Normalmente en desarrollo de un festejo taurino el subalterno está en un segundo plano. Esa es su función, ayudar y auxiliar al maestro durante la lidia. No obstante el subalterno puede tener el reconocimiento del público en algunos momentos, si se trata del picador en su tercio, como es lógico. Y los subalternos de a pie durante la brega y, sobre todo, en el tercio de banderillas.
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Pero lo que ocurrió en la plaza de toros de La Maestranza el 14 de abril de 1991 fue muy especial. Y es que la banda del maestro Tejera empezó a sonar en reconocimiento a un subalterno, a su gran brega y dominio del animal. El público enloqueció con Martín Recio esa tarde. Y así lo recogió, entre otros, el diario El País en una crónica de Joaquín Vidal. Una crónica que decía así:
«El subalterno Martín Recio bregó al quinto toro -687 kilos de mala casta- con entrega, precisión y categoría de maestro, y a Joselito se le llevaban los diablos. El público estaba pendiente de la lidia que daba Martín Recio al toro de mala casta y cuando acabó el tercio de varas, se puso en pie aclamándole, mientras la banda del maestro Tejera rompía a tocar en su honor un pasodoble. Las ovaciones y la música continuaron durante todo el tercio o siguiente, pues Martín
Recio redondeó su tarea prendiendo guapamente en lo alto de la inmensa mole, dos pares de banderillas . Para entonces, la plaza era un clamor…
El subalterno había tomado el protagonismo de su jefe de cuadrilla, vivir para ver. Son cosas que pasan. Cuando a un jefe de cuadrilla no le gusta el toro y va y delega en el peón de confianza inhibiéndose de la lidia, y el peón de confianza es un torero de los pies a la cabeza, pueden ocurrirle estas desgracia,. Y aún mayores, según pudo apreciar Joselito en sus propias carnes. Pues brega adelante hizo retirarse al peón para sustituirle y el toro le arrebató el capote de las manos una vez, otra se lo partió por gala y hubo de cederle el turno de nuevo, simplemente para que el toro no se quedara sin picar.
Qué bochorno, papi, decían por la tele en similares situaciones, años ha.
Una lección de brega, de técnica lidiadora y de vergüenza torera dio ayer Martín Recio a Joselito, y acaso no sea la última. El día menos pensado se la dará otro peón a quienes van por ahí presumiendo de figuras y de maestros en tauromaquia Desde la época aquella, lejana ya, en que los peones tomaron por costumbre capotear a dos manos poniéndose la lógica de la lidia y el reglamento taurino por montera, y los matadores se lo autorizaron, y el propio toreo de capa cayó en decadencia por puro desuso, cualquier subalterno puede salir a la palestra y enmendarle la plana a su matador, sin necesidad de esforzarse demasiado. Los mismos capotazos con que Martín Recio fijó al quinto torazo, eran lances de recibo, sin ir más lejos bastante mejores que cuantos intentó Jesulín de Ubrique en toda la tarde».