Os traemos otra anécdota taurina, titulada capotes de correr. Una anécdota que dice así:
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«Lo que vamos a referir se cuenta como ocurrido con «Frascuelo», pero bien pudiera ocurrir que fuera con otro, pues hay anécdotas que, por falta de memoria del que las refiere, las aplica éste al primer torero que se le ocurre.
La anécdota es ésta:
Varios aficionados que iban a tomar parte en una becerrada, fueron a ver a «Frascuelo» y le dijeron:
— Señor Salvador, ¿nos haría usted el favor de dejarnos unos capotes de correr?
No puedo —replicó «Frascuelo» —, porque mis capotes no son de correr, sino de parar.
Y les mandó que fueran a pedírselos, de su parte, ¿a dónde dirá el lector?… ¡A casa de «Lagartijo»!… que tampoco corría».