estoque simulado

El estoque simulado o de madera es habitual hoy día, todos los toreros lo utilizan y lo cambian por el estoque de acero en el momento en el que deciden que es la hora de entrar a matar. Pero hubo una época en la que no era así y cuando la cosa empezó a cambiar, cuando se empezó a utilizar el estoque simulado, algunos dieron la voz de alarma. Así lo hizo don Antonio Díaz-Cañabate, allá por 1945, en uno de sus artículos que reproducimos:

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«Parece que está en trance de generalizarse el uso del estoque de madera como sustitutivo del acero para torear de muleta. Quisiera dar mi voz de alarma antes de que sea demasiado tarde. Admito, antes de nada, que el toreo, como todo arte, evoluciona. Condedido esto me permitirá decir que esa evolución sea bien venida en cuando afecta al arte en su esencia, pero que se quede ahí, que no traspase lo que a todas luces es intangible.

Indudablemente, hoy se torea con estilo completamente distinto al de que nosotros, los que ya pasamos de los cuarenta años, vimos en los comienzos de nuestra afición. No es ocasión de discutir si tal estilo es mejor o peor. También estamos todos conformes en que este estilo es posible gracias a la evolución del toro. A la menor peligrosidad del cornúpeto -me resisto a escribir conrúpeta; la palabra será académica; pero es horrible esto de decir el cornúpeta, y como yo no aspiro a un sillón de la Española, digo el cornúpeto y que me perdone el doctor Thebussen, que parece ser el autor de la palabreja-. Pero a lo que estamo; si el toro degenera, para mí es indudable que el toreo está por lo menos en peligro de degeneración. Porque el toro es el que da la dificultad. Mientras el toro dismunuya en fiereza, el toreo será mucho más fácil. Hasta puede llegar un momento en que el toro sea tan blando, tan blando, que se le pueda matar con el estoque de palo un poco afilado y con una puntita de acero. Reconozco que hoy por hoy el toro tiene la piel dura y esto de matarlo con una espada de mentirijillas tiene sus dificultades. Por lo tanto, es imprescindible torear armado del estoque de bien templado acero.

Antes de entrar en otras razones, digamos que el toro es de las pocas cosas que en este mundo conservan aún un rito que no ha variado en más de un siglo. Y esto tiene su importancia. Si empezamos a torear sin montera porque es más fresco, y a prescindir del despejo porque ya el ruedo está despejado, y de los alguacilillos por anacrónicos, y de la entrega de la llave por inncesaria, y de la alternativa por ser ceremonia duperflua, y de tantos otros hábitos de este jaez la fiesta de toros seguirá igual en cuanto a fiesta, pero perderá esa cosa entrañable que es la tradición.

La razón fundamental de lo inadmisible del uso del estoque de madera la reputo obvia para todo buen aficionado. A pesar de su innegable decadencia, la suerte de matar no sólo es la fundamental, sino el remate airoso e imprescindible de toda la lidia. Y el toro tiene su momento preciso de morir; y todo torero que tenga la cabeza sobre los hombros lo aprecia y no duda en liar la muleta y arranzar a matar dando el pecho al toro y el acero a la altura del hombro, son oír esos gritos insensatos de los que chillan: ¡no, no! ¡Cuántas faenas malogradas por esta concesión a la ignorancia o por esa falta de vista y de técnica! ¿Y cómo se puede aprovechar ese momento enarbolando un pedazo de palo, bueno para las tientas y para los chiquillos que juegan al toro? El toro está cuadrado en la suerte natural; en ese momento el matador pide a un banderillero el acero, el banderillero sale corriendo en su busca y se lo entrega al maestro. Pueden ocurrir dos cosas: que el matador se separa del toro para cogerlo, yen ese caso o el toro es un marmolillo, que los ahy, pero raros, o el toro se ditrae y la ocasión se malogra; o el matador sigue frente a él sosteniéndole con la muleta; pero al ver al banderillero, el toro se va con él y hay que cuadrarle de nuevo, Todo ello es lamentable. Y so el uso del palo, como me temo, se generaliza, porque el hombre es muy dado a la imitación, veremos muchas, muchísimas faenas rotas, quebradas por el palito cómodo, pero absolutamente fuera de lugar.

Un solo recurso estimo que puede salvar esto: que lleve el matador la espada colgada del halí de la faja, como los caballeros antiguos o como esos toreros del fines del XVIII que aparecen en algunos grabados franceses armados de esta guisa. Ya sé que esto tendría el inconveniente de no poder dar molinetes; pero después de todo, eso saldríamos ganando.

Piensen también los toreros que si la gente los ve una tarde y otra con el trozo de madera en la mano, poco a poco irán rebajando la importancia que hasta ahora se les ha concedido. Porque no se me diga que esto es un detalle que nada tiene que ver con el verdadero toreo. Nada de eso; un detalle que puede ser trascendental. Son ya, por otra parte, muchos detalles los que van rebajando esa aureola que siempre ha rodeado a la fiesta de belleza trágica, de emoción dramática, de sensanción a un tiempo de alegría y angustia. La veleidad de los públicos es muy peligrosa. Hoy gusta de la apacibilidad de la estética. Si la acentuamos con este detalle y con el otro, quizá se derrumbe todo en un empazho de toritos dóciles toreados con un palo. No sé si será una broma, pero el otro día se anunciaba en un semanario de gran circulación un diestro que ofrecía a las empresas torear, en vez de con muleta, con un abanico.

¿Se puede uno figurar a Frascuelo empuñando un palo frente a un colmenareño de aquellos de don Vicente Martínez? Por ahí anda una litografía de aquellas de La Lidia, en la que Frascuelo aparece con la muleta plegada en la izquierda y en la derecha el estoque. No se ve al toro, pero se lo imagina uno y nos estremecemos. ¡Vaya planta la de Salvador! ¿Sería igual la impresión que nos produciría si le viéramos con un palito en forma de estoque? De ninguna manera.

No, queridos toreros, reflexionad un poco. Bien está que se use el estoque de madera cuando una lesión impida el fácil manejo del de acero y estrictamente el tiempo preciso que dure la lesión. Pero que por un deseo de insana, cursi y perturbadora imitación, se generalice el instrumentar pases con un palito de apoyo de la muleta, francamente me parece depresivo para la seriedad de la fiesta, para el toro, para el público y para la conciencia misma del toreo. Mi voz de alarma está dada. ¡Ojalá no caiga en la indeferencia!».

Parece claro que este clamor de don Antonio no fue atendido. Y a los hechos nos remitimos…

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