La consagración definitiva de las corridas de toros como fiesta eminentemente popular tiene lugar durante el reinado de Felipe V y se consolida a lo largo del siglo XVIII. El toreo se profesionaliza y crece la necesidad de recintos cerrados con espacio para los espectadores que sufragan los gastos mediante las entradas; aparecen entonces las primeras plazas exentas. De las cinco maestranzas (Ronda, Sevilla, Granada, Valencia y Zaragoza), las tres andaluzas edificaron plazas de toros que jugaron un papel fundamental en la cristalización del canon estético de los cosos. La construcción de la Plaza de Toros de Ronda es una empresa que llega a buen término tanto por el interés de la Maestranza como por la importancia y vigencia de la tradición taurina en la ciudad.
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En Ronda se celebraban habitualmente fiestas de toros en varios lugares: la plaza del Pozo, «donde la Virgen de Gracia» -patrona de la Maestranza-, en la plaza del barrio de San Francisco, por mucho tiempo extramuros de la ciudad, en la plaza del Campillo, en la cornisa del Tajo, a espaldas del Colegio de Santa Teresa -anteriormente Palacio de los Marqueses de Moctezuma, en la plaza Mayor, funcionando la balconada de la Iglesia Colegiata de Santa María, añadida al templo a finales del siglo XVI, de tribuna para las autoridades-. En Ronda se da la particularidad de que el escenario de la fiesta pasa directamente de la Plaza Mayor a una Plaza de Toros construida a tal fin, saltándose la etapa intermedia de la plaza de madera que se da en otros lugares.
1754. El 14 de enero, la Real Maestranza pide al marqués de la Ensenada autorización para construir una plaza. El 23 de enero, hace extensible esta solicitud a Carlos III en colaboración con el Cabildo. Se señala el sitio escogido para tal fin, «que llaman de la Hollanquilla, distante de Tajo 82 varas».
1767. La petición no tiene buena acogida en la Corte, que ordena que se haga una de madera para las ferias, desarmándola al concluir los festejos.
1769. Cesión de los terrenos según acuerdo del Ayuntamiento.
1779. Es más que posible que la Real Maestranza acometiera la construcción sin esperar las autorizaciones pertinentes, y es probable que el recinto se utilizara antes de este año. Se conserva un memorial de junio de 1779, de don Francisco de Almagro, maestro de obras, solicitando tomar por su cuenta la construcción de la plaza, que no debía llevar buen ritmo.
1780-81. Recaudación de fondos entre 86 maestrantes, residentes en Ronda, en otros puntos de España y América que contribuyen con cantidades que oscilan entre 750 y 1.500 reales de vellón.
1782. Fuerte impulso en la construcción: en un documento de la Institución que lleva el significativo título de La Obra, se especifica lo gastado hasta el momento, 87.703 reales. El maestro cantero Antonio Guerrero pasa factura por la construcción de 72 columnas, 72 arcos, 250 varas de cornisa, 2 columnas pequeñas y «labor en fino de nueve de dichas columnas». El capítulo más importante es el de personal: albañiles, peonaje y trabajadores especializados, como canteros de Cabra y picapedreros de Teba. El 24 y 25 de mayo se utiliza la Plaza, actuando Pedro Romero y su hermano José, además de una función del Cuerpo con juegos de alcancías en los que intervinieron tropas. Por las cuentas de la Maestranza se sabe que se pagó a 27 personas, entre «cobradores», «acomodadores» y «recogedores de boletos».
1784. Año clave en la historia de la plaza, en la que se venían celebrando festejos con las obras sin concluir. En los de aquel año, siendo Teniente de Hermano Mayor de la Maestranza don José Moctezuma, iban a intervenir Pedro Romero y Pepe Hillo. En la tarde del 11 de mayo, fecha del primer festejo de la feria, la inicio de la función de gala del Cuerpo de la Real Maestranza celebrada para conmemorar de cumpleaños del Infante don Gabriel, sobre las tres y media de la tarde, en la parte de la Plaza cerrada por estar las obras sin terminar pero que había sido ocupada por el público, aparentemente, un soldado de las milicias Provinciales llamado Isidoro Espinosa movió una columna y la porción sostenida por 16 arcos se vino abajo provocándose el hundimiento parcial del coso.
