Aunque ya hemos hablado de la figura del monosabio en varios artículos hoy os traemos una nueva reflexión, esta publicada en una revista taurina en el año 1896. Una reflexión firmada por don Leopoldo Vázquez que dice así:
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«¿Quién es el monosabio? Un individuo que sirve para todo en nuestra fiesta favorita, tanto en sus preliminares como en la fiesta misma.
Presta sus servicios al contratista de caballos cuidando de ellos en las cuadras con el mimo o mayor interés si cabe que si fueran de su propiedad, cansándoles a fuerza de paseos y carreras por las inmediaciones e la plaza, cuando es necesario aplomarlos.
Ya en plena corrida, procura que mueran los menos posibles, torciendo no pocas veces el viaje natural de los toros, sin temor a las represeiones de la autoridad ni a las protestas del público.
Sirve al picador de escudero dentro y fuera de la plaza. Fuera, para ayudarle a vestir, y acompañarle luego al circo, montando muchas veces a la grupa del escuálido animal. Dentro le auxilia en todos los lances comprometidos a veces, con más cariño que si fueran hijos suyos, sacándolos de debajo de los caballos, y hasta de entre los cuernos de los toros, exponiendo su propia existencia.
Cuando una empresa de caballos necesita un hombre de quien echar mano para que en las corridas de poca importancia monte a caballos de la clase de inservibles, que no acepta ningún picador, no falta un monosabio que esté dispuesto a ello, y vista los hierros de picar, tapando su correspondiente hueco entre los de la clase.
Tampoco son ajenos a la lidia de a pie; y suele en ocasiones meter su cuerpo en el traje de luces, toreando con habilidad y tanta inteligencia como muchos de los que tienen fama y nombre de buenos toreros.
Está dispuesto siempre al auxilio de todos. Todos le buscan, y luego suelen pagarle sus servicios con desagradecimientos injustificados, que olvida pronto, porque está en la masaa de su sangre servir al prógimo en todos los lances de la vid en que tenga ocasioón para llevarlo a efecto.
Y sin embargo de todo lo expuesto, es el blanco en muchas ocasiones de aquellos que más tienen que agradecerle. Además son pocos los que alcanzan un premio a sus afanes constantes, ya consiguiendo entrar de lleno en la profesión de lidiar reses bravas, o ya encontrando una buena colocación.
Por eso son siempre y han sido simpáticos para mí los monosabios; porque dignos son de simpatía los que están dispuestos a servir al prógimo desinteresadamente. Y aunque en algunas ocasiones reniego de ellos, y hasta los trato con dureza al apreciar las corridas de toros por los excesos que en ellas comenten, esto no pasa del momento; porque después, cuando hago consideraciones sobre ellos, sobre su modo de ser, entonces… entonces encuantro a cada paso motivo para enviarles un aplauso».
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