No sé cuántas veces repitió el presimiente Pinocho Sánchez la palabra “unidad”, o “unidos”, en su largo y huero discurso y posteriores réplicas, el pasado miércoles, durante la última sesión de “control” en el Congreso. Tantas, quizás, como veces quedó en entredicho ese clamor, a la vista de la que el propio ejecutivo exhibía desde su banco azul, cuando algunos de sus ministros podemitas no se levantaban ni aplaudían, lo mismo que sus “señorías” de ese color hacían en sus escaños rojos. Sobre todo, después de desdecirse, una vez más, en tres días, de lo que ampulosamente anunciaba el pasado domingo sobre que “España no mandará armas a Ucrania”. Pues bien, otra vez, sin duda después del toque recibido de sus “socios” europeos y del que lo ignora, norteamericano, tuvo que rectificar con uno de esos eufemismos característicos que utiliza la izquierda para matizar sus contradicciones: “España enviará armas ‘ofensivas’ a Ucrania”. A ver, Sr. Plagio cum Fraude y Sra. Margarita Robles, las armas son armas, y el apellido sobra. Si se usan para atacar serán ofensivas y si es para defenderse, serán defensivas, término que ustedes aplican para los envíos de cascos y tiritas que, en ningún caso son armas. Aunque el histórico de ministros de Defensa socialistas, desde que empezó el desastre acelerado de España, en 2004, deja un semillero heroico. Recordemos a José Bono que, a instancias de José Antonio Durán y Lérida, el “inquilino del Hotel Palace”, se estrenó suprimiendo el letrero de piedras blancas que había en la falda de un monte, en la Academia General de Suboficiales de Talarn (Lérida): “A España servir hasta morir”. El mismo que poco después, en 2005 en Washington decía que prefería “que me maten a matar”. O el “estentóreo” grito de “Capitán, mande firmes” de la aguerrida Carmen Chacón, q.e.p.d.
[CÓMO Presentar Una Reclamación En Tu Banco Para Que Sea Efectiva]
Al hilo de la Unidad, seguro que todos hemos oído, y algunos, tal vez, utilizado, la frase “España unida, jamás será vencida” y la no menos conocida de “la unión hace la fuerza”. Pues bien, a propósito de esta última, me vino el recuerdo de una pequeña historia que, para ilustrar ese importante concepto, nos daba el profesor de aquella “maría” del Bachillerato, Formación del Espíritu Nacional, que conocíamos como “Formación Política”. Esa denostada asignatura que ahora se dice que nos lavaba el cerebro a los jóvenes del Plan de Educación de 1957 y puede que a los anteriores del de 1954, sustituida por Formación Política, Social y Económica en la Ley General de Educación de 1970 –la implantada por José Luis Villar Palasí, que acabó con los dos bachilleres, Elemental y Superior, sus dos Reválidas, de 4º y 6º, y el curso Preuniversitario, sustituidos por la EGB (Educación General Básica), el BUP (Bachiller Unificado Polivalente) y el COU, con los que empezó la degeneración del sistema de enseñanza al desaparecer el mérito como valor principal de la calificación–. Pero no me voy a extender en eso, que sería objeto de otro largo análisis.
Como decía, aquellos profesores de la “oprobiosa” dictadura, lejos de “aleccionarnos” sectariamente con las excelencias del franquismo y las maldades del comunismo, que muy bien podrían haber hecho, nos instruían en valores y principios que complementaban la educación que debía llegar inoculada desde la casa y la familia. Y respecto a lo que comentaba más arriba sobre la Unidad, nos explicaban una fábula de Esopo, que hablaba de un padre y sus hijos. Decía algo así como que “el viejo, preocupado por las rencillas y disputas entre ellos, los llamó y les pidió que le trajeran un haz de ramas. Después, les dijo a los hijos que trataran de romperlo con sus manos, lo que ninguno pudo hacer. A continuación, le dio una rama a cada hijo, pidiéndole que la rompieran, lo que hicieron con suma facilidad. Y de ahí, extrajo la moraleja: Cada uno de vosotros, solo, es como una rama, fácil de romper, pero, unidos, seréis como el haz, que ninguno habéis podido romper”. Esa sencilla y clara explicación fue en 1º o 2º de Bachiller, es decir, entre 10 y 12 años, y más de 60 después, la sigo teniendo grabada en mi memoria y la he tratado de aplicar en las ocasiones que ha procedido. Nunca falla, mientras que lo que me servía para titular mi desahogo de hoy, “Unidad desunida… siempre será vencida”, nos lo están ofreciendo nuestros queridos políticos de los partidos de derecha, centro derecha y mediopensionistas del río revuelto, y así nos va. Y añadía después ese “salvo que de la izquierda se trate“, porque, aunque el principio se cumpliría igualmente, la falta de principios que, salvo contadísimas excepciones individuales, caracteriza a la izquierda, la falta de valores morales y principios éticos de conjunto, les lleva a unirse con lo peor de cada familia para conseguir el poder a costa de lo que sea.
