y Navarra) confluyeron en sus intereses estratégicos para acudir, liderados por el primero, a la citada Cruzada.
Unamuno, nada sospechoso, declaró a la periodista Nickerbocker en agosto de 1936: La guerra civil española no es una guerra entre liberalismo y fascismo, sino entre la civilización y la anarquía… Y en octubre del mismo año (después del famoso y magnificado incidente de Salamanca) le dijo al periodista francés Tharaud: Tan pronto como se produjo el movimiento salvador que acaudilla el general Franco, me he unido a él diciendo que lo que hay que salvar en España es la civilización occidental cristiana y con ella la independencia nacional, ya que se está aquí, en territorio nacional, ventilando una guerra internacional… Las inauditas salvajadas de las hordas marxistas, rojas, exceden toda descripción…
Las fuerzas revolucionarias, perfectamente organizadas en comités y sincronizadas, desencadenaron una sangrienta persecución religiosa, con asesinatos de religiosos y católicos, quema de iglesias e imágenes y, desde luego, con la prohibición absoluta de toda ceremonia religiosa. El culto católico se fue restableciendo con la liberación de las poblaciones por las fuerzas nacionales, en las que paradójicamente tanto contribuyeron las tropas musulmanas, con su esfuerzo y con su sangre, para su restauración.
La Guerra de Liberación.
Guerra de Liberación fue el nombre más extendido entre los componentes del bando nacional, y también en la historiografía española durante décadas. Así, por ejemplo, en la orden general de operaciones del CE Marroquí, del día 20 de marzo de 1938, indicaba: provocar el derrumbamiento del frente enemigo entre el Ebro y Farlete, y liberar Monegrillo… (el marcado en negrito es nuestro).
La importancia de conquistar o perder una población ejerció, por las mismas razones, una fuerte presión mediática y en consecuencia también tuvo gran influencia sobre los diferentes escalones de mando del Ejército Popular de la República.
Es indudable que la liberación del territorio nacional, bajo dominio comunista, evitó que España cayera directamente bajo el protectorado de la URSS, incluso formando parte de la misma, o, a lo sumo, constituyendo una democracia popular al estilo de las que estuvieron al otro lado del Telón de Acero. No olvidemos que algunas organizaciones políticas armadas proclamaron públicamente que España era la República Soviética del Sur. El anarquista Abad de Santillán (2018, 20) reconoció el hecho que la España republicana (era) una especie de colonia soviética. Así, en este contexto y a esta semejanza (incluida la simbología) organizaron el Ejército Popular de la República.
Irónicamente los movimientos armados de inspiración marxista leninista, que tanto auge tuvieron a mediados del siglo XX, se autodenominaron movimientos o frentes de liberación nacional, y los conflictos en los que participaron guerras de liberación nacional (Cuba, Vietnam, Nicaragua, Argelia, etc.).
Ergo, el nombre de Guerra de Liberación historiográficamente sigue siendo válida., para nombrar a nuestra última guerra civil.
Buen resumen.
Hubo guerra porque había wolframio, si los geólogos de Hitler no lo hubieran encontrado aquí la historia de España sería diferente…
Esto es lo más triste, somos marionetas…
Yo suelo decir Guerra Nuestra. Los british que la llamen como quieran.
Los que la vivieron, anda que no costaba sacarles las palabras a los mayores y más si uno era un niño chico, decían “zona”, nacional o roja, y no “bando”.
Doy fe.
Lo que no sabía es que Unamuno, en Agosto, ya hablara del acaudillamiento de Franco cuando el “director” de la cosa era Mola y había otros generales de mucho prestigio, de modo que hasta el 1º de Octubre no fue confirmado su liderazgo por la junta militar.
(Así se llamaba originalmente el hospital 12 de Octubre de Madrid. Nombre que le pusieron, naturalmente, por agradecimiento… y por hacerle la pelotilla. Siempre ha habido abrazafarolas)
No, Franco en un principio no era un capillita. Mu pagafantas sí, según una muchacha a la que cortejó por carta y que no llegó a ser su novia, pero capillita se hizo durante la Guerra Nuestra al comprobar que, aún con persecución y martirios, no hubo ninguna apostasía.
Sí, a los dictadores hay que elegirles. Pero cuando son líderes naturales está tocristo de acuerdo.
