De cuando Lagartijo libró a un joven del ejército
Cuentan que el gran Lagartijo, en sus estancias en Madrid, acudía a una tertulia de amigos y seguidores suyos en el antiguo café Suizo. Un grupo heterogéneo, como ocurre en las peñas taurinas, en el que se mezclaban personas de todas las clases sociales.
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Y entre los más asiduos seguidores del torero de Córdoba había un joven de posición modesta, prudente, educado y muy respetuoso. Este joven participaba poco en las conversaciones, más bien escuchaba atento, pero si alguna vez decía algo siempre era oportuno y acertado. El joven había conquistado el agrado de todos lo concurrentes y por supuesto el agrado y simpatía del Califa del toreo.
Y ocurrió que durante unos días el muchacho se mostró distante y pensativo, metido en sí mismo, algo que llamó la atención de todos. Y fue Lagartijo el que le preguntó el motivo de su estado de ánimo, el joven esquivó las preguntas, pero ante la insistencia del Maestro le dijo que le habían sorteado hacía unos días para servir en el Ejército y que a él eso no le importaba, pero que su madre estaba muy triste, pues era viuda y dependía el sustento de su casa de él.
Lagartijo le preguntó cuánto le costaría librarse del servicio, a lo que el joven le contestó que mil quinientas pesetas. El torero no dudó y sacó ese dinero de su cartera, entregándoselo al joven y diciéndole que ese era el remedio para que su madre no llorara y él pudiera seguir ayudándola.
La noticia corrió como la pólvora en el café Suizo, que se encontraba lleno de clientes, y Lagartijo recibió una de las más grandes ovaciones de toda su vida.