Se puede ser malo. Se puede ser aprovechado, miserable y déspota en las funciones de gobierno. Pero lo que tenemos en el gobierno de España ya supera hasta nuestras peores expectativas. No hay ni un solo miembro del gobierno que tenga un mínimo pase, pero lo que ha declarado Margarita Robles el pasado fin de semana en La Sexta ya se va incluso de las manos de los esperpéntico y lo aceptable.
Y eso en unas condiciones mínimamente normales. Porque si ya nos ponemos a analizar toda la información que ha ido difundiendo la familia Royuela o la asociación que dirige el juez Fernando Presencia, ACODAP, ya podríamos incluso llegar a pensar que todos los miembros del gobierno, pero sobre todo Robles con estas declaraciones, nos toman por imbéciles.
¿Y creen que en esa entrevista de La Sexta se le ha preguntado sobre Royuela o ACODAP? Ni locos. Ni siquiera se ha hecho mención alguna al reciente auto de la Audiencia Nacional que consideraba probable que Robles hubiera cometido fraude fiscal y blanqueo de capitales, aunque considere el delito como prescrito.
Lo de este gobierno, lo de todos sus miembros en general y lo de Margarita Robles en particular nos está resultando ya incluso obsceno. ¿Cómo se puede tener la indecencia de hacer unas declaraciones como esas?
Definición de ramera, dícese de una mujer cualquiera que se dedica al sexo o a delinquir y está mujer no hace más que joder.
Una mañana pude ver a un individuo con cierto punto de agresividad, andando por las calles del casco antiguo de la ciudad en la que vivo. EL personaje era de piel oscura y con una pinta como de haber desembarcado en el Arlanzón, cinco minutos antes. Pues bien y siguiéndole con la mirada, a pocos metros, hacen aparición dos agentes municipales que, era evidente, seguían los pasos del susodicho elemento pero guardando una distancia considerable. Mientras tanto éste, a su rollo increpando a quién se cruzaba en su camino. No pasó nada, que yo sepa.
Una tarde un hombre, español, que dijo venía de Santander y deseaba volver por la noche, se le debió ir la mano con los cubatas y alguno lo dejó sin pagar. Alguien debió llamar a los municipales, pues aparecieron: un furgón y dos coches, con un total de siete agentes que pusieron al hombre contra la pared, le cachearon, revisaron documentación y finalmente detuvieron. Pero quedémonos con esta cifra SIETE agentes, para detener a un hombre que no bajaría de lo 70 años, pequeño y sin fuelle.
Dirán que, a qué vienen estos dos casos, pues creo que la diferencia entre un individuo y otro y la actuación de los agentes, deja a las claras a quién realmente sirven y el concepto que se tiene del orden y el justo equilibrio que impera en esta sociedad corrompida.
Con todos estos supuestos delincuentes de guante blanco, pasa exactamente igual. Se denunciará. Se demostrará. Saldrá en cuatro medios y aquí paz y después gloria, porque en este país, ya no les pasa absolutamente nada y delinquir está mejor visto que mantenerse honrado.