Venga, que seguimos para bingo con este gobierno. Estarán ustedes encantados con él, ¿eh socialistas y progres grafenados? Pues venga, vayamos a por la próxima “buena noticia”. Y es que después de esa fantástica decisión tomada por “su persona” de regalar el Sahara a Marruecos, todos los españoles comenzamos a pagar las consecuencias.
Porque como Antonio, “el guapo”, todo lo hace bien, los españoles tenemos que estar más que encantados con sus gestiones. O al menos, eso parece puesto que en este país de cobarñoles, antes como españoles, no se mueve nadie, excepto si es para celebrar una victoria de fútbol y acudir a hacer el memo a cualquier fuente de España.
Según confirma ‘El Economista‘, la vicepresidenta tercera del Gobierno y ministra de Transición Ecológica y para el Reto Demográfico, Teresa Ribera, ha confirmado este jueves que Argelia, a través de su empresa estatal Sonatrach, tiene la intención de subir los precios del gas a España aunque ha confiado en que dicho incremento sea “moderado”.
¿Moderado? ¿Moderado dice? Si con el precio que estamos pagando ya, no puede existir nunca la moderación. Si esto es ya una locura insoportable que parece no tener fin, o desde luego no parece que nadie quiera parar. El caprichito de Sánchez nos va a costar a los españoles la ruina absoluta.
Pero, ¿qué más da? La cuestión es que haya lo suficiente para engordar con 20.000 millones de euros al ministerio de Igual-da. Todo lo demás importa muy poco en un país que cada vez está en un agujero más profundo. ¡¡Gracias Antonio!! ¡¡Tú sí que vales, campeón!!
Pero ¿acaso algún ciudadano medio entiende estas cosas tan básicas? ¡No! Y menos aún si es votante de Sánchez. Ni entiende ni quiere entender. Aparecerá su Guapérrima Sanchidad, dirá que la culpa de la nueva subida también es de Putin, y tan pancho. Y sus acólitos a aplaudir y a repetir la consigna, convencidísimos de ello. Y el resto, al ver semejante espectáculo, pues qué van a pensar, “ah, pues debe de ser eso, claro”. Y con esto sumamos ya el tercer año de hundimiento, no solo en la ruina material, sino en la más profunda y abyecta pobreza intelectual.