caballo

Aunque en su mayoría no lo reconocerán, muchos de los inoculados se están empezando a arrepentir y se están empezando a dar cuenta de que quizás hayan cometido uno de los grandes errores de su vida. Pero, como decíamos antes, no lo reconocerán. Es algo psicológico y hasta cierto punto normal el no querer ver la realidad en casos como estos, simplemente, por pura protección mental.

Es más, cada vez que tengan oportunidad alardearán de esa inoculación para encontrar, entre quienes les escuchen, alguna palabra de consuelo que consiga convencerles de que han hecho bien. Que el haberse inoculado para viajar, para entrar en un restaurante o, simplemente, para pertenecer a la manada, es lo mejor que han podido hacer.

Pero, a pesar de que hagan eso de cara a la galería, las dudas seguirán estando ahí porque, además de haber escuchado a algún “negacionista” a su alrededor, habrá visto cómo a algún familiar, amigo o conocido, habrá sufrido algún tipo de problema con su salud que le habrá provocado, al menos, pensar en alguna cosa rara.

Por eso lo más normal es encontrarse en situaciones como estas. A todos nos ha pasado.

Y lo mejor es ya no esconderse. No, no pertenecemos a la manada inoculada. No nos ha dado la gana. No nos hemos creído el relato y no hemos caído en la trampa. ¿Que somos menos? Nos da igual. Y la opción de los problemas de salud no nos vale. Tenemos las mismas que antes de que surgiera toda esta farsa, pero no hemos cometido el error de comprar participaciones para un sorteo en el que nos pueda tocar con muchas posibilidades.

Además, estamos orgullosos de no haber cedido ni ante las presiones, ni a los chantajes.

 

4 Comentarios

  1. Dice el artículo:”¿Que somos menos? Nos da igual.” Al ritmo que caen , en algún momento seremos más…

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