Nací unos pocos años antes de que el caudillo se alojase en su reposo temporal , cuando en España el catolicismo era cotidiano,  obligado en las escuelas, y bastante presente en la cultura popular. Se me ha olvidado casi todo lo que me hicieron estudiar, el famoso Catecismo, las oraciones (que encima cambiaron más tarde, y no me reciclé), los mandamientos, bienaventuranzas, y en fin, toda la doctrina reglada. Los mandamientos me parecían tan obvios y naturales «…blablablá… no matarás… » que hasta me parecía divertido que los listasen, una especie de redundancia innecesaria. Como a veces iba a misa –sin mis padres, que no eran practicantes- y en el colegio la religión era obligatoria, escuché muchas veces la lectura de la Biblia, con curiosidad infantil. A aquella mente inmadura dos palabras de las lecturas evangélicas le llamaban mucho la atención por lo reiterado. La Mentira y el Engaño salían citadas una y otra vez. Y yo, que venía de serie con los mandamientos asimilados, no entendía a qué se debía esa insistencia del cura y los textos con algo que me parecía un pecado “menor”, como mentir, si lo comparaba con robar, matar y demás cosas objetivamente dañinas y zafias. Por desgracia he acabado comprendiéndolo con el tiempo, y me doy cuenta de que toda insistencia era poca. De la Mentira se derivan los peores males, y se hacen incontenibles.

Aparte de con los mandamientos instalados de serie, nací hipersensible (cosa que no he entendido hasta la edad adulta). A lo largo de todas mis décadas de vida empecé a sentir de forma lacerante la muerte y el dolor que me rodeaba. Un actor extra abatido en una película de vaqueros cuya muerte no parecía importar a nadie me afectaba. Saliendo de la ficción, empecé a conocer los efectos de la maldad y la crueldad humana. Tomé conciencia de los asesinatos etarras, de la violencia gratuita de algunos niños del cole, el atentado del Sha de Persia, con unas imágenes que me impactaron aunque por aquel entonces la televisión evitaba la casquería (salvo la maldita escena que se les coló), una chica fue degollada en mi barrio por su violador, perritos callejeros eran torturados y asesinados… Todo ello en el pequeño entorno de mi vecindario y una televisión en blanco y negro que sólo daba telediarios dos veces al día, programas educativos y de variedades y carta de ajuste en las horas en las que uno tiene que estar haciendo algo productivo y no viendo la tele. Todo ello me dejaba muescas. Ingenua de mí, tampoco supe hasta la edad adulta que no todo el mundo lo vive igual, y que de hecho a una mayoría de la gente se le olvida casi todo lo duro que ha visto u oído, o que lo recuerda como una anécdota cualquiera perdida en el tiempo, si no ha sucedido en sus carnes.

Con los años el crimen se desató, y además se ocultó menos. La carnicería etarra alcanzó el paroxismo,  ya mataban a las familias de su “enemigo” (que a todo esto yo seguía sin entender), bandas callejeras daban rienda suelta a su sed de violencia, el hooliganismo en el fútbol… dolor, sangre y muerte. Pero lo peor estaba por llegar. La apertura de fronteras con Europa y luego la apertura de facto de las fronteras exteriores de Europa supusieron el incremento en frecuencia y nivel de brutalidad del crimen. Bandas de trata de mujeres, como la de aquel rumano que ataba chicas “rebeldes” a un árbol para que perros hambrientos le diesen su “castigo”, y mantenían a todas esclavas, hacinadas y apalizadas para generar dinero, lo mismo que proxenetas nigerianos, bandas latinas que violaban a chicas utilizando a su novio de colchón, o apalizaban hasta la muerte a cualquiera, asaltantes de naves agrícolas e industriales que mataban salvajemente al de seguridad, terroristas con babuchas que degüellan, atropellan y detonan explosivos, el camión de Niza rebotando sobre personas, Alcasser, Sandra Palo, niños desaparecidos, conductores drogados que matan a inocentes semana tras semana, traficantes de drogas que destruyen vidas y familias, y un interminable etcétera que voy a detener ya por salud anímica. No matarás.

 La mayor parte del crimen y la maldad que he enumerado correspondía a colectivos de personas, y no sólo a perturbados por libre. Al crimen físico añado también esas organizaciones  que han robado y roban a espuertas a la sociedad, con alevosía y diurnidad (léase partidos, sindicatos, empresarios sin escrúpulos, a los que se han unido ahora “oenegés” y chiringuitos de todo color). No robarás.

