El vil es valiente con el débil y cobarde con el fuerte. El Gobierno saca a la calle tanquetas blindadas BMR contra los trabajadores en huelga del metal en Cádiz, bastión podemita en dónde lo más importante es cambiar el nombre del campo de futbol. Las formas utilizadas por estos trabajadores no son las más educadas ni adecuadas para realizar una reclamación y reivindicación de sus puestos de trabajo, esa forma de ganarse el sustento de la familia que ya estoy pensando no es la que quiere el social-comunismo en el poder, para así tener en sus manos el futuro y la vida de las personas a través de las subvenciones.
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Pero no es de ello de lo que hoy quiero hablar. Manifestaciones mucho más violentas se han llevado a cabo en los últimos tiempos en Cataluña, en Barcelona en concreto, que han producido importantes pérdidas en los bienes públicos y privados. Y ni se les ha pasado por la cabeza actuar con esa contundencia, es más, se han imputado a título personal a diversos componentes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado por cumplir con su deber, dejándolos desprotegidos en la nueva ley que se está gestando en la cocina masona para que puedan ser grabados e imputados si su actuación va más allá de correr delante de sus perseguidores independentistas, inmigrantes ilegales o malhechores comunes, o no responden dándoles pasteles de nata y chocolate. No sería de extrañar que cualquier día, ante un flagrante delito y jugarse la vida para detener al delincuente, que sale de comisaria libre como gacela en pradera africana, se dieran la vuelta y que cada uno se apañe como pueda.
La realidad es que no todos somos iguales ante las actuaciones del poder. Pedro Sánchez es una marioneta en manos de independentistas y comunistas, y mientras repudian misas a dictadores de la derecha, pactan con quienes defienden a asesinos convictos y confesos de su propio partido, que pusieron paz entre todos los españoles y que él ahora quiere, como a Franco, desenterrar desterrando la reconciliación que nos dimos.
Cataluña, hoy por hoy, es España. Y hay que actuar allí como la misma contundencia, o benevolencia, que en Cádiz. Y si él no se siente capaz de ello, puestos a resucitar, que resucite a Espartero.