contemporáneo

Permítaseme un pequeño preámbulo de “memoria histórica” educativa, sin retroceder demasiado, antes de comentar lo que la penúltima reforma de la izquierda nos depara, tras el “regalo” que la hoy embajadora en el Vaticano, Isabel Celaá, nos dejó en su LOMLOE, sobre la que el “contubernio” de ministros, “ministras y ministres” del martes, dio un paso más para a proponer al Congreso.

[¿Te gustaría trabajar como modelo?]

He seguido la deriva de contenidos y, sobre todo, de exigencia,  de los distintos planes de enseñanza, desde la Ley General de Educación de 1970, a través de los programas de mis cinco hijos (nacidos entre 1974 y 1995) –afortunadamente, con alguna excepción en centros muy concretos–. Por cierto, esta ley, no socialista obviamente, fue la que estableció la educación básica obligatoria y gratuita hasta los 14 años, no el socialismo de Felipe González. Independientemente de esto y en mi opinión, si no recuerdo mal, se dio un primer paso atrás al dejar de lado el Plan de 1957 que reformaba, creo, la Ley de Ordenación de la Enseñanza Media de 1953. Se sustituyó la Enseñanza Primaria de entonces, su examen de Ingreso y el Bachiller Elemental –cuatro cursos–, y su correspondiente Reválida de Cuarto, por la  Enseñanza General Básica, la conocida EGB –de 1º a 8º–. Lo mismo se hizo con el Bachiller Superior –dos cursos, ya específicos de Ciencias o Letras–, que terminaba con otra Reválida –de Sexto, en este caso–. Ambas reválidas había que pasarlas en los Institutos, cabeceras de la zona o provincia en la que se encontraban los centros de enseñanza públicos o privados. El Superior, se completaba con el curso Preuniversitario que terminaba con la temible Prueba de Madurez, calificada por catedráticos –de los de antes– de las diferentes universidades a las que se adscribían los centros de Enseñanza Media y daba acceso directo a la Universidad. Este Bachiller Superior fue sustituido por el BUP, Bachiller Unificado Polivalente, en el que se añadía un año y pasaba a tres cursos, y el Preuniversitario por el COU, Curso de Orientación Universitaria. Creo que ese aumento no fue debido al mayor volumen de contenidos de estudio sino, más bien, desde mi punto de vista, para alargar un año más la escolarización y retrasar el acceso a la Universidad.

Con la llegada de la democracia, vinieron las reformas educativas, ocho en total –hasta ahora–, algunas de las cuales se quedaron en el intento y nunca vieron la luz de su puesta en marcha efectiva. La primera, que por desgracia y por el recurso del PSOE ante el Tribunal Constitucional, y otras circunstancias, no llegó a ver la luz de su desarrollo integral fue la LOECE, Ley Orgánica del Estatuto de Centros Escolares, promovida por el entonces Ministro de Educación de la UCD, José Manuel Otero-Novas. Recomiendo la lectura de su libro “Lo que yo viví” (Ed. Prensa Ibérica, 2015), en el que entre las páginas 232 y 281, nos deja su interesante opinión al respecto.

El daño real para esta importante área vendría con la victoria electoral del Partido Socialista, en Octubre de 1982 que, aunque, teóricamente, ya no marxista, sabemos la afición intervencionista de la izquierda en materia educativa. Tras su LRU, Ley de Reforma Universitaria, de 1983, que modificó ese nivel educativo, con José Mª Maravall como ministro y Alfredo Pérez Rubalcaba ya en el Ministerio, llegó, con el mismo ministro, la LODE, Ley Orgánica reguladora del Derecho a la Educación, en 1985 –como si antes no hubiera existido ese derecho–, que estableció el, a mi juicio, nefasto anzuelo de los conciertos, en el que picaron la mayoría de colegios privados y, hábilmente, se coló el “derecho” de participación en la gestión de los centros docentes. Ya conocemos el principio no escrito de que “El que paga, manda”. Mucho peor fue la segunda, la LOGSE, Ley Orgánica de Ordenación del Sistema Educativo, de 1990, con Javier Solana como ministro, sucedido en 1992 por el citado Rubalcaba, año en que se puso en marcha la ley. Un nuevo paso atrás en los niveles de calidad y exigencia, con el establecimiento de tres etapas, Primaria, Secundaria y la triste ESO, que todavía colea y elevaba la educación obligatoria –es un decir a la vista de cómo ha evolucionado– hasta los 16 años. Pasó con más pena que gloria la LOPEG de 1995, Ley Orgánica de Participación, Evaluación y Gobierno de los Centros Docentes –el acrónimo no recoge tanta sigla–, en las postrimerías de la primera etapa socialista. Y he aquí que llega el primer gobierno del P P, con José Mª Aznar que, ante la dramática crisis económica y de prestigio internacional que hereda, no parece prestar demasiada atención a otros “asuntos menores”, como el de la Educación, con mayúscula, y no es hasta final de 2002 cuando se aprueba la LOCE, Ley Orgánica de Calidad de la Educación, que no se pudo aplicar íntegramente y que fue derogada pronto, con la llegada en 2004, “desde Atocha”, de José Luis Rodríguez. Al contrario que Aznar, éste no tardó mucho en hacer su ley, la LOE de 2006, Ley Orgánica de Educación –auténtica hipérbole– de María José San Segundo, que su sucesora Mercedes Cabrera retorció un poco más. Esta ley derogó las tres precedentes, pero no la primera, la LODE, y entre sus aportaciones estuvo la famosa asignatura de Educación para la Ciudadanía, complemento imprescindible de la Ley de Memoria Histórica del año siguiente, para el avance del adoctrinamiento y continuación de lo sembrado en la etapa de Felipe González.

