A los 65 años de edad ha fallecido en Madrid el artista Quique San Francisco, consecuencia de una neumonía. Han sido numerosos los artículos que en El Diestro hemos dedicado a Quique San Fransico y que puedes leer en este enlace, un tipo que hablaba claro y sin complejos y que, en muchas ocasiones, tuvo las críticas por parte de los de siempre.
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Nació en Madrid, un 10 de marzo de 1955, pero pronto se trasladó a Barcelona. Allí vivió con su madre y su padrastro, que le dio el apellido. A su padre, Vicente Haro, le conocería a los 17 años tras una adolescencia y primera juventud de rodar de pensión en pensión madrileña. En una de sus últimas entrevistas en televisión confesaba cómo fue el encuentro con el progenitor. En un bar y sin que mediara presentación. Bastó la claridad de los ojos azules. Con apenas seis años, debutaría en la publicad y en una película tan maldita como emblemática: ‘Diferente’, de Luis María Delgado. Hay arranques que marcen para siempre. Con ocho ya apareció en un montaje de ‘El sueño de una noche de verano’ y con 10 su rostro se dejó ver en la tele en ‘Santi, botones de hotel’.
Hasta asistir a su bautismo de fuego de la mano de Fernando Fernán Gómez en 1975, la vida de San Francisco se sumerge unos cuantos metros por debajo del sentido común. Siempre al límite y siempre empeñado en huir de definiciones rápidas. Francotirador dijo él que llegó a ser en la mismísima Legión, la española que no la extranjera. No queda claro si antes o después llegó a conocer las cárceles de Nepal por pelearse con un muy sagrado mono. Y así. En ‘El pícaro’, ese fue el nombre de la serie que le consagró y hasta probablemente le condenó, es donde San Francisco adquirió las dotes, la presencia y hasta el mito que le perseguiría hasta el fondo de sí mismo. Confundido hasta lo más íntimo de su personaje, realidad y ficción encontraron en su cuerpo delgado el sitio exacto en el que vivir para siempre.
Y así hasta tocar la gloria, la gloria del infierno, con ‘Navajeros’ (1980), ‘La mujer del ministro’ (1981), ‘Colegas’ (1982) y ‘El pico’ (1983). Eloy de la Iglesia, él fue el director de todas ellas, le introdujo y le apadrinó como a tantos otros en el lado oscuro de la fabulación y de lo real. El cine quinqui tiene en él a una figura imprescindible en su perfecta lectura de esa otra España que no salió nunca en la foto oficial de la Transición. A la lista habría que añadir ‘Maravillas’ (1981), de Manuel Gutiérrez Aragón. Eso en lo que hace referencia al cine, fuera de los platós y, como tantas veces se veía casi obligado a repetir en cada entrevista en la que caos, empezó a conocer la heroína y todo lo demás. Lo dicho, los años 80 tienen en él su mejor prueba. Y hasta herida.
Lo que sigue es una carrera a través de la cual se puede hacer en buena medida la mejor de las lecturas posibles del cine español. Siempre estuvo ahí y siempre en calidad de secundario obligatorio, de actor de reparto robaplanos, de figura imprescindible en la que el espectador tardaba un segundo en reconocerse. ‘Orquesta Club Virginia’ (1992), de Manuel Iborra; ‘Acción mutante’ (1993), de Álex de la Iglesia; ‘Tirano Banderas’ (1995), de José Luis García Sánchez; ‘La ley de la frontera’ (1995), de Adolfo Aristarain; ‘Belmonte’ (1995), de Juan Sebastián Bollaín, o ‘París-Tombuctú’ (1999), de Luis García Berlanga, son algunos de los hitos más vistosos de un currículo que se prolonga hasta ayer mismo como el imprescindible Tinín en ‘Cuéntame cómo pasó’ desde 2001 a 2008.
Madre mía, lo que nos faltaba. Otro grande que se nos ha ido y esta vez para siempre… Hace algún tiempo que dejamos de verlo en los programas de Estado de alarma, con Javier Negre y no me gustó su ausencia… ¡Siempre te echaremos de menos Quique!
Un hombre sencillo, sincero y libre. DEP.