Sí, bajito, cuerposcombro, calvorota, nalgón y con voz de pito. Pero con una visión geoestratégica que no tenían ninguno de los líderes mundiales del siglo XX.
¿Cuánto creen que, en el país de la envidia, nos hubiera durado un lider con buena percha, mazado, guaperas, con pelazo asiático y que se llevara las pibas de calle sin hacer el más mínimo esfuerzo?.
Al General Bajito le traicionó la Iglesia (aunque algo puta, nuestra Santa Madre al fin y al cabo) en el Concilio Vaticano II desmarcándose de su régimen (en aquél entonces parecía que el comunismo iba a ganar el “gran juego” que decía Kipling), y empezamos a ver curitas obreros y curitas ye-ye que acabarían colgando los hábitos años después. Pero lograron desplazar a los tecnócratas mayormente falangistas que había antes, hacia finales de los 50, y empezamos a ver a los del Opus Dei en puestos clave apropiándose de la denominación de origen “tecnócratas”.
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FREE ZOUHAM o abandonad toda esperanza.
También podríamos llamarla,la guerra de los Rotschild,quien probablemente la financiaron,como Francia financio a los rojos en los Pirineos.
Lo de siempre:Inglaterra y Francia,los más feroces enemigos de España.
Cruzada para los del bando católico patriota (nacionales) y guerra civil revolucionaria para el bando rojo (autodenominado así, como el ejército de la URSS).
Cruzada porque unos lucharon por Dios, su Santa Iglesia Católica, por la unidad de España (grito de Arriba España) y sus tradiciones y por la familia.
Guerra civil revolucionaria porque Lenin pensaba que era el instrumento para implantar el socialismo en toda nación. Luego Stalin buscó alianzas, frentes populares y terrorismo.
Pero el término más adecuado es Cruzada, porque no hubo guerra por la proclamación de la II República en defensa de Alfonso XIII, ni por la proclamación ridícula de Maciá primero y Companys después, de la república catalana independiente, aunque hiriese el más noble patriotismo español incluso allí en las cuatro provincias que cayeron bajo yugo antiespañol hasta la victoria nacional católica. Tampoco hubo guerra por la reforma agraria, que era bien vista por la inmensa mayoría de españoles salvo los terratenientes, aunque la medida era incitadora de odios y terror rojo en el ámbito rural del sur. Tal medida era imposible en un ambiente pre revolucionario como el de Rusia en 1917. Ya nadie quería tierras en propiedad privada en el sur, sino jornales multiplicados por un millón (imposible). Y los koljoses, aquí llamados colectivizaciones, mataron de hambre a más españoles que la propia guerra durante ella en zona roja (holodomor puro y duro de más de 250000 españoles en zona de terror rojo). Tampoco hubo guerra por los mandos militares despedidos a la reserva por parte de Azaña, ni siquiera por el paro rampante y la ruina generalizada de la economía. Por todo eso NO hubo guerra en España por mucho que se insista en ello.
La Cruzada se produjo porque más de la mitad de españoles de entonces, algo impensable hoy día, era católica apostólica, fiel al Señor, iba a misa (mayoría a diario, con testigos rojos quedándose con sus caras y nombres) y amaba profundamente a Jesucristo Nuestro Señor y a la Santísima Virgen María, aunque aguantaron mucho más de lo debido y prudente de los enemigos de Dios y suyos. Y los rojos juraron exterminar a esa mitad de España como se había hecho con el 1% de población católica en la URSS (unos 1,5 millones de católicos ahogados en sangre tras la llegada sangrienta de Lenin al poder, aunque hoy lo silencie todo el Vaticano), ayudados por Stalin ya desde octubre de 1934, en el que el soviético les envió cargamentos de armas para la revolución bolchevique en España (la guerra civil revolucionaria es un arma leninista que se llevó a cabo en muchos países europeos de los treinta, empezando por Alemania, aunque allí la desarticularon totalmente los nacionalsocialistas con violencia extrema. También Hungría, Finlandia y varias otras naciones sufrieron guerras civiles revolucionarias, aunque hoy se oculte). Fue una Cruzada reanudada luego en 1976 de modo más sutil o sibilino, pero Cruzada entre la estirpe de la mujer y la estirpe de la serpiente, entre el trigo y la cizaña, entre los hijos de Dios y los hijos del Maligno. Y como tal, es y será siempre INEVITABLE, hasta la VICTORIA FINAL DE DIOS TODOPODEROSO.