La contundente frase que me sirve de título, no es pura fantasía sino la peligrosa situación que viví ayer, diez de abril, al salir de mi domicilio, de la que aún no me he repuesto. Yo habito en un edificio de la acera Este de la plaza de Colón, de Córdoba, frente al Grupo Escolar.
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La anchura de la acera mentada, llega escasamente a dos metros y, por ella deambulan sin parar, (y sin respetar la prioridad izquierda/derecha) personas solas, en grupos, con y sin perros, provistas de patines, patinetes, bicicletas y carros de quienes recogen desperdicios de los contenedores. Pues, como iba diciendo, me disponía a salir del portal de mi casa para hacer unas gestiones, cuando me percaté de que en ese mismo instante pasó -a gran velocidad- un joven de unos 20 años de edad y casi dos metros de alto y unos 90 kilos de peso, subido en un patinete.
Si hubiera puesto un pie en la acera, un segundo antes, estoy seguro de que el joven me hubiera atropellado con las nefastas consecuencias de un violento golpetazo sobre el cuerpo de un anciano desprevenido. No crean que exagero porque quien va por un sitio tan estrecho no puede parar en un instante un vehículo de esas características y a esa velocidad. Y en el mejor de los casos, si no te quita la vida, te arruina la salud para lo que te quede por vivir.
Ignoro si en Córdoba tenemos la legislación actualizada prohibiendo la circulación por las aceras -y otros espacios públicos- de bicicletas, patinetes, etc. Como supongo que la respuesta es afirmativa, solicito respetuosamente a las autoridades competentes que pongan en práctica las acciones establecidas, para que no se vuelvan a realizar estas prácticas y que, en el caso de que se vulneren las normas, todo el peso de la ley caiga sobre los culpables.