Sevilla y Madrid, son dos ciudades que son algo más que simples ciudades. No es este el lugar más apropiado para glosar una semblanza de cualquiera de las dos, puesto que quien esto lee, a buen seguro sabe más y mejor de ambas, que este humilde chupatintas.
[QUÉ Sucederá Con Las Hipotecas Con La Subida De El Euribor]
Si hablamos de toros, toreros, carteles y yerbas similares, la cosa se enmarca en que son las dos columnas de Hércules, son las que deciden, son las que imprimen carácter, son las que marcan tendencias, son las que condicionan todo el año y, demasiadas veces, son las que pervierten esto que amamos tanto.
Los carteles del Baratillo, son estupendos para decorar un bar, porque a un auténtico aficionado no le excitan lo más mínimo. El ganado es el de siempre, los toreros casi que también y los precios de las localidades, a la altura de los de la luz y la gasolina. Los antitaurinos están de enhorabuena o son los que manejan el cotarro. Siempre me asalta la duda.
Desconozco si los aficionados hispalenses demandan con fruición esas combinaciones, o es que no saben que hay otros toreros y otros encastes o, simplemente, es que están encantados con lo suyo. Es lástima porque Sevilla es más que una maravilla de ciudad, con sus olores, sus rincones y su inmarcesible coso, resulta triste que su feria taurina interese lo justo a los cabales. Más allá de su indudable estética, una tarde en La Maestranza, se antoja demasiado previsible. Aunque con tanta cantidad, siempre habrá cosas que destacar, pero serán excepción. Después de la mayoría de los festejos, en la anochecida, quedará el consuelo de pasear por la vera del Betis, llegarse hasta el Parque de María Luisa o el Barrio de Santa Cruz e ir a postrarse ante La Giralda, que tampoco es mal plan.
Luego llegará mayo y la isidrada que, como consuelo, nos trae el doble de festejos, con lo que tendremos ocasión de ver aquello y a aquellos, a los que se nos niega en la mayoría de lugares, es obvio que tendremos las clásicas combinaciones de figuras, con su toro de siempre bajo el brazo, al que por si acaso, el picador barrenará convenientemente. Habrá puertas grandes y gestos y gestas para el recuerdo, pero de todo el menú, tendremos que conformarnos con apenas algunas gotas del néctar que se nos promete. En Las Ventas, al menos hasta este año, no tendremos que pedir un crédito para conseguir un tendido.
Han sido dos años de travesía por el desierto, con lo que estamos ávidos, pero no por ello nos vamos a conformar con más de lo mismo. Qué digo conformar, tendremos que asumir que eso es lo que nos espera y nada más que eso “más de lo mismo”. Así no hay manera, este endogámico e infausto sistema, sigue tiranizando la fiesta. A pesar de todo el campo bravo que atesoramos, y todos los toreros y novilleros que tienen tantas cosas que decirnos, nos tendremos que conformar con ir, ver y especular. Y maldecir.
Los mandamases, ciertamente, nos lo ponen muy fácil a las cuatro moscas cojoneras que andamos dispersas por las catacumbas de las redes asociales. Veo y vuelvo a mirar los carteles de Sevilla y no doy crédito. Estamos buenos.
Francia me espera y Cenicientos y lugares de semejante porte. No queremos bisontes, ni luchas de gladiadores, algunos sólo buscamos emoción y aproximarnos a la verdad.
Llevo tantas tomaduras de pelo a mis espaldas y tantas telarañas en mi cartera, que me veo en la obligación -bajo amenaza de divorcio-, de seleccionar con mucho tiento, el granito donde posaré mis reales.
*Un artículo de Bienvenido Picazo
Buen artículo como siempre.
Una nota discordante dentro de una partitura prehecha, predicha, preñada de una monotonía en este pensamiento único.
Salud y al toro