Lo hemos visto cuando, por deméritos propios, el principal partido del centroderecha, el Partido Popular, cosechó, en cuatro años –20 de diciembre de 2015–, un solemne batacazo, que sólo el mayor del ya conato de Partido Sanchista, evitó el desastre actual. Y lo volvimos a ver seis meses después cuando, parcheado un poco el resultado anterior, el poco carismático Registrador de la Propiedad, tampoco hizo el menor esfuerzo por unir a los que jugaron a descubrir la pólvora desde la dialéctica. El líder de Ciudadanos, que creyó que la pesca en río revuelto que antes comentaba, junto al arribismo de algunos caídos y el oportunismo de otros y una fácil verborrea, se sería suficiente. Pero sus grandes frases “Qué parte del NO, no entiende” y “Jamás formaré parte de un gobierno que no presida” –le sobraron las tres últimas palabras de esta segunda– no fueron suficientes. El resto de aquella etapa de gobierno, salvada por la campana y arruinada por una desastrosa gestión de lo fundamental, la batalla cultural, y las contemplaciones con el nacionalismo, acabaron como acabaron en Junio de 2018. Y a partir de ahí vimos de nuevo lo que enunciaba en el título. Y el más malo de la clase, pero el más listo, el que sacó adelante su moción de censura tergiversando una sentencia, abundó en la división sacando del desierto un partido cuyo líder, desparecido del mapa político durante cuatro largos años, se prestó al juego de la división propuesto desde el minuto uno, las elecciones andaluzas en las que sorprendió.
Hubo dos oportunidades, Abril y Noviembre de 2019, en las que sólo el sorprendente recién llegado a la cúpula del PP, Pablo Casado –hasta ahí, no iba mal–, supo ver que había que unirse, y propuso el España Suma –al menos en las provincias medianas y pequeñas–. Pero sus dos adversarios –más bien enemigos–, Santiago Abascal y Albert Rivera –por distintas pero convergentes razones– no quisieron aceptar, que no ver, porque era evidente que la desunión llevaba a la ruina a esas “tres derechas”, inventadas probablemente por Moncloa y alimentadas por los medios de manipulación, masiva o pequeña. Y así se oía aquello de “Federico ha dicho que hay que votar 1+1+1 para el Senado”, repetido por periodistas, “periolistas” y mucha gente, que no supieron –o tampoco quisieron– ver que, en política, no siempre ese trinomio suma 3, como así sucedió las dos veces. Y, especialmente en la segunda, se comprobó la segunda parte de mi título. La división evidente también de la izquierda, no se tradujo en lo lógico, porque su falta de principios y ética, como decía, los llevó a unirse con los que “no podría dormir tranquilo” ni “dejaría la gobernabilidad del estado” en sus manos., Además, con el apoyo de otros cuantos de los 19 grupúsculos que conforman hoy el mediocre hemicirco en el que se decide la vida de los 47 millones de “socios” que componemos la España, S. A. a la que, supuestamente dicen representar.
Y hablando de “Unidad desunida”, también la tenemos representada en los muchos foros, fundaciones, asociaciones, sociedades civiles, etc. Por supuesto que ninguna sobra, como tampoco los mensajes que en ellos se replican, bastante uniformes, pero tal vez unidas harían más. Todos ellos tienen el denominador común de haber sido fundados y dirigidos por ex altos cargos políticos, que parecen más buscar sus minutos de gloria que verdaderas soluciones a los problemas sobre los que pontifican que, escuchándolos, parecen haber descubierto en un aterrizaje súbito en España. Como si no fueran con ellos las causas que nos han traído a este escenario esperpéntico, tal vez por su acción tibia en unos casos o su omisión clara en otros, cuando estaban en los primeros planos de la política. Echo en falta que no tengan más humildad, ya que no parece que lo hicieran demasiado bien, como para unirse, fuera de protagonismos personales y aprovechar su capacidad de convocatoria, cada vez menor, para ese llamado a la UNIÓN que los españoles necesitamos. Pero parece que ninguna de esas viejas glorias, de uno y otro lado del espectro, están por ese paso generoso y un poco altruista. Algo que sólo favorece a que se perpetúa la amalgama de izquierda y nacionalismo –de uno y otro signo, incluso filoterrorista– a la que se ha dado alas durante las cuatro últimas décadas.
Veremos si se restaña el cisma que la mezcla explosiva de inexperiencia, ambiciones y malas artes ha producido en el único partido que parecía poder aglutinar la única alternativa –sólo o en compañía de alguno– posible al socialcomunismo. Y si, el ya confirmado como candidato para presidir el partido después del Congreso Extraordinario y urgente convocado, Alberto Núñez Feijóo, que lo sería también a la presidencia del Gobierno, es capaz de dejar a un lado su censurado sesgo galleguista, sobre todo en lo que concierne a la lengua, y actuar en clave nacional, que sin duda la tiene. Y que pase pronto este periodo, con el partido a cargo de una coordinadora general, Cuca Gamarra, que ha demostrado muy poco en sus muchos años de vida política –casi todos– y que debería haber dimitido de la ejecutiva, por coherencia. También que la “repesca” del “joven” europeísta valenciano, Esteban González Pons, se quede en la preparación del citado Congreso y no sea su retorno a la política nacional.
Y me despido pidiendo que acabe pronto el conflicto de Ucrania, sobre el que se están repitiendo no pocas contradicciones con la versión oficial y que me temo que los protagonistas, unos y otros, tienen “las habas contadas”.
En primer lugar, decir que bajo mi punto de vista, no existen las armas defensivas, o mejor dicho, pues toda arma es para matar o dañar, de esa forma se defiende uno; un arma defensiva sería en todo caso, un escudo o la huida.
En cuanto a la unión de las derechas, en este caso dos, pues la tercera ya feneció, la veo difícil; dado que una y otra se dedican más a criticarse entre si que entre hacerlo a su verdadero adversario, que es la izquierda y ultra izquierda. Eso es algo que nunca entendió Casado, consiguiendo con ello hacer medrar a Vox.
Por otra parte, tal y como está diseñada nuestra Ley Electoral General, el PP nunca llegará a gobernar, creo que en parte alguna, sin la colaboración de Vox, bien sea dentro de un gobierno o apoyado desde fuera de el. Esto les aplicable al PS, cosa que por desgracia lo estamos viendo desde hace más de dos años.