asesores

Yo, inocente de mí, creía que cuando se celebraban las elecciones generales, éramos los españoles los que teníamos la última palabra sobre las personas que trabajarían (es un decir) en los ministerios y demás órganos de la gobernación del Estado, asistidos por la inmensidad de preparadísimos funcionarios que hay en la administración. La realidad, sin embargo, es muy diferente. De entrada, el elegido para presidir el Consejo de Ministros tiene la facultad de conformarse con ocho o diez ministerios, o llegar hasta 24, 25, incluso 30.

Por otro lado, cada ministro nombra a secretarios de Estado, secretarios generales, secretarios generales técnicos, directores generales, subdirectores generales, etcétera los que le acompañan en el ministerio a la “dura tarea” de “sacar adelante” el funcionamiento de dicho órgano.

De tal manera que, más parece una pirámide de enchufados de los ministros (me niego a decir “y ministras”) que en muchos momentos pueden invadir las competencias de los propios funcionarios que obtuvieron su plaza mediante la correspondiente oposición. Prácticamente ocurre algo parecido con las autonomías y otras entidades.

Pues ahora hemos sabido que, el cateto, plagiador y embustero que habita en La Moncloa, ha nombrado, al digital -y amical- modo, para él solito, a 730 asesores ¿parientes y/o amigos?, sin oposición y (a lo peor) sin formación contrastada, lo que nos lleva a una situación de despilfarro incompatible con la austeridad que deben presidir las actuaciones de los que prometen en sus embusteras campañas que van a aplicar una buena práctica sobre los recursos que manejan.

El resultado de todo ello, no lo tengo que decir, porque lo saben muy bien todos ustedes: en España nos acercamos ya a la cifra de seis millones de parados y, con ellos, a la ruina. Y puede que todavía, Iván Redondo y sus muchachos, emulando a los Hermanos Marx, griten, junto a Sánchez: ¡Más asesores!

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