En la escuela suelen explicarles, a los niños, que la democracia es un sistema de gobierno que concibieron los antiguos griegos y que nosotros heredamos (En los periódicos suelen explicárselo a los adultos). Yo no puedo asegurar que tal idea surgiera en la Grecia clásica; lo que sí puedo asegurar es que no está vigente en la actualidad.
En los libros de historia se suele pasar por alto el hecho de que ningún arqueólogo ha encontrado restos de palacios pertenecientes al periodo clásico. Sabemos que, en aquella época, existieron individuos poderosos: sacerdotes, guerreros (Incluso el concepto tirano es griego, si bien significaba «el que detenta el poder» y no «el que abusa del poder», como ahora); pero también sabemos que aquellos individuos poderosos no vivían en palacios, y eso no puede significar más que, entre los antiguos griegos, estaba mal visto hacer ostentación de riqueza.
Los historiadores acostumbran a juzgar el nivel cultural de un pueblo del pasado en función de sus logros constructivos. No por otra cosa, juzgan, por ejemplo, que los mayas entraron en un periodo de decadencia cuando dejaron de construir grandes edificios pero ¿Y si tal conclusión estuviera errada? Si me pregunto ¿Qué preferiría hacer mañana, irme de excursión con mi pareja, con mi hijo, con mi amigo, o ponerme a construir una pirámide para mayor gloria de mis gobernantes? La respuesta es obvia. Si me pregunto ¿Quién está culturalmente más avanzado, el que es libre de disfrutar con los suyos o el que está obligado a construir palacios para satisfacer egos ajenos? La respuesta es sorprendente.
Para los antiguos griegos, la democracia era el ejercicio del poder por los propios ciudadanos, que se reunían en asamblea para debatir y decidir lo más conveniente para la comunidad. En la actualidad, entendemos por democracia el poder ejercido por unos pocos individuos, a los cuales otorgamos el título de «representantes» pero ¿Quién necesita que otro le represente más que un incapaz? Es obvio pues, que la democracia actual se basa en la suposición de que los ciudadanos no somos seres mentalmente sanos sino seres «retrasados», que por ello, necesitan un tutor.
No estaría del todo mal tener tutores, si los eligiéramos, de entre los más conscientes, de entre los más sabios de la comunidad; pero sabemos que lo que hacemos es justo lo contrario. Sabemos que nuestros gobernantes son seres egoicos, megalómanos que dilapidan los recursos de la comunidad erigiendo “Torres de Babel” con las que pretenden saciar su insaciable vanidad. ¿Y qué hacemos nosotros? Dilapidar nuestra vida trabajando en sus gansadas, siguiendo al dedillo su plan, su agenda, cuando podríamos estar disfrutando de nuestra pareja, de nuestros hijos, de nuestros amigos.
Tal vez los antiguos mayas se dieron cuenta de todo esto, y por eso dejaron que se arruinaran templos y palacios. Tal vez se dieron cuenta de que el auténtico poder no es tanto la posibilidad de elegir tutor como la posibilidad de despedirlo. Tal vez nosotros alcancemos su nivel cultural, y nos demos cuenta de que nunca antes hubo tantos grandes edificios como en la actualidad, ni tanta decadencia.
Que el poder se ejerza en nombre del “pueblo” (lo que nunca se dio en Atenas) o por la gracia divina no signifca nada en el fondo. Sí, es verdad que parece ser una idea que confiere legitimidad pero sólo lo hace porque no se entiende correctamente, de entrada, qué es eso de la legitimidad. Ésta, en realidad, depende de qué se haga con el poder, de que haya leyes justas y que promuevan el bienestar general. No depende de quien tenga a bien decidir, establecer o promulgar lo que tenga a bien o a mal.
La democracia ateniense o las asambleas germánicas de nobles eran democracias orgánicas. Óργανον significa en griego instrumento y las instituciones son instrumentos para la consecución de fines sociales que no podrían alcanzarse o servirse sin dichos órganos. Es decir, ningún pueblo puede gobernarse a sí mismo espontánea e irreflexivamente -como pretendía Rousseau- sin resolver la cuestión institucional de antemano. Estos fines vienen dados por la sabiduría intemporal, por el sanatana dharma, por la filosofía perennis y, en último término por la tradición esotérica universal.
