Como muchos de ustedes habrán podido comprobar, en los últimos días hemos reducido notablemente el número de publicaciones porque estamos tomándonos un pequeño descanso hasta el lunes. Y en este fin de semana largo que nos hemos tomado de descanso nos hemos desplazado hasta una de las zonas de España en las que se pide el pasaporte, no sin antes habernos asegurado que, a pesar de esa teórica obligatoriedad, no nos lo han pedido en ningún sitio y tampoco hemos visto que lo hicieran con más gente.

Y esto ha sido así hasta la noche del sábado. Entramos en un restaurante en el que nadie nos dijo nada y, sorprendentemente, sí lo hicieron con las personas que entraban después que nosotros. Lo sabemos porque estábamos muy cerca de la puerta de entrada. De esas personas a las que se lo pidieron muchas acabaron cenando en una terraza cubierta del exterior porque, suponemos, o no estaban inoculadas, o no lo había hecho con la pauta completa. El caso es que no lo tenían. Seguíamos sorprendidos con que a nosotros no se nos hubiera pedido en ningún sitio.

Pero siendo eso absolutamente aberrante, llegó algo que fue aún peor. Entraron dos parejas de unos treinta y pocos años y uno de ellos, el más “listo”, cuando se le pidió el salvoconducto respondió: “No me importa. Estaba deseando que me lo pidieran para enseñarlo”.

No hay nada peor en el mundo que los idiotas como ese. No hay nada peor en el mundo que un servil que, no solo no se entera que está siendo esclavizado, sino que está feliz con ello puesto que siente, además, que está por encima de los demás. Ese tipo de personas, esas cabezas huecas con patas son, sin enterarse, los cómplices de dictaduras, personajes sin un ápice de sentido común cuyo único objetivo en la vida es formar parte del rebaño mayoritario. Que es feliz por obtener un salvoconducto que le permita sentarse en la mesa de un restaurante para cenar.

Desgraciadamente, se sentaron justo al lado nuestro y las conversaciones que pudimos escuchar nos pusieron mucho más nerviosos e indignados. “Hay que inocularse”… “Si nos hemos puesto todo tipo de inoculaciones en nuestra vida, no entiendo qué tiene de malo ponerse esta”… “Me parece muy bien que se pida el pasaporte, los inoculados tenemos que saber que vamos a sitios en los que no nos vamos a contagiar”…

En esas conversaciones participó, en algún momento, el camarero. Una persona que, hasta ese momento, nos había parecido amable y educada. Por suerte, no consumieron demasiado y se fueron antes que nosotros y nos alegramos porque ya nos estaban poniendo nerviosos con tanta tontería. Además, en lugar de ser discretos lo hacían en voz alta como para sentir que estaban dentro de un club de privilegiados mientras “la plebe” cenaba en la terraza cubierta del exterior. Eso nos hizo mucha gracia porque imaginábamos cómo se hubieran sentido de aterrados si se llegan a enterar que al lado tenían a dos “purasangre” a los que no se le había pedido documento alguno, por el motivo que fuera.

Pero el final fue bastante divertido. Llamamos al camarero. Pedimos la cuenta. Pagamos y dejamos una propina. Cuando pasó a recogerla le dijimos: “De parte de dos no vacunados”. Y le dejamos, además de la propina, la mejor de nuestras sonrisas.

 

4 Comentarios

  1. En persona pude ver a un tío que llegó a un bar, y como nadie le pedía nada, dijo al camarero, ¿ es que no me vais a pedir el pasaporte covid.? Se trata de un inepto, de estos que nos cuestan una pasta a los ciudadanos.
    Es lo que hay.

  2. Es que a veces soys graciosos de verdad.

    El tema de esta semana,es que todos tienen una amiga…que trabaja en el hospital…concretamente en urgencias…y que les han dicho que las ucis están llenas de no vacunados,coincidiendo con lo que dicen los medios de comunicación.

    A decir verdad es algo que no podemos comprobar por nosotros mismos,y que nosotros sepamos no existe ninguna ley que prohíba ponerse enfermos a los no vacunados de cualquier enfermedad.

    Claro que ahora solo existe una.Es como coger la materia más vil al ojo del ignorante…una gripe…y filosofar con esta hasta convertirla en algo trascendental…un virus asesino…que más que de filósofos es cosa de hermenautas en busca de una piedra filosofal que convierta el plomo en oro.

    La gente se ha vacunado de la gripe,se ha puesto la experimental,y puede que alguno la de la rabia.Entonces dicen que gracias a eso los síntomas han sido más leves,y si les dices pero no es por la variante omicrom más leve?,entonces dicen,es que es como un resfriado.

    Entonces para que poner una vacuna que no previene nada?,y por qué dicen que el hospital está lleno de no vacunados? por qué ahora…test positivo=infectado=no vacunado…y a todos los que tienen problemas respiratorios se les mete en la misma planta,y si están en planta COVID es que tiene COVID,aunque el test salga negativo.

  3. El jueves pasado, almorcé con dos buenos amigos en el restaurante de Barcelona “Can Culleretes”. En la entrada, una señora, de unos sesenta años mal llevados, armada con su dispositivo móvil escaneando a todos los clientes. Cuando mis compañeros comensales terminaron de fichar, sucedió esta escena:
    Ella: Y ahora, este señor.
    Yo la miro sin decir nada (estilo Terminator).
    Ella: El pasaporte.
    Yo: Ah, el pasaporte. Lo tengo, lo tengo, pero no se lo puedo enseñar. Mientras venía en tren desde Tarragona, mi teléfono se ha quedado sin batería. Pero vamos… tranquila que tengo todos los papeles en regla (sonrisa irónica bajo las mascarilla).
    Ella: Pues, pues, eso, eso no puede ser. Yo tengo que pedirlo.
    Mis compañeros: Venga señora que tenemos que comer y se hace tarde.
    Ella: Bueno, bueno, pero que no vuelva a pasar. Y no se quiten las mascarilla hasta que les traigan la comida.
    Conclusión: hay gente que en lugar de neuronas tiene gelatina.

    Disidencia + Acción = RESISTENCIA

    • …Y son mayoría, me permito añadir. Qué desgracia. Y una ironía: Jamás hubiera sido tan fácil para un pueblo librarse de una tiranía… En realidad ha sucedido que nunca ha sido tan fácil para una tiranía sojuzgar a la población.
      Una maniobra muy satánica, la verdad.

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