Compartimos una simpática anécdota protagonizada por el torero apodado «El Barbián» y del que no hemos podido localizar más información que la que se recoge en esta anécdota que hemos titulado la fatalidad de un mal torero. Dice así la anécdota de hoy:
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«Fué «El Barbián» un torero de los que antiguamente llamaban «de invierno», que era tanto como decir que no toreaba casi nunca y que, cuando lo hacía, fuese en funciones de carácter económico, pues sus aptitudes no daban para mayores empresas.
De oficio barbero, y residente en Barcelona, no era más notable en el arte de Fígaro que en el de «Lagartijo, y así, nada tiene de extraño que un día, afeitando a un cliente, diera a éste un tajo en la oreja, por lo que recibió la consiguiente repulsa.
– ¡Qué sino tan malo el mío! -exclamó-. ¡Hasta cortando orejas me gano una bronca!».
Esta es la fatalidad de un mal torero…