La “democracia” (chusmocracia) de marras no es sino un pretexto y una distracción para eludir la cuestión central y ocultar la más grave dolencia y carencia de nuestra sociedad: un ideal jurídico y moral y una teoría de la justicia clásica bien elaboradas y anteriores a todo derecho positivo, incluyendo toda constitución. Es más, folletos como el del 78 no están ni medio bien redactados y sólo aparentan, ilusoriamente, satisfacer la necesidad de salvaguardar derechos fundamentales no cuestionables.
La “democracia” contemporánea no es sino un mecanismo de manipulación de masas -el humilladero del ciudadano en cuanto tal- y lo es tanto en ausencia de fraude como en presencia de fraude, sea en la urna, sea en el sistema informático. Se usa para extraer con tenazas un “consentimiento” fabricado que permita, posteriormente, al aparato político -por medio de un partido u otro- tomar decisiones cuya racionalidad o cuyas repercusiones reales se escamotean a los que se han participado en el ritual del voto. Para que este “consentimiento” fuera tal, tendría que incluir un compromiso vinculante y hacerse con un censo de votantes que hayan superado un psicotécnico y una prueba de conocimientos básicos de derecho y de economía.
El problemón de fondo de nuestra sociedad es que, a pesar de los ingentes recursos de todo tipo, materiales, crematísticos, de tiempo, que se dedican a las facus, abogaditos, juristillas y otras modistillas no han sabido articular una ciencia del derecho. Por eso hay ideologías o creencias precientíficas y mitos infames sobre lo que es justo o lo que es injusto que, a su vez, sirven para ocultar intereses ilegítimos de todo tipo, desde los del drama psicopolítico de las charos o la revuelta del hombre masa hasta los de la cruel explotación por medio de mecanismos financieros y monetarios sofisticados a gran escala. Por eso a menestras verduleras se les llena la boca de “igualdad” y otras consignas que, llegado al punto actual de degeneración general, ya no son ni siquiera ideológicas.
Le agradecería que no llamase charos a las borricas; yo tengo a dos en la familia, las dos han hecho una brillante carrera universitaria y no quieren saber nada de política.
O sea, a ver si me entero. Vd. tiene dos borricas en su familia que han hecho una brillante carrera universitaria … ¿no? El intelecto femenino típico es la causa del declive de una universidad donde las niñas y otros loros satisfacen todas las exigencias miméticas y pasivas, con unos apuntes requetefloridos. Los que no quieren saber nada de política no son ejemplos de nada nunca.
“Charo” es una metonimia común hoy en día en ciertos círculos y, diríamos, en proceso de lexicalización dentro de la jerga correspondiente.
Definición de un tal Luis Abascal en un artículo de El Plural:
Charo/Charocracia: Es el estereotipo de mujer votante del PSOE o UP, que solo escucha la SER y solo ve laSexta. Una mujer que dice que un político, siempre de izquierdas, es “muy válido” y “un demócrata”. Va de progresista pero no acepta ideas contrarias a las suyas. En Forocoches se las define como “de pelo corto teñido de rojo o de morado, que dicen no necesitar un hombre en su vida y que, llegada a los 35 o los 40, sola y quemada por la vida, cae en una depresión que la acompañará durante el resto de sus años y que la convertirá en adicta al Prozac, al alcohol, al Marlboro y a sus gatos”. Según el Team Facha, en España vivimos en una Charocracia.
De acuerdo en que, todo derecho positivo debe justificarse en algo más elevado, que los abogaditos llamamos “derecho natural”. A eso se refiere la expresión “por la gracia de Dios”, que es como decir “no por la gracia del dinero”. Fue en la revolución francesa cuando los masones cambiaron la expresión: Eliminaron a los “agraciados por Dios” y elevaron a los “agraciados por el dinero” que, como no, eran ellos mismos. El hecho de que Franco incluyera “por la gracia de Dios” en sus monedas le dio un “tufillo fascista” a la expresión, a juicio de muchos; cuando lo cierto es que esas mismas palabras aparecen en otras muchas monedas de otros muchos gobernantes. Decir “por la gracia de Dios” es como decir “se lo debo a Dios”, es como decir, no me debo al banquero.
Eso, los abogados de un cierto fuste nada más. Es decir, no picapleitos sino mentes teóricas que comprenden que el derecho, como cualquier otra área del saber, no es una rama que pueda desgajarse del tronco de la filosofía o del saber crítico en cuanto tal.
