Dulces, cariñosos, espontáneos, diferentes sí, con esa auténtica especificidad cromosómica que les confiere esa trisomía del par 21, con sus ojos almendrados, su nuca aplanada, su lengua engrosada, pero llenos de vitalidad y tan humanos como el resto de los mortales, con menos capacidad intelectual, sí, pero generosos y auténticos, como solo la evidencia de la constatación de su singularidad les puede facilitar su adaptación.
La indecente izquierda involucionista, contraria a cualquier avance científico real, desprendida del menor componente humanista y visión antropológica de nuestra historia, les ha condenado al exterminio. No se ponen plumas, ni se disfrazan, ni convocan concentraciones multitudinarias, no pueden por número, ni por recursos, ni por capacidad de convocatoria. Su modestia, su insignificancia en número y representatividad, se lo impide. Bastante tienen con el amor que desprenden y el que les otorgan sus seres queridos y progenitores, auténticos héroes en esta lucha social contra su supervivencia.
Frente a esto, todo tipo de leyes y normativas nacionales y autonómicas para respetar y privilegiar a otras diversidades sentidas, respetables sí, pero como mínimo igual de justificables y necesarias, que para las que significan una auténtica diferencia biológica cromosómica. Pero no, para estos solo cabe el exterminio y el aborto sistemático, hasta el punto que se barrunta que esta será la última generación de esta singular modalidad de seres humanos.
Otra cuota de la agenda de sometimiento y esclavitud denominada 2030, conjunto de postulados de aniquilación de la especie humana en sus más elementales derechos de libertad y construcción de un proyecto de vida personal, en la que no tienen cabida los humanos con algún tipo de dependencia y que no sean representantes de una colectividad sometida y consumista a las órdenes de sus designios e intereses. Puesto que no interesan y no son rentables, acabemos con ellos.
O la sociedad reacciona y lucha por defender los derechos de todos, incluidos los diferentes y más débiles, o aparte de caer en una miseria moral insostenible, iremos pasando todos por esa sistemática depredación en cuanto demos síntomas de debilidad. Léase, ley de eutanasia, su complemento perfecto.
Los que matan o ordenan matar, sean presidentes de corporaciones que algún día nos dijeron que eran naciones o sea el papa de Roma son asesinados y genocidas.