vida

¡Cómo es la vida! Te regala momentos inolvidables, te brinda personas extraordinarias, te ensancha las costuras del disfrute con su alado transcurrir, para luego quitarte todo con la misma súbita prisa con la que te lo dio. ¡Cómo es la vida! En ella lo más bello y digno hace compañía a lo grotesco y deleznable. Un trampolín de emociones la recorre incansable, siempre ávido en su frenético cambio continuo. ¿Por qué? ¿Por qué tiene que ser así? ¿Por qué no podríamos estar siempre contentos, siempre estables? ¿Por qué, en definitiva, la vida tiene que ser habitáculo de tan heterogéneas circunstancias y realidades, en lugar del de un único, estable y dichoso estado de ufanía? He aquí una de las grandes cuestiones a las que el hombre se ha enfrentado intelectualmente desde los albores de la historia. No seré yo quien ostente responderla, pero trataré de mostrar por qué es así como debe ser la vida, y no de otro modo.

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¡Cómo es la vida! Cuando se la imagina como una constante, como un irrestricto estado inmóvil, ya sea económico, ya social, parece perder calibre. El que piensa en la eternidad sin cohibirse, sin agobiarse, o bien es un raro o bien un demente. La parálisis es la mayor enemiga del hombre. La vida se define a sí misma como movimiento; ¡es movimiento! Por eso una vida “estable”, parada, no tiene sentido. La vida es un continuo fluctuar entre la bonanza y la desdicha, entre el estrés y la calma, entre la seguridad y la zozobra, porque si se estancara en una de ellas dejaría de ser vida. Así como el agua estancada se acaba pudriendo, la vida humana se deteriora cuando deja de oscilar en el mar de las circunstancias. La vida es cambio, es un constante flujo que se nutre a sí mismo, un incesante proyectarse y oponerse a las vicisitudes, luchar contra ellas. Vida y libertad están por eso tan relacionadas, pues ambas se refieren a una misma verdad: que el cambio y la reacción que ante éste lleva a cabo el hombre se identifican; que la circunstancia impone en el sujeto paciente lo que será su razón de actuar, lo que le convertirá en sujeto agente. El cambio es a la posibilidad lo que la vida a la libertad.

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¡Cómo es la vida! Por mucho que lluevan las quejas sobre ella, se mantiene sólida y bien erguida. El agua de los ataques que recibe resbala como la lluvia en el acero. La vida sin cambio no tendría sentido, y el cambio supone la aceptación de lo bueno y de lo malo, el abrazo de la alegría y de la tristeza. Lo contrario sería no más que una niñería enfurruñada. Si se piensa con sazón de verdad, si se dirime al compás de la razón, se llega a la misma conclusión: que la vida es lo más valioso que tiene el hombre, porque el hombre es libre y la libertad se actualiza en la vida, porque el hombre tiene que hacerse, y se hace en la vida.