Dejo unas pinceladas de lo que esta involución educativa “progresista” nos ha dejado, entre otras muchas cosas. Desde la época del COU, hasta la reforma última de los dos años de Bachiller actuales, el remate es la conocida Selectividad –ahora EBAU o EvAU–, de cuyo “rigor” da prueba que la supera el 95% del alumnado frente al escaso 25% que superaba la Prueba de Madurez respecto al “Preu”. En la citada Educación para la Ciudadanía, la también mencionada ministra Cabrera, recomendaba en 2007 “leer Alí Babá y los cuarenta maricones”. Claro que eso no es nada frente a lo que supimos hace unos  días sobre el “taller de educación sexual femenina” –otro eufemismo de los que le gustan tanto a la izquierda– exclusivo para mujeres mayores de 16 años, que impulsa el ayuntamiento socialista de Soria –no sabemos si dirá algo el explosivo partido del pueblo, Soria Ya–, con fondos públicos, obviamente, con el “sugerente” nombre de “Píntate el toto”, a petición de una tal Laura Martín, a la que presentan como “artista soriana”, dentro de su proyecto “Olé tu t…o”.

No tardó tanto como su antecesor popular, Mariano Rajoy, en aprobar una nueva ley y en 2013 se aprueba la LOMCE, Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa, con esa “M” imprescindible, dado que la “C” de su antecesor se quedó en un escuálido “casi”, que modificaba la LOE y seis artículos y una disposición adicional de la LODE, pero de derogar, como hacen sin reparo los socialistas cuando llegan, nada de nada. Al final, si la “C” de Aznar quedo en “casi”, la “M” de Rajoy quedó en mínima, porque no se llegó a lo fundamental, recuperar la competencia en esa disciplina para el Estado y acabar con las mal dadas transferencias a las autonomías que, en su mayor parte, las han utilizado para incrementar –o iniciar en otros casos– los niveles de adoctrinamiento escolar que ya ha sembrado en los siguientes niveles de enseñanza, ayudados por los profesores salidos de la ya lejana LRU de 1983, aunque algunos venían “reformándola”, con menor visibilidad, años antes. Hasta aquí el repaso histórico, que daría para varios artículos e incluso para un libro.

Son ya bastantes los artículos que, desde que empecé a compartir mis reflexiones, allá por 2008, he escrito sobre la transformación degenerativa de la educación en adoctrinamiento, técnicamente descrita desde la evolución legislativa anteriormente comentada. Pero mi preocupación por el tema viene de mucho antes. En ellos, he insistido siempre en que, desde mi punto de vista, la causa principal de muchos de los males actuales –si no de casi todos–, reside precisamente en esa desidia educativa. ¿O alguien duda de que, con una mejor y rigurosa Educación, el nivel de nuestros políticos sería mucho menos mediocre? O de que habría menos corrupción, mejores principios y valores, más sentido de servicio público, etc., etc. Pero parece que, por acción interesada u omisión permisiva o cobarde, el asunto de una buena Educación de calidad y excelencia, no ha estado en los objetivos reales de los diferentes gobiernos de uno u otro signo desde 1982. Tal vez un poquito antes, desde la dimisión o cese del citado autor de la LOECE, el exministro con Adolfo Suárez (q.e.p.d.), Otero-Novas.

