sorteo en los toros

Hoy queremos hablar del sorteo en los festejos taurinos. Nos hemos de remontar a los primeros años del siglo XIX. Y según muchos libros sobre tauromaquia, fue en la corrida que se celebró en San Sebastián un 15 de agosto de 1896 y por exigencias del maestro Mazzantini. Y os queremos hablar del sorteo en los toros con un artículo firmado por Juan León y publicado en la revista El Ruedo un 1 de octubre de 1968 y titulado “Los democráticos sorteos”. Decía así el artículo:

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«Bien sabido es que fue don José Mazzantini, enlace de dos épocas taurinas, quien, enfrentándose con el poder de los ganaderos, que eran a la sazón la antítesis de los actuales, impuso el sorteo como una legítima aspiración de los matadores a despachar los toros que por él le correspondieran, no por la norma impuesta por aquéllos. La medida, contra lo que pueda suponerse, si tuvo partidarios no dejó de tener detractores, más considerabñes por su categoría que por su número.

El sorteo cayó bien entre el público; menos bien entre los toreros, mal y bien entre los críticos taurinos, que entablardon polémicas, y mal entre los ganaderos, que se resistían a no ser ellos quienes dispusieran el orden en que sus toros habían de lidiarse. La marquesa viuda de Saltillo dictó a su representante la siguiente condición: “Un encargado de la señora marquesa acompañará a los toros en el viaje y este será el único que podrá designar el lugar en que cada toro ha de salir a ser lidiado”. En una escritura del duque de Veragua se consigna esta cláusula: “Los seis toros se lidiarán juntos y en corrida entera, por el orden que S.E. designe por sí o por persona delegada al efecto”. Y así hicieron ganaderos importantes saliendo al paso del tema del sorteo.

En cuanto a los empresarios, don José Arana no permitió que en su plaza de San Sebastián se estableciera la costumbre del sorteo, conducta que siguieron las Empresas de Sevilla y Bilbao. Carmena y Millán, de quien he recogido las precedentes citas, comprobó “de visu” como el 14 de agosto de 1898 se lidió una corrida en la primera de dichas plazas en el orden dispuesto por el ganadero señor Aleas. El alegato contra el sorteo del citado escritor taurino termina con las siguientes conclusiones: “1ª. Considero depresivo para un espada pedir el sorteo de los toros, pues esto solo puede significar preocupación, por no llamarlo de otro modo. 2ª Considero que el procedimiento del sorteo estropea y desluce la presentación de la corrida, y 3ª, me parece llegada la hora de que los ganaderos hagan valer su derecho para la designación del orden de lidia de sus toros, y que Empresas, público y Prensa ayuden a que se suprima esta novísima costumbre, que como he dicho antes, es perjudicial y depresiva para todos”.

Al sorteo se le llamó por algunos democrático y hasta demagógico como se ha lamado siempre a todo lo que rompía o intentaba romper con antiguos privilegios, tantas veces de origen desconocido. Los ganaderos disponían el orden de lidia de sus toros atendiéndose a esta norma general: Echar en primer lugar el más grande y de más pitones; en quinto, el de mejor nota de clase y bravura, para que no se desmintiera, decían lo de “no hay quinto malo”, y en sexto, el más chico y desmedrado, para dar facilidades al último diestro llegado al escalafón.

La invención de Mazzantini, propuesta y defendida en “El Globo” por su cronista taurino, a la vez que apoderado de don Luis, que firmaba como “Tío Capa”, se debió fraguar entre ambos cansados de soportar como Mazzantini, el más antiguo por aquellos años -retirados ya Lagartijo y Frascuelo- “tragaba” el toro más grande y mejor armado, mientras Guerrita, con quien compartiera tantas tardes, degustaba el seleccionado quinto, que solía ser un bombón. El democrático sorteo, que igualaba las posibilidades de los alternantes, fue un acierto que acabó por ser un precepto reglamentario. Pero como suele ocurrir con toda suerte de democracias, no tardaron en llegar las corruptelas y las componendas que convierten el sorteo en lo que quieren los toreros y los apoderados, según se dice. Pero no vaya a creerse que se trata de un vicio actual y exclusivo de ciertos diestros, sino que desde que se impuso, las componendas estuvieron, como están, a la orden del día».