A lo largo de todos estos años de crónica negra, me llamaba la atención la tibieza excesiva con la que la sociedad y más en concreto los medios de comunicación se referían a todos los perpetradores de tales crímenes. Respecto a los crímenes etarras, no recuerdo apenas haber oído algo que no fuese la frasecita de la “enérgica condena”, o la “profunda repulsa” de unos políticos con escoltas que luego no hacían nada por enfrentar ese problema, y a los periodistas narrando los atentados con total asepsia. Los tratantes de esclavos sexuales apenas han merecido unas líneas semiocultas en los periódicos, sin juicio de valor. Al narcotráfico ni se lo nombra, salvo para contar alguna intervención policial, pero nunca se profundiza en el daño que produce en la sociedad. Infinidad de bandas de crimen organizado con muchos delitos de sangre a sus espaldas se mencionan con frialdad absoluta.

Antes bien al contrario, había un rechazo hacia quien se quejase agriamente de todos esos criminales, mayor en intensidad, como si fuera más reprobable el acto de quejarse que el de cometer el crimen. Alguien había logrado colar en el subconsciente colectivo que no existen los malvados, sino las víctimas de la sociedad que cometen actos un poquito feítos, pero que en realidad no es su culpa y si los criticas es porque TÚ eres la malvada, insensible, intolerante, incomprensiva y despiadada. Una criptofacha franquista y hitleriana, el peor de los peligros potenciales, aunque para ti esos nombres fuesen prehistoria.

Allá por los dieciséis años, saturada de salvajismo y maldad, y decepcionada por este extraño fenómeno de que la sociedad rechazara más al que abomina del crimen y la crueldad que al criminal, dejé de creer en Dios. Los indicios de su existencia eran cero, con semejante percal, entre otras muchas cosas. Sin embargo a partir del 2017 empecé a sentir un intenso olor a azufre que lo impregna todo. Todo. Y empecé a creer en el demonio, pero no como un tipo con cuernos y rabos, obviamente, sino como otra cosa.

Llegamos a la actualidad, y me encuentro con que los medios que no pestañearon con los que echaban chicas a los perros, los que ponían bombas a niños en sus cunitas o los que hacían cacerías de tortolitos por los parques, o los que saqueaban y desmantelaban lo público, han convencido a todo el mundo de que todos somos bombas biológicas andantes crónicas. La muerte sangrienta a manos de salvajes no es muerte. La posible muerte a nariz y boca de una persona cualquiera es la peor de las muertes. Y quien no se ha tragado el montaje del virus omnipresente y ultracontagioso y extramutante, y mucho menos se ha creído que “la única” actitud civilizada, imperativa e imperiosa es inocularse unos mejunjes sacados “milagrosamente” rompiendo todos los récords de la historia de la farmacología, es el ser más despreciable jamás conocido.

En los últimos meses hemos visto a presidentes, periodistas, políticos, tertulianos, filósofos, “artistas”, “humoristas” y gente de la calle hablar de cucarachas, ratas, pérdida de ciudadanía, lanzallamas, hacer la vida imposible, asesinos, criminales, arrinconar, exterminar, confinar, apartar de la sociedad, matar, intubar, negar sanidad y un interminable listado de deseos nacidos del más profundo odio y rencor , dirigidos a los seres más despreciables que todos ellos han conocido jamás: los que ellos llaman “negacionistas” y “antivacunas”. Seres infinitamente más asquerosos, repugnantes, peligrosos, abominables, psicopáticos, anómalos, asesinos y despreciadores de la vida ajena que todos esos que he nombrado en los párrafos anteriores, con crímenes tangibles de facto –y no potenciales, como el “contagio” fantasma- en su haber. Es como si estuvieran poseídos por el demonio. Literalmente. El mismo demonio que los mantuvo templados, desentendidos y “equidistantes”  mientras el crimen más sangriento, sádico y despiadado se iba normalizando en la sociedad.

Díganme, ¿cómo no voy a creer en ciertas entidades?

 

8 Comentarios

  1. Totalmente de acuerdo con Ana Tidae. Me siento identificado con lo que ha escrito y me alivia saber que no soy el único. No perdamos la esperanza de algún día recuperar la nación que fuimos, tenemos el conocimiento y eso ya es una ventaja.

