Hoy Manolita no ha venido, comentó alguien. Estará mala, contestó otra de las habituales en la sala de espera del médico de familia. Era una situación habitual en cualquier pueblo e incluso en los barrios de las grandes ciudades y que comenzó a darse con cierta frecuencia, con la llegada del “Estado de Bienestar” que a todos nos llegó, pero del que cada uno ha hecho un uso a la medida de sus posibilidades o necesidades.
Ya desde entonces nos habituamos, a refugiarnos en la complacencia de la medicina. Según el médico, siempre había una razón clínica para eludir nuestra capacidad de afrontar un problema, de enfrentarnos al mismo. No dejaron, los que se benefician de la sanidad, de encontrar especialidades y diagnóstico que dieran cobertura a todas nuestras debilidades, ya del alma, ya provocadas por el paso del tiempo en el frasco que sirve para portarla. De ahí que la especialidad en psicología sea de comparecencia obligatoria en cualquier circunstancia no habitual, que la vejez y el desgaste de nuestro aparato locomotor, se haya considerado como enfermedad y no como consecuencia lógica del paso de tiempo. Decía Aldous Haxley: La medicina ha avanzado tanto, que ya no queda nadie que este sano. Y en esas estamos.
Hoy, los que se benefician, en general de papa estado, están encantados con la actual “plandemia” no solo no se cuestionan la infinidad de incongruencia que nos ofrecen las normas impuestas, el pensamiento único que los medios y fundamentalmente la televisión, nos ofrecen, además miran con malos ojos, a los que la cuestionamos y que solo lo hacemos apoyándonos en el más básico razonamiento, capacidad de razonar, que también ha desaparecido en la mayoría de la gente.
Desde que comenzó la “plandemia” he buscado información sobre los virus, en todas las fuentes posibles, y solo he encontrado vaguedades. Si por ejemplo buscan la definición de bacteria, verán unanimidad en todos los conceptos, y por supuesto, en que es un ser vivo. De entre todo lo encontrado sobre los virus. Lo único absolutamente cierto y en la que todos coinciden, es que es “un trozo de materia que se desprende de un organismo vivo, naturalmente, sin vida y en el que pudiera transportarse, algún microorganismo”.
En la película “El Legado de Bourne” muy entretenida, Rachel Weisz, hace de doctora Marta Shearing, le explica a Jeremy Renner, que hace de Aarón Cross –agente al que le han ido modificando su ADN, al igual que a sus compañeros, y según la doctora, casi a ciegas- durante la huida de ambos para que no los maten, intenta explicarle, lo hacían; “Para reprogramar material genético humano, se necesita un sistema de reparto. Para ello, nada mejor que un virus. Un virus es como una maleta en la que metes una mutación genética con la que infectas el cuerpo, al soltarla en las células. El problema es llevarlo a donde se quiere. Es una pesadilla, se necesita un mapa que hoy, no existe”
Todos hemos viajado, y todos hemos utilizado maletas para ello. Pero por lo general, la maleta nada tiene que ver con lo que transporta y, además, se puede utilizar para llevar de todo, siempre que el tamaño lo permita, de todo, desde simples pañuelos y calcetines, hasta una bomba. Seguramente habrán escuchado hablar de los efectos secundarios de las vacunas que se están administrando actualmente. No me creo, que ustedes se crean, que los médicos se las están poniendo. En definitiva señores, hay que pensar y razonar más, nos va la vida en ello.
Y a un fariseo psicópata dueño de farmacéuticas y mass mierd*, ¿qué crees que le gustaría y pondría en esa maleta?, lo mismo que los recientes usos y descubrimientos de radiofrecuencias eléctricas y magnéticas etc. y sus vibraciones etc., que se pueden usar para curar y destruir células, bacterias o virus dañinos, o, tachan tachan, destruir células determinadas y ser capaces también de ¿provocar fácilmente trombos al destruirse?.
Como tanto y tanto, se puede para crear maravillas y “magia”, o totalmente lo contrario, depende del psicópata de turno o no su uso y “disfrute”.