Uno de los fundamentos de la democracia es la división de dominio de cualquier autoridad, que limita el de cada uno de los poderes ejecutivos, legislativo y judicial. En España nos encontramos en el filo de la navaja en este aspecto. El poder ejecutivo y el legislativo se encuentran en las mismas manos, puesto que al presidente del Gobierno lo elige el Parlamento, en teoría, por delegación del pueblo.
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Pero siendo ello verdad, una cosa es consecuencia indisoluble de la otra, por lo que se unen y confunden uno y otro poder. Cosa diferente sería si hubiera elecciones generales para elegir al presidente, y otras diferenciadas y en periodos distintos, para elegir a los parlamentarios, a cuyo control real debería someterse el presidente y su gobierno.
Peor aún es el nombramiento político de los componentes del Consejo General del Poder Judicial, con lo que los partidos políticos mantienen el control de la judicatura.
Todo ello se ha mantenido con cualquiera de los colores que han disfrutado del poder, morado, amarillo, naranja, rojo y azul, que todos ellos la han liado “parda” arrimando la ascua a su sardina, por lo que ninguno de ellos se puede quejar, no así los ciudadanos que vemos como cada día la democracia va quedando constreñida en unas pocas manos.
No alcanzo a comprender por qué los componentes de las Fuerzas Armadas no pueden sindicarse ni hacer comentario alguno sobre política, y en cambio la judicatura sí puede hacer y decir lo que considere oportuno. Ambos colectivos deben ser apolíticos, con independencia de lo que cada uno de ellos piense a título personal, pero no es de recibo imponer silencio a quienes tienen las armas bélicas en sus manos y no hacerlo a quienes tienen las armas de la justicia y la libertad de las personas. Y me siento desprotegido cuando leo autos provisionales y sentencias de nuestros tribunales de justicia en las que, para delitos de igual o similar gravedad, unos quedan libres y otros condenados.
Llevamos años en los que está paralizada la renovación de los componentes del CGPJ. El ministro de Presidencia, Félix Bolaños, que va a dejar a la altura de una zapatilla en argucias políticas a Iván Redondo, ha afirmado que “los jueces no pueden elegir a los jueces” porque “eso no es propio de una democracia plena”. NO ES NO, Sr. Bolaños. Lo que es indicio de ausencia de democracia es que los políticos elijan a los jueces. Y de eso es igual de culpable el Partido Popular, que no ha hecho nada al respecto cuando ha estado en el poder.
La justicia es ciega, los jueces han de ser libres y elegir entre ellos a quienes tienen que dirigir su pirámide de poder, tienen que designar a los mejores entre ellos, a los más honrados, a los más preparados, a los más justos, no a los más adictos a una u otra concepción política. Soy de los que pregona esto desde hace muchos años, y lo he dejado escrito en múltiples ocasiones. Jueces y fiscales han de designar a los que tienen que ocupar sus órganos de gobierno.
El Partido Popular ha de decir, claramente, qué haría, qué modificaría si llega al poder, pues no se puede uno quejar solo cuando está en la oposición y el viento no le sopla favorable. Y el Partido Socialista Obrero Español, sector sanchista, ser consciente que controlar los tres poderes del Estado, ejecutivo, legislativo y judicial, tiene un nombre: dictadura.
Para prevenir la endogamia, a los jueces no han de elegirlos sólo los jueces sino, como han propugnado varios autores, toda la comunidad juridica: jueces, fiscales, abogados, procuradores, registradores de la propiedad, notarios, catedráticos y profesores de universidad…
Sobre el PODER JUDICIAL ya me he pronunciado en más de una ocasión. La última, hace un par de días.
Me remito lo dicho en ella. Pueden verla en un artículo de mi blog:
https://www.dilordblog.wordpress.com.
En sucesivas entradas acometeré las propuestas para la elección del poder legislativo y el poder ejecutivo, vista la dejación de funciones de S.M. el Rey en cuanto a sus facultades para proponer candidato a Presidente de SU GOBIERNO.