Las Universidades Laborales fueron el culmen de la especialización de las personas, en cuanto a la preparación como personas autónomas, independientes y capacitadas para vivir de su trabajo, en definitiva, para labrarse un futuro y en base a sus capacidades. Gente muy preparada y capacitada para mantener un desarrollo sostenible en su entorno, gente para crear una sociedad en la que todos fuéramos necesarios, en la que todos nos sintiéramos agradecidos a todos, y en la que todos dependiéramos de todos. El resultado ya saben cuál fue, que en los años setenta del pasado siglo, España era la séptima potencia económica del mundo.
[Precisan mecánicos, montadores y administrativos en varios municipios madrileños]
Fue entonces cuando llegó el nuevo régimen, el actual, que le abrió las puertas a las grandes multinacionales de allende nuestras fronteras -a la postre se quedaron con el grueso de nuestra economía, además de eliminar toda competencia entre ellas- sin olvidar la reconversión industrial de los años ochenta, que fue determinante para que muchos de los productos que aquí se fabricaban tuviéramos que adquirirlos en el exterior. Nos impusieron la filosofía de “usar y tirar” haciendo que la especialización de los trabajadores para nada sirviera.
Hicieron posible que la especialización -gracias a la concentración de la producción y de la distribución de los productos- no valiera para nada. Dejó de merecer la pena, arreglar cualquier electrodoméstico, zapatos, paraguas ni ningún tipo de cacharro. La ropa y los muebles, de corta vida, nada de llamar a un carpintero o enviarlo al sastre o la modista. Hicieron imposible la existencia de oficios artesanos de los de siempre, incluso a los reparadores a domicilio; Fontaneros, electricistas, arbañiles etc. Entre la fabricación del producto y el envío de estos a la basura, solo estaba el consumidor. Hoy, todo se fabrica en serie, nada merece reparación alguna. La especialización del trabajador ya no es necesaria. Naturalmente, ello conlleva unos sueldos de hambre y miseria al menos en relación al mercado. De esta forma de comerciar solo se benefician abundantemente, muy abundantemente, las grandes multinacionales y por supuesto nuestra elefantiásica Administración Pública.
Hoy, todos, menos algunos autónomos que resisten, nos debemos a sueldos miserables de las multinacionales o a esos otros trabajos en forma de limosna, que lo público le da a nuestros jóvenes a tiempo muy limitado, creando una absoluta dependencia de mama y de papa estado. Mama y Papa Estado, que absorbieron con muy malas intensiones, todas las responsabilidades del individuo y dejándolos sin futuro de ningún tipo. Lo de establecerse, independizarse, fundar una familia, comprar una vivienda y tener hijos, del todo imposible, aunque siempre les queda, si está bien formado, irse al extranjero.
Las consecuencias; La desaparición entre la juventud, de toda su capacidad para crear, que es la cualidad más singular y especial del ser humano. La música que se compone hoy, lo que se escribe, las películas que vemos, lo que se pinta etc. Lo poco que a veces destaca, es porque los creadores son de aquellas generaciones y de muy distinta formación.
Como empecé escribiendo, las Universidades Laborales no solo formaron laboralmente a aquellos jóvenes, fueron las últimas instituciones que se preocuparon de exaltar la individualidad, la creatividad y la autonomía del propio individuo. Desconozco con qué intenciones, hoy algunos de nuestros políticos, hablan de recuperar la Formación Profesional. Formación, que ojalá se acerque, a la que fue en aquellos tiempos, en aquellas universidades.
Lo ocurrido sólo demuestra el plan global para hacer de China ese gran dragón que todo lo devora.
Para beneficio de pocos, pero para mal del resto, les han estado alimentando durante décadas dando como resultado unos crecimientos anuales que , hasta el más profano, podía comprobar hacia dónde se dirigía la economía mundial.
La mano de obra barata, la falta de tecnología punta y de robótica y el régimen estricto del PCCH, ampliaba las posibilidades de fabricar productos a un precio irrisorio, cuando en los demás países, aún con tecnología, el coste era superior. Por otro lado, el intercambio en la instalación de empresas en aquel país, conllevó la entrada de su producción, en las grandes cadenas de distribución, haciendo del artículo chino , un añadido a las ventas y la implantación del comercio barato, como los bazares que empezaron vendiendo artículos innecesarios, pero curiosos y ha terminado vendiendo de todo y acaparando un comercio minorista en los mejores locales de las ciudades. Aquí empezaron españoles con sus Todo a cien, para ser ninguneados por los marroquíes y estos a su vez, por los chinos.
La tecnología que ha alcanzado China, en poco tiempo, ha desbancado a la mayoría de los países que se han hecho reos de su propia ambición. ¿Para qué, como comenta en su acertado artículo, va a haber personas preparadas si la producción y desarrollo de tecnologías las ha, casi, monopolizado China?
No olvidemos que el PCCH, lleva años recibiendo dinero e inversiones de las dos familias de marras y monopolizar la industrialización e implantar el régimen chino en todo el mundo es su fin, el resto, sobra.
A la baja calidad de los servicios y productos y a los sueldos irrisorios, ha contribuido la llegada de la inmigración, gente muy poco preparada, sin escrúpulos y poco afán de superación. Por todo ello, se desmotiva al autóctono a que se esfuerce por alcanzar unos objetivos mayores.