Hoy queremos hablar del tipo del torero, del aspecto, y lo hacemos con una anécdota de Lagartijo y Frascuelo. Y es que el tipo de torero no se compra, con él se nace. Y es que hay toreros que son toreros, se vistan como se vistan. Viéndolos andar se sabe que son toreros. Dice así esta pequeña historia que hemos titulado el tipo de torero no se compra:
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«Mucho se ha escrito de la belleza plástica, de la innata elegancia que ofrecía la figura física de «Lagartijo» el Grande. Su airoso porte, su gracia naturalísima, grave y reposada, indolente y al mismo tiempo enérgica, le daban un tono con el que rendía a cuantos le contemplaban.
Una vez tomó parte en una cacería organizada por su compañero y rival Salvador Sánchez, «Frascuelo», y viendo éste que, a pesar de que él, hecho un brazo de mar, con su flamante traje de campo, tenía menos estampa torera que Rafael, vestido con una guayabera de dril y un pantalón de pana, le chilló, aparentemente furioso:
— ¡Vete de aquí, malaje, que hasta vestido de gañán tienes tipo de torero!».