El primer artículo que compartí en el Blog Desde el Caballo de las Tendillas, recopilando, ocho años después, lo que hasta entonces venía expresando en privado o en mi perfil de Facebook, me parece que no ha perdido vigencia. Fue Educación: ¡Es la excelencia, estúpidos!, allá por Julio de 2014. En él analizaba las causas que, en mi opinión, habían concurrido hasta entonces y que no han hecho otra cosa que agravarse. Desde lo que, a principios de los 90, denunciaba como “Incontinencia Universitaria”, en esa creación masiva e irresponsable de universidades sin dotación docente preparada ni análisis previo de necesidad, hasta la eliminación de la Formación Profesional y las magníficas Universidades Laborales que olían a franquismo. Todo ello, en un tan flagrante como interesado error de “confundir” igualdad con igualitarismo, siempre por abajo, claro, en ese intento permanente de la izquierda de agrandar el rebaño inculto, fácil de pastorear con subvenciones en esa máxima conocida hoy, objetivo de la Agenda 2030: “No tendrás nada y serás feliz”. Y de ahí los 400 € al cumplir 18 años, la edad del voto, curiosamente. O sea, haciendo clientes.

La última, lo que apuntaba al principio sobre lo aprobado el martes en el “contubernio de Ministros”, en el que el omnipotente líder ha decidido reinventar la Historia de España que se estudie a partir de ahora en el bachillerato que, por sus complejos y su sectarismo ideológico, va a “empezar” en 1812. Es decir, ya entrada la Edad Contemporánea, cargándose de un plumazo las Edades Antigua, Media y Moderna. Y, por si fuera poco, se regala el título de bachillerato con una asignatura pendiente. Por no ir más lejos, que se podría, adiós a la antigua y milenaria Hispania que dio tres emperadores a Roma; a la España visigoda expulsada por la invasión musulmana; a los casi ocho siglos de esforzada Reconquista –hablar del fondo cristiano de esta epopeya sería sacrílego para esta banda de analfabetos intelectuales–; adiós al Descubrimiento y civilización religiosa y cultural de América, con sus más de veinte Universidades creadas y al Imperio Español de los siglos XVI al XIX, Imperio al que por cierto Carlos Herrera se refería en su editorial del pasado martes “con perdón” –sería para no ofender demasiado a los progres–. Por supuesto, adiós también a la Guerra de la Independencia: “España nace en 1812, porque lo digo yo, Pinocho ‘Antonio’ I el Mentiroso y Ninguneado en Europa, Oriente y Occidente”. Y, claro está, de la pertenencia centenaria de Ceuta y Melilla a España, nada de nada, no sea que se enfade el “primo” del Rey, ante el que “me arrastro y voy a visitar sumisamente el jueves”. En definitiva, y tras el triste paréntesis cultural del señor Registrador gallego, continua la reescritura de la Historia de España que empezó el clonado y ya superado Zapatero con su desentierro de las dos Españas de Antonio Machado, el, para el “culto” copista Sánchez, “soriano”, cuya “infancia son recuerdos de un patio de Sevilla”. Y de cómo quede en esa “historia sanchista” el “estudio” del periodo 1936/39 y la “oprobiosa” dictadura, nos podemos hacer una idea.

O sea, “lo contemporáneo mola, porque es guay y queda ‘chulísimo’, como todo lo progre”.

1 Comentario

  1. Buen recorrido hace el autor por los distintos planes de estudios de España. Para mi, será que, tanto D. Antonio como un servidos, somos del Plan de 1.957, considero que fue el más completo que se han aprobado.
    Actualmente, según el Indice de Desarrollo Educativo, de la UNESCO, España ocupa el puesto 26 del mundo, por debajo de casi todos los países de la UE, colocándolo al mismo nivel que Hungría y Trinidad Tobago. Por debajo de España solo se encuentran Hungría, Austria, Portugal, Eslovaquia y Chechenia. Bajo mi punto de vista, esto es debido a los nefastos planes de estudio que se han llevado a cabo, que cambian tan pronto cambia el Gobierno; llevamos ocho en 40 años, a la inversión en educación que, aunque nos mantenemos en una media del PIB mundial, está mal aprovechado y, posiblemente, a la deficiente preparación del profesorado que ha tenido que sufrir, para su preparación, con esos planes de estudio, de los que ya son hijos de los mismos.

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