Imagino, que al igual que a muchos de ustedes, el paso del tiempo y la experiencia adquirida ha dado lugar que mi percepción, a la hora de ver las cosas, haya cambiado de forma notable. Cómo saben todos los que me leen, soy un apasionado del cine y es por ello que pondré como ejemplo, una película muy conocida para que entiendan aún mejor.
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Cuando vi en el estreno, allá por 2008, la película titulada aquí en España “Venganza” de la que es protagonista Liam Neeson, dirigida por Pierre Morel y con guión del que participa Luc Besson, vi una película de acción. Hoy bastantes años después cuando la veo, lo hago con bastante frecuencia, veo una extraordinaria película de amor. Es verdad que en la misma hay bastante acción pero toda ella, producida por la desesperación de un padre al que le secuestran a su hija en París, “Destrozaría la Torre Eiffel, si fuera necesario, para recuperar a mi hija” le dice el protagonista, a un jefe de policía, amigo, que se niega a ayudarle. No fue necesario, y la película termina felizmente, papá recuperó a su niña.
Siempre que escribo, lo hago sobre el amor, sobre los abusos que se cometen en su nombre, sobre el amor no correspondido, sobre la capacidad y grandeza que genera en las personas, o cómo se actúa por amor en defensa de la justicia. Desgraciadamente hoy, la definición, la acepción de la palabra amor, en la gran mayoría de las personas, ha quedado reducida al romanticismo, es decir, al que se da entre dos personas. Estamos cansados ya, de verlo en la televisión, escucharlo en la radio, e incluso de leerlo. El amor, es mucho más que eso. El amor, está en todo lo que hacemos en cada momento, y participa hasta en el más mínimo acto que realizamos. Aunque suene ya caduco, es la energía que mueve el mundo.
Es curioso, hace pensar, que el amor solo esta, en los pequeños gestos, en la actitud que se ejercita de la forma más primaria, sencilla y humilde. En el momento en que esté trasciende a esferas superiores, acaba desapareciendo. No tengo muy claro lo que quiso decir Jesús de Nazaret, cuando dijo “será más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, a que un rico entre en el Reino de los Cielos”. Estoy casi seguro que algo tenía que ver con la pérdida de la sencillez, y en beneficio, del amor al dinero o al poder.
Es verdad que el amor entre un hombre y una mujer, es el que más literatura ha promovido, pero es el amor de una madre para con su hijo, el que más ternura y sensibilidad ha desarrollado. Por otro lado, no hemos sido capaces de percibirlo, en esos hombres que marchaban a la guerra dejando atrás su casa, su familia, su hacienda, sin saber si podrían volver. Aquellos hombres, y también mujeres, que incluso cruzaron océanos, a la búsqueda de un futuro mejor para sus familias.
Ese cura de pueblo o casi de aldea, de raigada sotana negra, que tan brillantemente, fueron retratados, en las películas; El Cardenal, en la que Charlton Heston ejerce de protagonista principal, o en aquella otra del inolvidable Mario Moreno “Cantinflas”, en su grandiosa película “El Padrecito”.
Desgraciadamente, parece ser, que cuando apenas despegamos un poco los pies del suelo, segados por la avaricia, la codicia, el querer ser más que nadie, o simplemente el querer destacar de mala manera y a costa de los demás, y entre la sociedad , se va perdiendo tan extraordinario sentimiento.
Todo lo aquí relatado, me ha sido provocado, por alguien que como yo, cree profundamente en el amor. Y con ello y ante la situación de incertidumbre que nos quieren imponer, me viene, nos viene genial, para recordarnos, que el amor es la energía que mueve el mundo y siempre orientado, no es posible en otra dirección, hacia la verdad y hacia la justicia y con ello, me hace ver y recordar qué al lado de todo lo anterior, la esperanza -de la que tanto sabemos en Sevilla- permanece intacta.