Hoy queremos compartir una anécdota que se produjo cuando el matador de toros Juan Jiménez Morenillo mató a un toro con el sable del general Espartero. Se cuenta que esta anécdota ocurrió el 13 de septiembre de 1837, cuando se celebró un encierro de veinte toros para que toreasen los mozos de Arganda, con motivo de una victoria frente a los Carlistas.
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Resulta que cuando llegó la hora de matar al primero de los astados, el “valiente” de Arganda que se había ofrecido para este menester, alegando práctica taurina, se echó para atrás, lo que provocó el enfado del público y el peligro de un escándalo, hasta que alguien se percató de la presencia de Morenillo y empezó a pedirle que interviniera.
Morenillo accedió y comenzó una brillante faena que mereció los aplausos del público. Llegó la hora de matar y Morenillo se percató de que no había estoque para la suerte suprema. El público le facilitó algún estoque de bastón, pero no era la herramienta adecuada.
El diestro solucionó el entuerto dirigéndose a la presidencia, balcón en el que estaba presente el general Espartero, al que Morenillo le pidió prestado su espada.
El general accedió a la petición del torero y le dio su espada con mucho gusto. Y según cuentan las crónicas, “el diestro se situó lejos del bicho, citó a recibir y, en dicha suerte, ahondó la espada en el morrillo de su adversario. La res murió en medio de una gran ovación. Morenillo limpió cuidadosamente el acero y se lo entregó al general, que le tendió su mano, dándose ambos un fuerte apretón”.
Esta es la anécdota de cuando Morenillo mató un toro con el sable de Espartero.