Los masonería comenzó bien pero degeneró muy pronto en contubernios infames una vez que unos aprovechados se percataron de las posibilidades políticas del secreto y la obedcienca, vaciándola así de todo significado real y substrayéndola a sus fines y cometidos originales. Particularmente significativo en este proceso es que el Gran Oriente de Francia, al contrario que otros, dejase de exigir a sus adeptos la creencia en Dios.
Por la gracia de Dios es una expresión medieval y, por supuesto, el fraquismo lo recuperó con intención como movimiento político tradicionalista. Ni el Duce ni el Führer hicieron otro tanto que yo sepa y, por tanto, no cabe asignarle un carácter “fascista”.
Creo que ambos sabemos lo que significan las comillas cuando escribimos “fascista”. Un abrazo.
Un abrazo. Por supuesto.
La democracia sí nació en la Grecia clásica, pero no era como esta. Solo votaba la gente (los hombres, claro) que se consideraban de cierto nivel intelectual. Como se ve, nada que ver con la de ahora. No por las mujeres, sino por el nivel. En un país de borregos indoctos como el nuestro, el elegido será el menos conveniente para la nación.
Cierto, eso fundamentalmente humano que otorga plenitud y que hoy se encuentra despreciado, es sintonizar con la realidad, en donde aquello llamado mente o ego deja de interferir con sus ficciones sobre la realidad.
La mente es una muleta en un principio, luego una herramienta, y al final un instrumento que sólo debe estar afinado. Básicamente, cuando el conductor desaparece de la escena entra en acción ese misterioso piloto automático sobre un territorio “seguro”. Es evidente que se produce una inversión de posición entre el emisor(masculino) y receptor(femenino), lo que define el estado activo o pasivo, el de vivir el sueño o el de soñar la realidad, y es gracias a este fenómeno binario en donde programan el espacio del amo y el del esclavo en donde se refugiará de la doliente realidad.
La verdad es que en una familia madura las cosas esenciales son sensiblemente evidentes y sobra explicarlas, justificarlas y menos el establecer una fuerza de orden extraordinaria(ente), es decir, el ejemplo y el boca a oreja es suficiente para transmitir lo fundamental y así establecer las prioridades verdaderas sujetas a la realidad, y que durarán toda la vida. Cuando esas prioridades se basan en creencias, se crea una necesidad de poner orden y disciplina a esas ficciones que se impondrán por encima de la realidad, y ese gobierno mental es la simpática “Pajacracia”, en donde se firma un contrato social entre los amos y los esclavos.
La inteligencia se aplica en el campo de la consciencia, por lo que que es obvio ser rápido en un pequeño territorio virtual del saber, sin conocimiento, sin la experiencia de esa creencia, como también es sencillo ponerse el traje de civilizado en donde se reduce la experiencia de lo humano, y eso es transhumanismo, en donde se pretende ser más siendo menos.
En el caso de una construcción destinada a durar miles de años, tendría la función de memoria física y de maquinaria para replicar las formas de supervivencia y autogobierno, teniendo en cuenta también los por qué de la pérdida de la memoria fundamental y todos los factores de corrupción de la mente, y ésto quedó plasmado claramente en los templos de la India.
Los griegos no daban tanta importancia a sus viviendas,preferían los magníficos edificios públicos y la vida activa en sociedad…los más ricos tenían Palacios estigios como el de Néstor,incluso Castillos cubiertos de oro.
La democracia ateniense dista muchísimo de lo que se entiende hoy en día como democracia,Franco decía que las democracias actuales estaban destrozando el mundo,y tenía razón,por qué a menudo los elegidos son los menos adecuados.
Muchas veces se ha intentado la ‘democracia participativa’,que es muy interesante aunque difícil de poner en práctica.
La democracia era imperfecta,por eso los eforos o vigilantes se infiltraron en el poder e instalaron la monarquía derribando la democracia,cosas buenas:igualar al pobre con el rico,obra social constructiva,buena administración y espectáculos para las masas,cosas malas:se cargaron el imperio marítimo,destrozaron la Unidad del Estado griego y fue el comienzo del fin de la gloria de Grecia,su declive y posterior servidumbre ante los romanos,y después ante los bárbaros.
Se trata de aceptar lo establecido,si decidimos constitucionalmente una democracia,no pueden haber partidos comunistas ni anarquistas ni dictaduras sanitarias,etc.de lo contrario sería republica,entonces está partitocracia ya no es una democracia sino un engendro,un invento.