  2. Lo importante siempre es identificar el enemigo. Desgraciadamente el enemigo a tomado el control de todo: ONU, gobiernos de todos los países occidentales anteriormente soberanos, OMS y prácticamente todos los médicos y científicos que por acción y omisión participan activamente en este plan de DOMINACIÓN y EXTERMINIO. No solo es que huela a azufre, es que estamos en un infierno de sociedad en que la mayoría actúa como dementes o demonios. Afortunadamente no solo existen los demonios, también existe DIOS. Todo esto será pasajero para unos y para la mayoría continuaran yendo a mucho peor pero ya eternamente. Es solo cuestión de elegir bien el bando, todavía se está a tiempo.

  3. Hola,anoche nos dormimos escuchando en el blog de Rafapal una reunión interesantísima con Santiago Royuela y gente a la que seguimos habitualmente,entre ellos un miembro de el diestro.Entendimos lo que es el terrorismo:es el uso sistemático del terror, utilizado por una amplia gama de organizaciones, grupos o individuos en la promoción de sus objetivos, tanto por partidos políticos de todas las ideologías, así como también por corporaciones, racistas, colonialistas, independentistas, revolucionarios, conservadores y gobiernos en el poder.
    Entendimos el terrorismo de Estado que se lleva ejerciendo en España en fases que coinciden con los gobiernos socialistas,y aprendimos que es la célula terrorista del PSOE la que atemoriza como una mafia real,a todo tipo de personajes,desde jueces hasta periodistas,desde sanitarios hasta la familia Real (Sanchez obligó al Rey a hablar bien de UnidasPodemos).
    Y como lo hacen?,a través de asesinatos,de matones a sueldo,de sobornos extorsiones,manipulación de juicios,etc.

    Y si son en realidad unos pocos,como son capaces de imponer su terror a toda una Nación?,ahí habría que hacer un estudio antropológico?,sociológico?.Españoles ‘despertemos’,tendrán los chicos buenos por una vez en la vida hacer algo malo?…o no sería tan malo quemar sus viviendas,meterles en la cárcel,o matar a alguno de estos?,matar es pecado y delito…que otra solución nos podemos proponer?.

  4. Este mundo es la mazmorra del demonio. Hay que liberarse del pecado a través de la Fe en Jesucristo. Porque “el que comete pecado, es esclavo del pecado”. Así los posee el demonio. No siempre es de una forma espectacular.

  5. Excelente artículo.

    En esta época predomina el mal.

    El Bien y el Mal siempre caminan por la misma senda en sentidos opuestos pasando por los mismos lugares pero experimentando lo opuesto.

    La autora lo ha expresado con claridad, los mismos que callaban ante el horror que destruía la convivencia y la prosperidad acusan y acosan a los inteligentes, nobles, despiertos y sensibles.

    Yo creo que la mayoría de la gente, toda la que se ha vacunado no se ha parado a pensar que la inmunidad natural 99,8 es mucho mayor que la supuesta inmunidad que dicen proporcionar las experimentales y por lo tanto peligrosas terapias génicas desconocidas y subrepticiamente elaboradas sin responsabilidad alguna

    El miedo y el interés son los principales aliados del mal, y han picado. El mal se las gasta así, y ninguno de nosotros está libre de caer en él.

    Intentar ser bueno y generoso con los demás, no hacer caso al papa abducido por el maligno en ninguna circunstancia y amar incondicionalmente al prójimo nos situará muy cerca de la Gracia, y con un poco de suerte, si la Virgen quiere, le apetece o tiene ganas, nos dará un empujoncito hacia el Bien para que lo comprendamos todo, y podamos disfrutar de la vida con la máxima plenitud ayudándonos a descubrir Los Secretos que los malos anhelan y nunca podrán alcanzar.

    En eso radica el gran misterio de esta vida, quien por la Gracia logré comprender nunca temerá al mal. Hasta entonces, se bueno, es la mejor vacuna contra todo mal.

    De todas formas no deberíamos hacer mucho caso a los medios de comunicación, son especialistas en tergiversar la realidad, es por lo que cobran. Desde hace muchos años no veo la televisión, y los periódicos que leía desde niño dejé de leerlos hace años.

    Ahora solo leo a personas que piensan por su cuenta demostrando que sus ideas son originales y no pretenden ningún objetivo y parten de ningún posicionamiento, excepto el de expresar su propio punto vista de las cosas.

  6. Bravo por el artículo.
    Contiene más verdades que palabras. Ausencia de Ego, sólo lo cierto y silencioso que comprende.

Comments are closed.