Leo un artículo sobre los toreros castellanos publicado en la revista El Ruedo del 4 de enero de 1951 por don Antonio Díaz-Cañabate. Un artículo que dice así:
«¿Por qué les es tan difícil a un torero castellano situarse en las primeras filas de la torería? Cuestión es esta muchas veces debatida y nunca dilucidada. No lo pretendo tampoco. (…)
Se ha repetido hasta más allá de la consabida saciedad que a los toreros castellanos les falta el don de la gracia. Discrepo. Abundantes nombres de castellanos toreros podría citar, dotados de una gracia tan fina, y tan estilizada, y tan armoniosa, y tan rítmica, como la de los andaluces. Se ha dicho que el torero castellano propende a la sequedad. Esto es posible. Y esto no es incompatible con la gracia. Lo que ocurre es que con los andaluces la gracia es el fin, lo que ellos persiguen, aunque sea inconscientemente. Y los castellano, no.
Para un castellano la gracia es lo adjetivo, lo accesorio. Y de aquí el que se diga que no son graciosos. La gracia, en el toreo como en todo, es algo que la gente estima, agradece, ensalza, muchas veces sobrestimándola. Porque la gracia podrá estar en la salsa de los caracoles, pero sin caracoles no hay salsa. Y en el toreo lo que importa -y ahora más que nunca- son los caracoles.
El toreo castellano es seco como su paisaje natal, y no por eso deja de ser bello. Cierto que tal belleza es más difícil de captar y apreciar que la riente graciosa. Esta entra por los ojos como Pedro por su casa, y a la otra hay que empujarla, pero una vez dentro el solaz que nos proporciona es mucho más profundo y duradero. Ese empujón es lo que les complica la vida a los toreros castellanos. La gracia es un aliviadero. La gracia es una tapadera. La gracia se monta en su machito, adornado con collera de cascabeles, y el machito camina a buen paso por un atajo sin trabajo. Mientras que el que la posee, pero recubierta con la sequedad, tiene que ir a unos ratos a pie y otros andando, cuesta arriba y apartando los abrojos que se le oponen. (…)
Bien está los toreros castellanos cuando son buenos. Buenos son los toreros andaluces cuendo son buenos. Esperemos que Castila siempre, tenga en primera linea toreros que la enaltezcan».
Y ustedes, ¿están de acuerdo con el gran Díaz-Cañabate?
Aunque no seamos expertos en tauromaquia,no creemos que existan diferencias entre un torero andaluz o uno castellano,valenciano,aragonés o de donde sea,por qué todos son españoles.La diferencia sería la del torero en particular,por qué unos se hacen famosos y otros no?,por tener más gracia?,y que es la gracia?,la Moira?.Es como decir que los gitanos tienen más gracia para el flamenco que los payos,en ocasiones puede ser cierto por haber mantenido sus tradiciones,pero no implica una regla fija.Parece que el virus del sanchismo intenta hacer una lucha de clases también el toreo.