«Un grito general fue apagado por el espantoso estruendo que causó el derrumbo de una gran parte de la Plaza. Los diez y seis balcones principales de ella fue lo primero que se hundió, a cuyo golpe toda la concurrencia huyó despavorida, unos para auxiliarse y otros miedosos de la muerte. Todo fue confusión, lamento y dolorosos ayes. Todos temían permanecer allí y agolpados a las puertas querían salir, al mismo tiempo que otros pugnaban por entrar. Acudieron los sacerdotes con el Santo Oleo y el Viático, las campanas tañían la agonía y diez mil brazos se ocupaban de sacar de entre el escombro, quien al padre, al hermano o pariente, y quien al querido amigo que hallaba mutilado o muerto», según relato basado en un testigo presencial. El presunto causante del derrumbe perdió la vida, junto a otras diez personas.
1785. Como consecuencia del desgraciado incidente se prohibió de modo expreso la celebración de corridas y se suspendió el permiso para terminar la plaza, hasta que después de innumerables gestiones se levante esta segunda prohibición en enero de 1785. La reconstrucción es dirigida por el mismo maestro de obras, Francisco de Almagro, con Juan de Lamas como maestro cantero y un maestro albañil que se llamaba Antonio Ordóñez. El día 26 de abril de ese año, la Real Maestranza escribe al Rey dando cuenta de la terminación de las obras.
La inauguración oficial tiene lugar el 19 de mayo, 300 años después de la ocupación de Ronda por el Rey Católico, con gran concurrencia popular y presencia de los 126 hidalgos que componían la nobleza local, presidiendo el acto Bartolomé Félix de Salvatierra, Teniente de Hermano Mayor, en representación del Hermano Mayor, el Infante don Gabriel Antonio, hijo de Carlos III y de María Amalia de Sajonia. Actuaron como espadas Pedro Romero y Pepe Hillo, máximos representantes de las escuelas rondeña y sevillana, los dos estilos que dividían a la afición del momento. Entre esta y la siguiente tarde se lidiaron en total treinta toros, pertenecientes a las ganaderías de Utrera de don José Cabrera, del conde de Vistahermosa y del Campo de Tarifa. Para ambos festejos se adquirieron 22 caballos. Pepe Hillo cobró por dos días 3.224 reales, y Pedro Romero 3.000 reales. Ambos matadores recibieron dos toros de regalo, práctica habitual de entonces y posible origen del actual premio simbólico de los despojos, orejas y rabos.
El 9 de noviembre de 1785, Carlos III prohíbe las fiestas de los toros, con ciertas excepciones como las de finalidad benéfica. Esta Pragmática no afecta a las funciones de la Plaza de Maestranza, en las que sí se corren toros, realizándose por lo general dos festejos.
1788. En septiembre se termina la portada principal, obra del cantero rondeño Juan de Lamas. En mayo de ese año llegaron a contarse 600 personas trabajando en el recinto de la plaza.
1797. Con algo de retraso respecto a otras Maestranzas, se autoriza la celebración de corridas de toros en la Plaza de Ronda, para funciones de utilidad pública y obras benéficas.
1810. Las tropas francesas utilizan la Plaza de Toros como cuartel.
1813. Acuerdo para hacer obras en la Plaza, «casi arruinada por los franceses».
1820. Durante una corrida en el primer año del Trienio Liberal, se produce la única cogida mortal de la historia de la Plaza. Francisco Herrera, «Curro Guillén», es corneado por un toro de la ganadería utrerana de Cabrera. Sus restos, que según se contaba habían sido enterrados junto a los chiqueros, aparecieron durante unas intervenciones posteriores.A lo largo del siglo XIX los festejos más corrientes son los festivales a beneficio de Hermandades, capeas y novilladas organizadas por el Municipio para los que la Maestranza cede la Plaza. A pesar de no abundar los festejos de gran categoría por Ronda pasan las mejores figuras: Pepete y Gordito, Curro Cúchares, Guerrita, Reverte, Mazantini, Caraancha, Espartero, Frascuelo, Antonio Fuentes o Bombita.
En los albores del siglo XX se despiden de novilleros en Ronda dos grandes figuras, Lagartijo y Machaquito. Después de un período de decadencia, la aparición de la figura de Cayetano Ordóñez, «Niño de la Palma», significará para la escuela de Ronda una resurrección, continuada por la figura de Antonio Ordóñez en los años cincuenta.
Fuente: Real Maestranza de Caballería de Ronda.