Domingo López Ortega nació en Borox el 25 de Febrero de 1906. Sus padres eran unos modestos labradores a los que Domingo ayudó desde niño en la dura faena. En las épocas de descanso de la tierra, el muchacho iba de pueblo en pueblo por la provincia vendiendo ajos.
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“Le estoy agradecido a la vida. He conocido a los hombres más importantes de mi generación y, al mismo tiempo, a los más humildes”.
El día 16 de agosto de 1928 acudió, por la relación de amistad que tenía con un sastre del pueblo, a la novillada de Almorox (Toledo), ocurrió que el novillero anunciado tenía que matar dos novillos, pero fue cogido en su segundo, quedando el novillo en el ruedo sin saber nadie qué hacer; entonces, desde un carro desde donde presenciaba el festejo, saltó un chaval al ruedo y, acercándose al mozo de espadas del novillero herido, le pidió muleta y espada y con absoluta determinación se dirigió al novillo; le dio varios pases con soltura y sapiencia, lo cuadró y lo mató. Ese chaval no era otro que DOMINGO ORTEGA.
El entusiasmo de los vecinos y la dificultad para sustituir al novillero herido le dieron una oportunidad impensada y decidieron el destino del improvisado maletilla y así, el día siguiente, 17 de agosto de 1928 se vestía de luces por primera vez.
En la plaza del pueblo se encontraba ese día Salvador García, ex-matador de toros y amigo de Domingo González “Dominguín”, empresario de la plaza de Tetuán de las Victorias, el cual, por mediación de Salvador, se convirtió en el gran protector del muchacho.
Sólo había actuado en seis novilladas cuando le prepararon la alternativa. Fue en la Plaza de toros de
Barcelona, el 8 de Marzo de 1931, con reses de Juliana Calvo (antes Albaserrada), y la recibió de manos de “Gitanillo de Triana”, siendo testigo Vicente Barrera. El toro de la alternativa se llamaba “Valenciano”. José María de Cossío, uno de sus grandes amigos y admiradores, narró así la faena de aquella tarde:
“Al toro de la alternativa lo toreó con un dominio admirable y le mató de un soberbio estoconazo, cortando la oreja. La faena del segundo fue aún superior en lucimiento, por prestarse mejor a él las condiciones del toro, si bien no fue tan afortunado al herir. La impresión de todos fue la de encontrarse ante un torero excepcional”.
El 16 de Junio del mismo año confirma la alternativa en Madrid, con toros de Julián Fernández, siendo su padrino Nicanor Villalta. En su confirmación estuvo poco afortunado, al decir de su crítico amigo, y escuchó protestas.
Salvo esta falta de fortuna en Madrid, la temporada fue verdaderamente triunfal; contrató más de cien corridas, desde Joselito y Belmonte no se había visto nada igual.
La temporada de 1932 contrata 116 corridas, maratón interrumpido en Úbeda, dónde un toro le hiere gravemente en una pierna. “La culpa de una cogida la tiene siempre el torero. Mis cogidas fueron errores míos”, refiere en más de una ocasión.
Hasta su primera retirada, en 1950, es primero del escalafón en las temporadas:
1931 93 corridas
1932 91 corridas
1933 68 ccorridas
1934 79 corridas
1936 45 corridas
1937 35 corridas
Reaparece el 30 de julio de 1953 en Valencia. Triunfando esa temporada en Almería, Linares, Murcia, Carabanchel y, de nuevo, en Valencia. Se retira definitivamente el 14 de Octubre en Zaragoza, después de haber toreado esa temporada 12 tardes.
Con el dinero que ganó en su primera temporada de matador de toros, la de 1931, le compró al Duque de Veragua parte de una dehesa llamada de Valjuanete (conocida en Borox por la tierra de los toros). Dehesa que fue en tiempos del Real Patrimonio, al que perteneció también la vacada que luego pasó a poder del ducado de Veragua, y que pastaba en los prados de Valjuanete.
Falleció en su domicilio de Madrid el 8 de Mayo de 1988.
De Domingo Ortega se ha escrito:
“Me gusta el toreo de Domingo Ortega porque no tiene nada de empalagoso. Hay muchos toreros que torean bien y, sin embargo pringan de almíbar. Me gusta el toreo de Ortega por lo sobrio, por lo reposado, por el aplomo, por lo que no tiene de inquieto ni de intranquilo… Me gusta el toreo de Ortega porque no es premeditado, sino que se acopla al toro y desarrolla el toreo adecuado. Me gusta porque eso es el toreo”.
Gregorio Corrochano. A.B.C.
“Domingo Ortega representa el toreo, no el clásico sino el único. Se podrá discrepar con su filosofía de la fiesta en algunos conceptos, pero siempre estando de acuerdo con el 90 % de lo que dice”.
El Olé.
“Siempre llevó el toreo en su cabeza. Es con toda seguridad el matador con más cabeza que ha dado la tauromaquia. La capacidad de análisis, discernimiento y ejecución que él disponía no se le ha conocido a ningún otro matador. A Domingo no le hizo falta aprender ninguna técnica, pues le brotaba de sus telas, capote y muleta, con la naturalidad de quien ejecuta aquello que le dicta su inteligencia”.
“Todo en el toreo de Domingo Ortega era natural. Nadie que haya tenido ocasión de ver al maestro de Borox, habrá apreciado nunca afectación, amaneramiento y, mucho menos, precipitación o ejecución mecánica. He aquí el gran secreto de Domingo Ortega: la sencillez. Una sencillez castellana que en sí misma lo elevó a lo más alto de su profesión, gozando, además, del respeto de todos sus compañeros, que aún hoy sienten por él una reverencial admiración.”
Terminamos esta Biografía y homenaje con algunas breves citas de Domingo Ortega:
“Ustedes, aficionados, a poco que recuerden, habrán visto muchas veces en las corridas de toros faenas de veinte, treinta, cuarenta pases y el toro cada vez más entero… ¿Cómo es posible que con esa cantidad de pases aparentemente bellos para gran parte del público, el toro no se haya sometido?. La respuesta es muy sencilla: lo que ha ocurrido es que el torero ha estado dando pases, y dar pases no es lo mismo que torear”.
“Parar templar y mandar. A mi modo de ver, estos términos debieron completarse de esta forma: parar, templar, CARGAR y mandar; pues posiblemente, si la palabra cargar hubiese ido unida a estas otras desde el momento en que nacieron las normas, no se hubiera desviado tanto el toreo. Claro que el autor de esta fórmula no pensó que fuese necesaria, porque debía saber muy bien que, sin cargar la suerte, no se puede mandar y, por tanto, en este término van incluidas las dos”.
“En el toreo todo lo que no sea cargar la suerte no es torear sino destorear. Torear no es que el toro venga y usted se quede en la recta, eso es destorear; pero si usted carga, echa el cuerpo hacia adelante con la pierna contraria al lado por el que viene el toro, obliga a torear, si no le coge; porque es un obstáculo que usted le pone delante.”
Texto obtenido de Ganaderoslidia.com